Mark Rutte, secretario general de la OTAN, en la rueda de prensa previa a la cumbre de La Haya.

Mark Rutte, secretario general de la OTAN, en la rueda de prensa previa a la cumbre de La Haya. Reuters

Columnas CONVOCATORIA EXTRAORDINARIA

La OTAN no compra las "inventadas" de Sánchez

La frontera entre el prestidigitador y el estafador es delgada. Tan fina como la que separa al héroe del villano, y tan sutil como ese paso que nos sitúa ante el abismo de la mentira.

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Sánchez compareció este domingo en la Moncloa en una sala de prensa vacía y, ante nadie, mirando a un lado y a otro, dialogando con sus ángeles y demonios, situados a la izquierda y a la derecha de su ego, dijo que había conseguido una excepción para España.

En su declaración institucional ante nadie, dijo Sánchez que había conseguido doblarle el pulso a Donald Trump y que España no aumentaría el gasto del PIB hasta el 3,5%.

De nuevo circulaba el aura que le ha acompañado toda la legislatura, y en los mentideros le volvían a regalar el piropo de “puto amo” como si lo hubiese vuelto a conseguir.

Como si hubiese esquivado otra bala de plata.

Es incomprensible que todavía pese tanto ese prestigio que le rodea, como si se acostase todas las noches con la diosa Fortuna y se levantase con un conejo en la chistera. Entre mago y trilero, aún este domingo parecía ejercer ese poder hipnótico sobre una opinión pública que se siente doblegada.

Algo parecido a lo que sentían los seguidores del Real Madrid este año contra el Arsenal en Champions, esperando que el Dios blanco retorciese la aritmética del contador con argucias de los dioses tramposos del Olimpo.

Pero este lunes Sánchez no se levantó mago, sino mentiroso. Y de la misma manera que el pitido del árbitro desbancó a los blancos de la Champions, Mark Rutte fue claro y contundente: “En la OTAN no hay cláusulas de exclusión y no entiende de pactos o acuerdos paralelos".

O sea, que Rutte ha dicho que lo que decía su carta es lo mismo que estaba escrito en la carta, ni más ni menos. Una pequeña lección de comprensión lectora.

Todavía ayer, antes de esta corrección, el presidente Sánchez corregía a Feijóo reprochándole que no sabía leer, y Óscar Puente se mofaba en público de las “fuentes” que indicaban que había que llegar al 3,5% del PIB.

La carta, en inglés, la podía leer cualquiera.

Lo llamativo fue que algo dudosamente sujeto a una interpretación ambigua era retorcido hasta perder el sentido para hacer decir lo que no decía. Ninguna sorpresa en esto. Se ha hecho con la Constitución, con la Ley de Amnistía y con muchas otras normas.

Aquí, en España, ya estamos acostumbrados a “los acuerdos paralelos” y a las interpretaciones instrumentales del Derecho.

Pero ahora, el excandidato a secretario general de la OTAN, nuestro presidente del Gobierno, ha visto que en el mundo hay muchas resistencias a su subjetividad. Las declaraciones de Rutte el día después han sido contundentes, casi excesivas, dirigidas a tapar la boca de un Jefe de Gobierno que todavía hoy sostiene que no hará falta cumplir lo acordado por todos los aliados de la OTAN.

Sánchez cree que puede dejar contentos a sus socios internacionales, que son atlantistas, y a sus socios nacionales, que en los genes llevan el antiatlantismo y el antisemitismo. Sánchez no puede bailar con dos a la vez, no al menos en esta ocasión.

Y menos aún mintiendo.

La sala de prensa vacía es, quizás, la imagen más poderosa para explicar "el momento Sánchez”.

Es un efecto psicológico parecido al que provoca el tuitero con perfil falso que falta al pudor y a la verdad porque se esconde detrás del anonimato.

Es el enmascarado en una fiesta de disfraces.

Es la psicología del avestruz, que piensa que si no ve, tampoco siente ni padece.

Sánchez mirando a un lado y a otro de una sala sin periodistas, tratando de parecer convincente al mismo tiempo que decía algo frontalmente contradictorio con el texto escrito, es la imagen desoladora de alguien que ha pasado de mago a mentiroso.

La frontera entre el prestidigitador y el estafador es delgada. Tan fina como la que separa al héroe del villano, y tan sutil como ese paso que nos sitúa ante el abismo de la mentira.

Lo cierto es que el espectáculo que ha ofrecido el aparato de opinión oficial (ministros, diputados, afiliados, paniaguados y asalariados) retorciendo un texto para hacer decir lo que no era le pone cara al público al que se dirigía Sánchez cuando no miraba a nadie.

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