
Víkingur Ólafsson antes de embarcarse en su gira dedicada a Mozart. Foto: Ari Magg
Víkingur Ólafsson, el 'Glenn Gould de nuestro tiempo', regresa a España: "El silencio es la música de las masas"
El pianista, ante su retorno al Auditorio Nacional, reflexiona sobre la libertad interpretativa, la dimensión espiritual del sonido y la necesidad de autenticidad en tiempos de ruido.
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La temporada pasada, Víkingur Ólafsson (Reikiavik, 1984) deslumbró en el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) con su refrescante interpretación de las Variaciones Goldberg, reafirmando su capacidad para cautivar a crítica y público. No en vano el New York Times lo llamó “el Glenn Gould de nuestro tiempo”, elogio que él recibe con cierta distancia. Galardonado como Artista del Año por Gramophone en 2019, su presencia magnética le ha abierto las puertas de los grandes auditorios del mundo.
De regreso al CNDM, el próximo jueves 29, presenta un programa que conecta a Bach, Beethoven y Schubert a través de las tonalidades del mi. En su conversación con El Cultural, reflexiona sobre la libertad interpretativa y el papel del silencio en la música. “No somos dueños del arte —afirma—. Somos simplemente sus custodios temporales”.
Pregunta. Su programa en Madrid sigue un viaje desde Bach y Schubert hasta el Opus 109 de Beethoven. ¿Cómo conceptualizó esta travesía?
Respuesta. Tras interpretar las Variaciones Goldberg por todo el mundo, un proyecto inmenso, me pregunté qué tocar después. Pensé en las últimas sonatas de Beethoven, pero cada una es un universo propio. Surgieron tres programas orbitando una sonata distinta.
»El Opus 109 conecta profundamente con las Goldberg: comparten estructura cíclica, espíritu de variaciones, lirismo. Complementé esta obra con piezas de Bach y Schubert, todas en mi, para crear una “fantasía en mi”, transformando la escucha de cada compositor a través del prisma de los otros.
P. Percibe la música como colores. ¿Qué color tiene este programa?
R. Verde, sin duda. Es perfecto tocar este repertorio en Madrid en mayo, cuando todo renace. El mi mayor es un verde vibrante y esperanzador, muy distinto del azul profundo que asocio al fa. Esa percepción me ayuda a entender las emociones que quiero transmitir.
P. Las Variaciones Goldberg son vistas como un viaje espiritual. ¿Qué le enseñan al interpretarlas?
R. Que no existen dos Goldberg iguales. Cambian con el lugar, el piano, el público, incluso la estación. Son como un espejo que refleja todo de ti. Es uno de los mayores actos de generosidad artística de la historia.
P. Su repertorio abarca desde Bach hasta Philip Glass. ¿Qué busca en una obra?
R. Primero, amor genuino. No toco nada que no me conmueva profundamente. Y busco obras abiertas, que me permitan ser diferente cada noche. Piezas de Bach, Mozart, Beethoven, Adams, Adès… Compositores que entienden que su música debe seguir evolucionando.
P. ¿Cómo ha evolucionado su relación con Bach?
R. De joven, buscaba el virtuosismo; luego fui demasiado analítico. Hoy sé que Bach exige todas tus facetas. No puedes tocarlo sin ser tú mismo: debes construirlo todo desde tu esencia. Bach libera, pero llegar a esa libertad lleva años.

El pianista Víkingur Ólafsson. Foto: Ari Magg/Deutsche Grammophon
P. ¿Compone actualmente?
R. No como antes. Improviso mucho. He soñado con escribir una comedia musical o una canción para Eurovisión, pero ahora la vida familiar me centra en la interpretación. Elegir repertorios vivos me permite sentir que creo algo nuevo cada vez que toco.
P. El New York Times le llamó “el Glenn Gould de nuestro tiempo”. ¿Cómo lleva esa comparación?
R. Con gratitud y distancia. No soy Gould; él es único. Cuando recibes una etiqueta así, sabes que algunos vendrán esperando otra cosa. Lo importante es recordar siempre quién eres.
P. ¿Cómo ha cambiado su relación con el piano?
R. Lo amo más que nunca. Entiendo su fragilidad: cambia con la humedad, con un solo grado de temperatura. Admiro a los técnicos de piano, verdaderos doctores del alma musical. Tengo cinco pianos en casa. No puedo desprenderme de ninguno. Cada uno tiene su carácter. Incluso ampliamos la casa para que cupieran.
P. Usted habla de la importancia del silencio entre las notas. ¿Qué rol juega en su música?
R. El silencio es la música de las masas. El silencio es esencial. Es el tejido invisible que conecta las ideas. El silencio antes de empezar es expectación; el silencio tras el último acorde es otra forma de música. Cada pausa debe ser consciente.
P. ¿Qué significa para usted ser fiel a una obra?
R. Ser fiel al espíritu, no a la letra. Beethoven escribía para salas pequeñas y pianos diminutos. El texto es solo un punto de partida. La música debe nacer de nuevo cada vez, con autenticidad absoluta.
P. ¿Cómo es su relación con España?
R. Me encanta España. Aquí me siento acogido. Me encanta la pasión de su gente, la importancia de las conversaciones, la vida en las calles. Su cultura, su gastronomía… España tiene un ritmo vital vibrante que admiro profundamente.
P. ¿Tocaría repertorio español?
R. Absolutamente. Amo a Granados, Albéniz, Mompou. Y admiro profundamente a Alicia de Larrocha, una artista que se sumergía en la música sin egocentrismo. La música española tiene una voz única.
P. Cuando no toca, ¿qué sonidos busca?
R. Busco la sonoridad única. Me pasa incluso con la música pop: quizá no me guste una canción de Taylor Swift, pero adoro su producción sonora. Busco todo lo que tenga personalidad.
P. ¿Cómo ve el futuro de la música clásica?
R. Creo que vivimos la mejor época para la música clásica. Nunca antes tantas personas habían tenido acceso a este repertorio. Lo que la gente busca hoy es autenticidad, una experiencia real en un mundo saturado de información superficial.
»Ahí radica el poder de los conciertos: son momentos irrepetibles en los que miles de personas comparten un mismo espacio, pero cada uno viaja en su mundo interior. Esa conexión silenciosa y profunda entre artista y oyente será cada vez más importante.