Esta semana es inevitable hablar del apagón que dejó a España y a Portugal a oscuras el día 28 de abril de 2025. Se ha escrito mucho sobre sus posibles razones, pero la realidad es que todavía no las sabemos y hay quien dice que nunca las sabremos. Sea como sea, es indudable que, como decía Alejandro Sanz en esa canción del año 1991, se le apagó la luz… en este caso a la península ibérica entera.
El mundo ha cambiado mucho desde que se escribió esa canción y ahora nos sentimos perdidos sin conexión. Ya no es tanto que tengamos electricidad o no, como que sin conexión nos quedamos huérfanos de acceso a la información, no podemos cargar nuestros dispositivos ni comunicarnos con nuestro círculo de confianza… por suerte Spain is different y en vez de montar en cólera contra nuestros gobernantes, vimos por las calles cómo salía a relucir la versión más cívica de mucha gente y cómo se llenaban las terrazas y los parques de familias, amigos, amigas, compañeros y compañeras de trabajo.
No quiero entrar en esos debates catastrofistas que se preguntan qué habría pasado si se hubiese tratado de un ciberataque, del preludio de un ataque de un país enemigo. Pero sí que quiero volver a abrir el melón del crecimiento exponencial del consumo energético e hídrico, del creciente número de centros de datos que van poblando España y de la paradoja energética de la inteligencia artificial. Eso sí, no quiero hacerlo en formato negativo, sino analizando los retos y las soluciones existentes.
Es indudable que la IA continúa transformando el mundo, prometiendo avances en múltiples áreas que van desde la salud hasta la automoción. Sin embargo, su creciente adopción está dando lugar a una paradoja: mientras la IA impulsa la eficiencia en numerosos sectores, también requiere cantidades significativas de recursos energéticos e hídricos para su funcionamiento.
Leyendo el informe del Foro Económico Mundial, Artificial Intelligence's Energy Paradox: Challenges and Opportunities, confirmo que el entrenamiento de un modelo avanzado de IA puede consumir tanta energía como la requerida por varias viviendas durante un año.
Aunque el medio ambiente esté menos de moda en algunos lares, es imprescindible equilibrar el progreso tecnológico con la sostenibilidad ambiental. Los centros de datos se han convertido en gigantes del consumo energético y del agua. Por ejemplo, se espera que estas instalaciones consumirán más electricidad que Japón para el año 2030. Este dato subraya tanto la escala de su impacto como la necesidad de encontrar soluciones sostenibles para mitigar su huella ambiental.
Gran parte del consumo energético de los centros de datos proviene del enfriamiento necesario para mantener los servidores en funcionamiento óptimo. A medida que aumenta la densidad de datos procesados, la demanda de electricidad para refrigeración también se incrementa. Además, en regiones donde las fuentes de energía no son completamente renovables, la operación de estos centros contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero.
He dicho que no iba a hablar solo de los retos, sino que iba a mencionar algunas de las soluciones que se están empezando a aplicar frente a este panorama. Porque es evidente que numerosas empresas tecnológicas están redoblando esfuerzos para reducir el impacto ambiental de sus centros de datos. Algunas apuestan por energía 100% renovable, mientras que otras desarrollan innovaciones en eficiencia térmica y reutilización de calor.
Por ejemplo, hace poco leí que Microsoft tiene una apuesta fuerte por la neutralidad hídrica en España y que tienen un ambicioso plan para que sus nuevos centros de datos en España sean neutros en agua y se conviertan en un modelo de sostenibilidad hídrica para el resto del mundo. La neutralidad hídrica implica que la cantidad de agua consumida por las operaciones de estos centros de datos será compensada mediante métodos como la reutilización, la eficiencia en el uso del agua y la restauración de ecosistemas.
Somos conscientes de la importancia de España como punto estratégico para localizar los centros de datos, nuestro país cuenta con una posición geográfica privilegiada para la conectividad global y está avanzando significativamente en descarbonización, gracias al aumento de la capacidad de generación de energías renovables como la solar y la eólica (dejamos para otro debate lo de qué energías componen el mix ideal). Pero también debemos ser conscientes de que el agua es un bien escaso y que debemos cuidarla al máximo, es necesario incluirla en todas las conversaciones sobre responsabilidad ambiental.
La expansión de los centros de datos en España y su compromiso con la neutralidad hídrica no son solo un paso más hacia la sostenibilidad, sino también una oportunidad para que la tecnología y la naturaleza coexistan en armonía. En un mundo donde la digitalización es inevitable, este enfoque podría convertirse en el estándar del futuro, uniendo la inteligencia artificial con un compromiso inquebrantable por el medio ambiente.