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El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) asegura que a un 38% de los españoles de entre 18 y 24 años no le importaría vivir en un régimen poco democrático si eso implicara tener una vida mejor. Un 8,9% de los encuestados estaba muy de acuerdo con esa premisa; un 28,7%, sólo de acuerdo. ¿Quiénes capitalizan ese descontento? Según el centro que preside el socialista José Félix Tezanos, los partidos más escorados hacia posiciones ideológicas extremistas. Y, concretamente, los de extrema derecha, quienes se nutren cada vez más de ese caladero de voto joven.

Pero estos datos requieren ser interpretados con cautela. Así lo advierten varios expertos en sociología y ciencias políticas consultados por EL ESPAÑOL. "Para mí todo esto supone, paradójicamente, una tendencia positiva", señala María Martín Revuelta, directora de comunicación de GAD3.

¿El motivo? "Estamos hablando de jóvenes que han vivido en democracia. Es normal que exista una menor movilización para defenderla, porque ya está asimilada. Lo raro sería que ocurriese a la inversa". Y añade: "Lo que hace [el CIS] es dar una pregunta trampa y llegar a una conclusión errónea. Coger ese dato para decir que hay una generación propicia a la dictadura es falso".

Los estudios poselectorales del CIS realizados tras las europeas de 2024 señalaban una tendencia similar: si bien el partido más votado entre los jóvenes de 18 a 24 años fue el PSOE, la ultraderecha constituyó la opción mayoritaria, ya que Vox y Se Acabó la Fiesta, el partido de Alvise Pérez, sumaron más votos. El 15,6% de los nuevos votantes, aseguraba el estudio, estaban dispuestos a dar su papeleta a Alvise en unas hipotéticas elecciones generales.

Pero, de nuevo, los datos, que alertaban de una ola reaccionaria entre los jóvenes, tenían letra pequeña. "Me parece muy confuso mezclar lo que votan los universitarios con los denominados nuevos votantes", se queja Martín Revuelta. Es precisamente entre los 22 y los 35 cuando se empiezan a notar cambios sustanciales hacia los extremos, mientras que el votante de 18, 19 o 20 años "es muy estándar y hace un voto parecido al de sus familias. En esas edades los partidos escogidos suelen ser el PP y el PSOE".

Es cierto que hoy el votante joven es más de derechas que de izquierdas. "Las tres derechas suman mayoría entre los más jóvenes, y las mujeres votan más a la izquierda y a la extrema izquierda". Sin embargo, no hay datos que avalen que las nuevas generaciones sean más reaccionarias ni que prefieran perder democracia a cambio de privilegios. "¿Qué es 'menos democracia'? ¿Arabia Saudí? Es algo muy inespecífico".

En cualquier caso, la experta señala que ese desapego hacia el sistema está estrechamente ligado a la inclinación de los jóvenes a luchar contra el establishment. "El menor de 30 años siempre ha votado contra el poder. La 'anticasta' de la que hablaba Podemos. Ahora eso es votar a Vox, porque es antiprogresismo. Antes era a Pablo Iglesias o a Ciudadanos. No es una moda. Es una tendencia natural. Para un chaval de 18 años que sólo ha vivido el progresismo, votar lo contrario implica rebelarse contra el poder".

Esa rebeldía natural se suma, además, al descontento provocado por el acceso a la vivienda y por la falta de oportunidades laborales a pesar de los altos niveles de formación. Los jóvenes, en definitiva, ya no viven mejor que sus padres aunque tengan más estudios, y por tanto desconfían de que la democracia sea capaz de brindarles aquella vida que creen que merecen.

De tal opinión es Pilar Blasco, politóloga y vicepresidenta del Consejo de la Juventud de España. "Todo apunta a una mayor radicalización, pero debemos investigar más para saber si es por simpatía a esos modelos menos democráticos o autoritarios o si realmente lo que ocurre es que la gente joven está detectando que la democracia no está dando respuesta a las realidades que vivimos actualmente. 'Si el precio del alquiler está carísimo... ¿Para qué sirve votar?', se preguntan muchos. Quizás tras esa tendencia se encuentre un problema estrictamente material".

"Los jóvenes están tan mal económicamente que muchos piensan que el sistema en el que viven ya de por sí no es democrático", refuerza Javier Carbonell, politólogo y subdirector de Future Policy Lab. "Sienten que no se escuchan sus necesidades, que no hay una democracia real. Por tanto, están más dispuestos a dar un golpe en la mesa para 'restablecer' esa democracia perdida". En esa ecuación entra la extrema derecha, "que usa un lenguaje que suena, precisamente, muy 'pro democracia', y donde se apela a una 'democracia a la antigua' donde se supone que todo iba mejor".

Una de las posibles explicaciones de que partidos políticos como Vox capitalicen el descontento, asegura Carbonell, tiene que ver con algunas medidas abanderadas por la izquierda. "Existe una reacción contra el feminismo. Contra la pérdida de privilegios masculinos. Los hombres jóvenes, por ejemplo, van menos a la universidad que las mujeres, y eso impacta en sus ingresos. La brecha de género también se ha revertido entre los menores de 25: ahora ellas ganan más que ellos. Es algo histórico. Los chicos han pasado del rol proveedor al rol precario, y eso genera una reacción".

