Robots en una fábrica

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Opinión

Por qué es necesario que un director general domine la tecnología

Alicia Richart
Publicada

En este mundo de acelerados cambios, conocer y dominar la tecnología no es una opción. Es un elemento diferenciador. Quizás, si me apuran, la clave del éxito. Dicen algunos que quienes dominen los próximos cinco años dominarán los próximos cinco lustros. Lo dicen en clave geopolítica, pero también es aplicable a nivel empresarial.

Sin embargo, no todos tienen claro cómo utilizar la tecnología. Y de ello da prueba la desconcertante y dispar adopción de la inteligencia artificial en las empresas e instituciones del mundo entero. 

La IA no es un software que se instale y puedas olvidarte de ello. No es un programa, una licencia que puedas comprar para que tu equipo sea más competitivo. Es una revolución en la forma de trabajar, tan intensa que muy pocos saben cómo afrontarla. Un reciente estudio señala que solo el 1,7% de los CEOs se siente preparado para implementarla en sus empresas.

No se trata de instalar un brazo robótico en las industrias. De cambiar un empleado por una máquina de vending. En realidad, no va de sustituir nada, sino de capacitar a los trabajadores (todos los trabajadores) para que sean más eficientes en su trabajo. De enseñarles a emplear herramientas que les permitan incrementar su productividad un 30, un 50 por ciento, o el porcentaje más alto que podamos obtener.

Requiere una implicación máxima de la plantilla. Y eso no va a ocurrir nunca si el directivo no es un ejemplo para sus empleados. Si no es capaz de inspirarlos. Como sabemos los que llevamos años tratando de impulsar las vocaciones STEM, en cualquier proyecto, sea de la naturaleza que sea, es vital contar con un referente. 

En realidad, no va de sustituir nada, sino de capacitar a los trabajadores (todos los trabajadores) para que sean más eficientes en su trabajo

Hace años, escuché en una conferencia a un profesor que utilizaba los videojuegos para potenciar el conocimiento de sus alumnos. Porque, a pesar de sus efectos nocivos si se usan de forma equivocada, el gaming bien empleado puede servir de acicate para el desarrollo intelectual.

Insistía el profesor en que, si los alumnos le hacían caso, no era porque les dejase usar un juego en clase. Era porque era mejor que ellos jugando. Les ganaba, y eso le convertía en un líder. Algo parecido ha pasado, por ejemplo, en el fútbol profesional. En un Madrid plagado de estrellas, los futbolistas funcionaban mejor con Zidane, que lo había ganado todo, que con otro perfil más técnico, por muy buen entrenador que fuese.

Una buena comprensión de los sistemas tecnológicos utilizados permite liderar equipos con confianza y sirviendo como referencia para estos. Los trabajadores perciben esta figura como un líder bien informado y capaz de resolver problemas e implementar soluciones. 

La capacidad del directivo para comunicar, de manera creíble y ordenada, los beneficios tecnológicos fomenta una mayor aceptación y motivación por parte del equipo en torno a la implementación de nuevas tecnologías, lo que puede llevar a una mayor productividad e interés en el lugar de trabajo.  

La productividad, el ‘santo grial’ del siglo XXI

Y la productividad es la base del éxito en el siglo XXI. Lo que todos buscan. El sueño de toda sociedad. Este concepto es una suerte de 'santo grial' que toda empresa, gobierno o institución trata de encontrar: producir más con menos parece arte de magia. 

En términos simples y llanos, la productividad se puede definir como la capacidad de producir más bienes y servicios con la misma cantidad de recursos. Cuando crece, la riqueza de un país aumenta sin necesidad de poner un mayor número de factores de producción (trabajo, capital y tierra) a funcionar, ni echar más horas, ni hacer un mayor esfuerzo. Esto, a su vez, suele traducirse en mejores salarios, mayor control de la inflación, más beneficios, más inversión y un crecimiento económico más sostenible. 

Y la inteligencia artificial es la clave para ser más productivos. Algunos parecen haberlo entendido, como Estados Unidos, donde la productividad crece ahora al doble de ritmo que antes de la pandemia. Y lo hace por tres factores: la inversión en innovación tecnológica, la desregularización y el impacto de la IA. 

Si la IA resulta ser tan transformadora como lo fue Internet en su día, podríamos estar en los albores de una nueva revolución productiva. Pero para ello hay que saber cómo aplicarla. No se trata de instalar un programa, ni de dar un breve curso de formación a los empleados. Se trata de un cambio profundo, que solo será posible si encontramos a los directivos adecuados. A aquellos que, desde su liderazgo, sean capaces de ilusionar a un equipo y darles algo más que un trabajo: una misión. 

*** Alicia Richart es directora general de Afiniti para España y Portugal.

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