En pleno litoral alicantino encontramos Borg, raíces y alas, el proyecto más íntimo del chef Carl Borg. Con una propuesta culinaria basada en la memoria, la emoción y el respeto al producto, Borg se presenta como una casa de comidas contemporánea que recupera la esencia de la tradición para proyectarla hacia el presente.
De padre sueco y madre andaluza, nacido en Madrid y criado en Barcelona, Carl ha convertido este restaurante en un espejo de su biografía. “Borg” (que en sueco significa “fuerza”) no es sólo un nombre, sino también una declaración de intenciones: la de construir un espacio honesto, sin artificios ni etiquetas, donde conviven la humildad de los sabores de siempre con la exigencia técnica de una cocina actual.
Al frente de la propuesta también están Daniel Varoka (chef ejecutivo) y Pablo Villena (jefe de cocina). Juntos, junto a Borg, firman una carta que rehúye la etiqueta de 'alta cocina' para centrarse en una cocina emocional, de fondo tradicional, ejecutada con precisión y sensibilidad. “No buscamos ser gastronómicos, sino conectar con las personas a través del sabor, del recuerdo, del producto”, explica el chef.
La filosofía de Borg se resume en una idea: raíces y alas. Raíces que conectan con la familia, el territorio y la memoria gustativa; alas para imaginar y reinterpretar, sin renunciar al origen. “Quiero que este lugar sea mi casa y también la de quienes trabajan conmigo. Si logramos transmitir paz, cariño y una sensación de hogar, habremos cumplido nuestro objetivo”, afirma Borg.
La carta varía tres veces al año para adaptarse a la estacionalidad, un reto en una zona como Alicante, donde las estaciones se difuminan. Las verduras, grandes protagonistas, provienen en un 95% de cultivos situados a menos de 60 kilómetros. Pescados del Mediterráneo, carnes seleccionadas y productos de temporada completan una oferta marcada por el respeto al entorno y a los ciclos naturales. También disponen de un menú del día que incluye tres primeros y tres segundos a elegir, bebida, postre o café por 22,50 €.
El chef Carl Borg.
Cada plato detalla su procedencia, reforzando el vínculo con el territorio. Buñuelos de boniato, setas y guindilla de Alcoy; arroz de Calasparra; puerros con erizo de Orihuela; rodaballo al champagne de Galicia; o el gravadlax familiar con salmón noruego, elaborado según la receta tradicional de los Borg. “Me gusta la sostenibilidad, pero también la honestidad. No voy a renunciar a una receta que forma parte de mi historia por el hecho de que el salmón venga de Noruega”, sostiene el chef, quien reivindica la responsabilidad individual como base del compromiso con el entorno.
La oferta líquida sigue la misma línea. Gran aficionado al vino, Carl ha diseñado una carta centrada en pequeños productores, vinos naturales, crianzas con estructura y una fuerte identidad de terruño. Se aleja de las denominaciones tradicionales y apuesta por una selección diversa, que recorre la geografía vitivinícola peninsular. En tintos predominan los vinos jóvenes y artesanales, elegidos pensando en el maridaje con la cocina de la casa.
Borg también contempla a quienes buscan opciones sin alcohol. En carta figuran un mosto desalcoholizado de albariño, un espumoso rosado 0,0% de Utiel-Requena y una línea propia de kombuchas (blanca, tinta y rosada) desarrollada por Villena, aficionado a los fermentos. Bebidas frescas, secas y equilibradas, pensadas para comensales que cuidan su alimentación o desean una experiencia diferente.
El espacio acompaña la propuesta: Borg es acogedor, luminoso, cálido. Maderas naturales, textiles puros, luz filtrada por estores de bambú, cerámicas de Baza, gazpacheras, llaunas catalanas, flores frescas y objetos familiares como el bastón de su abuela o el recetario de su madre. Todo en este restaurante habla de casa. “El diseño debía ser funcional, abierto, sin barreras. Quiero que los clientes vean cómo trabajamos, sin esconder nada. Y eso nos obliga a ser pulcros, ordenados y silenciosos”, cuenta Borg.
Con más de tres décadas de experiencia entre fogones, asesorías y congresos, Carl Borg ha decidido volcarlo todo en este proyecto. Defiende una cocina autodidacta, íntima, que encuentra en la sencillez y la memoria su mayor sofisticación. En un mundo cada vez más acelerado, el cocinero propone parar, sentarse y comer bien. Con alma, con calma y con verdad.