Keith Jarrett tocando con Miles Davies el 18 de noviembre de 1971. Foto: WikiMedia Commons

Keith Jarrett tocando con Miles Davies el 18 de noviembre de 1971. Foto: WikiMedia Commons

Música

'The Köln Concert': el milagro imperfecto que cambió la historia del jazz

Cincuenta años después de su grabación, el legendario concierto de Keith Jarrett en Colonia sigue siendo objeto de culto, inspiración cinematográfica y análisis musical.

Más información: Miles Davis, al primer compás

Publicada

La historia de The Köln Concert, el álbum de piano solo más vendido de todos los tiempos, no empieza con una ovación ni con un Steinway de cola perfecto bajo las manos de un genio descansado. Empieza con un error de logística, una joven promotora alemana y un músico agotado que casi cancela todo.

Keith Jarrett tenía 29 años cuando aceptó tocar en la Ópera de Colonia, invitado por la entusiasta Vera Brandes, que con apenas 17 años organizaba conciertos para la sección juvenil de la emisora WDR. Era el primer concierto de jazz en aquel teatro normalmente reservado a la ópera. Jarrett llegó a Colonia tras una agotadora gira europea —incluyendo presentaciones en Zurich, Viena y París— con problemas de espalda, insomnio crónico y completamente exhausto.

Lo habían hospedado en un hotel cutre, le dieron de cenar tarde y mal, y, para colmo, el piano que encontró en el escenario no era el que había pedido. En lugar del Bösendorfer Imperial, se encontró con un Bösendorfer baby grand de ensayo medio desafinado, con registros graves sin cuerpo, agudos chillones y un volumen insuficiente para un teatro de esas dimensiones.

Jarrett se negó a tocar. Exigió otro instrumento, pero a esas alturas de la noche, conseguir uno era imposible. Fue entonces cuando Vera Brandes lo abordó entre bastidores. Desesperada pero decidida, le pidió que no cancelara, que pensara en el público que ya llenaba el teatro, que confiara en que algo bueno podía surgir incluso en medio del caos.

Jarrett, conmovido por la determinación y la sinceridad de aquella joven promotora, accedió a tocar con una condición: que se grabara el concierto, por si acaso algo valía la pena. Para colmo, durante la actuación tuvo que tocar sentado en una silla porque la banqueta no era ajustable.

Suave es la noche

Lo que ocurrió esa noche del 24 de enero de 1975 fue pura alquimia. En lugar de rendirse ante las circunstancias, Jarrett se apoyó en ellas. Tocó durante más de una hora una suite improvisada en cuatro partes: "Part I", "Part II a", "Part II b" y "Part II c", esta última añadida al final del LP por razones técnicas de duración.

Adaptó su forma de tocar al instrumento defectuoso: evitó las notas graves, se mantuvo en el centro y los agudos, repitió patrones rítmicos casi hipnóticos que disfrazaban las carencias del piano. Cada fragmento del concierto parece brotar de una intuición directa, como si Jarrett no interpretara, sino que canalizara algo que le atravesaba. Como él mismo diría: "La música ya está ahí, solo hay que dejarla salir".

El resultado fue un milagro sonoro: una música que se mueve entre el jazz, la música clásica, el góspel y la melancolía del soul. El disco, grabado por el ingeniero Martin Wieland para ECM Records y producido por Manfred Eicher, fue lanzado en septiembre de 1975. Contra toda expectativa, se convirtió en un fenómeno.

Ha vendido más de cuatro millones de copias y es, hasta hoy, el álbum de jazz en solitario más vendido de la historia. En Japón, Alemania, Francia y Estados Unidos se mantiene como un referente de culto. La portada del disco, en blanco y negro, con Jarrett inclinado sobre el piano, se ha vuelto icónica. En Japón, donde Jarrett goza de estatus de estrella, el disco vendió más de un millón de copias, algo insólito para un álbum instrumental y de improvisación.

La crítica tardó en digerir su éxito. Algunos puristas del jazz despreciaban su carácter accesible, su lirismo casi pop. Pero la audiencia lo convirtió en un culto. Pianistas clásicos y músicos experimentales lo estudiaban por igual.

Keith Jarrett en la prueba de sonido de su concierto en Juan-les-Pins, Francia (17 de julio, 2003). Foto: Olivier Bruchez

Keith Jarrett en la prueba de sonido de su concierto en Juan-les-Pins, Francia (17 de julio, 2003). Foto: Olivier Bruchez

The Köln Concert abría una puerta a un tipo de improvisación emocional, de largo aliento, que no necesitaba la estructura ni el virtuosismo pirotécnico para conmover. Era un susurro que arrasaba. Las influencias iban desde Debussy y Ravel hasta el blues más espiritual. No era jazz convencional, pero tampoco música clásica: era un lenguaje híbrido, personal, profundamente libre.

Influencia transcendental

La influencia del concierto ha sido enorme. Ha inspirado desde coreógrafos y cineastas hasta otros pianistas como Brad Mehldau, Vijay Iyer o Gonzalo Rubalcaba. Se ha reinterpretado en escenarios de danza, obras teatrales y piezas visuales.

La huella cultural de The Köln Concert también se extiende al cine europeo. En la escena final de Caro diario (1993), Nanni Moretti recorre en Vespa las calles de Ostia, rumbo al lugar donde masacraron al director italiano Pier Paolo Pasolini, mientras suena la parte I del concierto. Es un momento de introspección y homenaje que encuentra en la música de Jarrett un canal emocional perfecto.

En 2025, la historia detrás del concierto ha adquirido una capa más con la película Köln 75, dirigida por Ido Fluk, que dramatiza aquella noche improbable en la Ópera de Colonia. El filme pone el foco en Vera Brandes, la joven promotora que, con apenas 17 años, logró convencer a un Keith Jarrett exhausto y frustrado para que subiera al escenario y tocara.

John Magaro, quien interpreta Keith Jarrett, en el filme 'Köln 75'.

John Magaro, quien interpreta Keith Jarrett, en el filme 'Köln 75'.

También ha sido objeto de estudios musicológicos: cómo Jarrett recurre a escalas modales, cómo explora la repetición como forma de meditación sonora, cómo su respiración y quejidos —audibles en la grabación— se integran como parte del discurso musical.

En algunos análisis se ha comparado su enfoque con el trance del canto gregoriano o incluso con la tradición sufí. El musicólogo Peter Elsdon le dedicó un estudio completo, analizando fraseo, dinámica, uso del pedal y su estructura narrativa interna.

Vera Brandes, aquella adolescente que salvó el concierto, terminó siendo una figura destacada en la industria musical y fundó su propio sello discográfico. Manfred Eicher consolidó su sello ECM como uno de los más influyentes del siglo XX, con una estética sonora inconfundible: sonido cristalino, portadas minimalistas, filosofía de grabación casi espiritual.

Y Jarrett, que luego sufriría dos derrames cerebrales en 2018 que lo alejaron del piano, dejó con The Köln Concert una suerte de testamento anticipado: la prueba de que en el límite entre el fracaso y la belleza, puede nacer la obra de una vida. Desde 2020, Jarrett ha confirmado que probablemente no podrá volver a tocar profesionalmente, lo que otorga al disco una dimensión aún más legendaria.

Hoy, cinco décadas después, The Köln Concert sigue sonando moderno, vulnerable y misteriosamente fresco. Es el tipo de música que, sin decir palabra, parece hablarle directamente al alma. Una música que no debería haber ocurrido —y que sin embargo ocurrió—, como una flor que brota en el asfalto.