A los humanos nos cuesta mucho entenderlo, porque no nos han enseñado a pensar en exponencial. Y el crecimiento en habilidades de la IA supera en mucho nuestras expectativas, por mucho que nos hayamos hartado de leerlo y de escucharlo. Especialmente si hablamos de su capacidad para abordar tareas complejas y prolongadas.
Un estudio reciente de METR revela que la habilidad de los modelos IA para completar tareas largas se ha duplicado cada siete meses durante los últimos seis años. Esta tendencia sugiere que, de mantenerse, en menos de cinco años podríamos ver agentes de IA capaces de gestionar de forma autónoma una gran parte de las tareas de software que actualmente requieren días o semanas para los humanos.

No es ciencia ficción. Cada cierto tiempo leemos en los medios que la IA ya ha superado a los humanos en esta o aquella habilidad y, a este vertiginoso ritmo ya son varias las cosas que, supuestamente, las máquinas hacen mejor que nosotros. Una de ellas es la comprensión lectora. Los expertos consideran que la IA está en un percentil de 120 respecto al 100 de los humanos, y que el ‘sorpasso’ se produjo ya antes de 2020.
Y algo parecido ocurre con el reconocimiento de imágenes, de la escritura a mano y del lenguaje hablado. Cualquiera que haya empleado herramientas para transcribir de audio o texto como Speechnotes se habrá dado cuenta de ello. Funcionan de maravilla y hacen que escribir sea casi una opción voluntaria. Hoy se puede dictar textos a cualquier dispositivo sin apenas margen de error.
Hay más habilidades en la que las máquinas nos superan. Comprensión del lenguaje y razonamiento predictivo. Ahora bien, ¿qué impacto tienen estas habilidades en el mundo real? ¿Son, como algunos temen, capaces de sustituir a los humanos en su trabajo?

Parece claro que no, pero hay que empezar a estar preparados para un cambio profundo en el mercado laboral. Que seguramente, o así debería ser, traiga mejoras significativas para el conjunto de los trabajadores. Empezando por la reducción de la jornada laboral. ¿Qué sentido tiene aplicar un modelo que inventó Henry Ford en 1926?
¿Tiene sentido que todos entremos a trabajar a la misma hora como si estuviésemos en una fábrica del siglo XX? ¿No se podrían evitar los atascos, la contaminación y el estrés si modulásemos las horas de trabajo conforme a nuestros objetivos? Y todo ello sin merma de ingresos ni de productividad.
Si la IA ofrece solo la mitad de lo que promete (y realmente lo está ofreciendo) deberíamos ser capaces de orquestar un modelo laboral donde la conciliación no fuese objeto de conflicto, sino una realidad al alcance de cualquiera, tenga hijos o no.
La tercera ola de la IA
Hoy estamos entrando de lleno en la tercera ola de la inteligencia artificial. La primera abordó la predicción automatizada, que tuvo en efecto transformador en sectores como el textil o el energético. Conocer con antelación cuanta ropa se va a vender o cuánta energía se va a consumir permite prever picos de demanda y ajustar la producción a las necesidades.
La segunda ola es de la que todo el mundo habla. La que estamos viviendo desde hace dos años con el lanzamiento de ChatGPT, el contraataque de DeepSeek o la aparición de modelos europeos como Le Chat. Son copilotos que te ayudan a múltiples tareas, desde planificar tus vacaciones a resumir un sesudo informe, pero que no eliminan al humano de la ecuación.
Tampoco la tercera lo hace, pero no está de más prepararse para la enorme eficiencia que van a tener los agentes artificiales autónomos. Si la tendencia de los últimos 6 años se mantiene hasta el final de esta década, los sistemas de IA de vanguardia serán capaces de llevar a cabo de forma autónoma proyectos de un mes de duración.
Y esto, aunque supone un avance, también conlleva riesgos. El principal es no estar preparados para ello. Si la capacidad de la IA se duplica cada 7 meses, ¿seremos capaces de seguirle el ritmo? ¿De legislar a tiempo? ¿De reorganizar nuestra empresa? La inteligencia artificial no es un software que se instale y empieza a producir beneficios. No es una app que nos bajamos de Apple Store y nos convierte en superhombres.
Requiere planificación, estudio y cabeza. De integración en el sistema productivo de las organizaciones para exprimir esa eficiencia y transformarla no solo en una mayor productividad y beneficios, sino en mejores condiciones para el conjunto de la sociedad. Conseguirlo se antoja hoy como el gran reto de nuestros días.
*** Alicia Richart es directora general de Afiniti para España y Portugal.