Ante esta tesitura, el Gobierno, a través del Ministerio de Política Territorial, ha sacado una licitación urgente por un valor cercano a los 10 millones de euros. ¿La intención? Lanzar una campaña publicitaria para "reivindicar la democracia" y "concienciar y modificar las actitudes" de la gente joven "en relación con los valores y las libertades y la democracia en España". Esta iniciativa se enmarca en el Plan de Acción por la Democracia aprobado en septiembre de 2024 y coincide con las 'alarmantes' conclusiones publicadas por el CIS.

Gráfico que señala cómo se ha producido una brecha de género entre los jóvenes que votan a partidos de extrema derecha. Portugal y España son los países en los que se ve de forma más acusada cómo ellos prefieren esta ideología frente a ellas.

Gráfico que señala cómo se ha producido una brecha de género entre los jóvenes que votan a partidos de extrema derecha. Portugal y España son los países en los que se ve de forma más acusada cómo ellos prefieren esta ideología frente a ellas.

Blasco considera que no se puede "atacar y culpabilizar a las personas jóvenes" y pide que, en su lugar, se "apueste por políticas que generen espacios públicos de debate y de diálogo donde puedan expresarse y tener un pensamiento crítico". No demonizar al nuevo votante, sino escuchar lo que tiene que decir.

Al debate se añade que esta misma semana la ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego, informó de que Sumar pretende llevar al Congreso antes del verano una medida para rebajar la edad de voto a los 16 años. "Votar a los 16 es democracia. Porque ya trabajan, ya cuidan, ya opinan, ya deciden. También deben poder votar. Ampliar derechos. Reconocer a la juventud como sujeto político", aseguró la ministra.

Para ello, la formación política de Yolanda Díaz busca reformar la Ley Orgánica del Régimen Electoral, lo cual se haría a través de la Ley de Juventud y requiere una mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. Fuentes de Moncloa aseguran, no obsante, que lo ven "inviable a corto plazo". La gran pregunta es: ¿a quién beneficiaría?

"Hay bastante literatura sobre bajar el voto a los 16 años", incide Carbonell. "Nadie encuentra un solo efecto negativo. En primer lugar, si se aplica la ley, para cuando entre en vigor la tendencia de voto será distinta a la actual. ¿Beneficiaría a la extrema derecha? No necesariamente. Si acaso beneficiaría a la extrema derecha frente a la derecha, pero los jóvenes votan mucho 50/50 y apenas se notaría. En tercer lugar, asumimos que los jóvenes no valorarían qué partido les da la capacidad de votar".

¿Qué piensan los jóvenes?

A pesar de que las estadísticas del CIS indiquen una tendencia reaccionaria preocupante, EL ESPAÑOL ha consultado a numerosos jóvenes a pie de calle para tantear qué opinan sobre el asunto. Si bien es cierto que la mayoría de ellos tiende hacia posiciones de derechas, ninguno ha considerado que se deba prescindir de la democracia para vivir mejor. Ahora bien: sí justifican su descontento en materias como la vivienda, la inmigración, los impuestos, los bajos salarios o las políticas ideológicas.

Lia, por ejemplo, recuerda que "los logros democráticos han costado muchas vidas" y que, por ello, no se puede "retroceder para echar a la basura lo conquistado". A pesar de ello, señala las deficiencias estructurales de un sistema que pone en jaque a los jóvenes. Y cita la crisis económica, la subida del precio de los alimentos, la falta de oportunidades laborales que expulsa a los más formados a otros países, la inmigración. "España es el país que tiene la mayor tasa de desempleo empleo de Europa. Hay muchos jóvenes que salen de la universidad y deben irse fuera. Debemos retenerlos".

"Pagamos muchos impuestos y tenemos pocos privilegios", prosigue. "Yo he vivido en Londres y ahí se pagan muy altos. ¿Qué diferencia a un país de otro? Que allí todo funciona perfectamente. Tú pides la cita con el médico, la tienes en pocos días, entras y sales. Aquí te dan cita dentro de tres meses y da gracias. Algo falla".

Eduardo recuerda que para que las cosas mejoren se necesita una economía saneada. "¿Para qué sirven las pancartas y las marchas si no hay ni para comer? Está bien que haya medidas sociales, pero con una economía fuerte. A mí todo esto de gastar dinero público en causas sociales cuando tenemos tantos problemas no me parece bien. ¿Perder calidad democrática a costa de vivir mejor? Eso jamás, porque, si no es ahora, en cinco o diez años todo estallaría por otro lado".

Un punto en común entre todos los consultados es la desconfianza que sienten hacia la clase política actual. Consideran que se gobierna no por el bien común, sino por intereses particulares. "Se ha creado un Gobierno en el que se ha dejado entrar a tanto partido político que da la sensación de que cada uno mira sólo por su propio beneficio", apunta Eduardo. "Se hacen propuestas sin sentido para complacer a pequeños sectores". Su percepción es que las prioridades del país quedan relegadas a una mera necesidad instrumental para "preservar las alianzas políticas".

Álvaro se muestra especialmente crítico. El joven advierte que el modelo laboral que se está promoviendo entre la gente de su edad es insostenible. "¿Qué están fomentando ahora mismo? Ser funcionarios". Considera que el sistema empuja a las nuevas generaciones a aspirar exclusivamente a empleos públicos, mientras que emprender en España "se castiga con impuestos desorbitados y trabas legales".

Álvaro, Bryan, Lía y Edu, jóvenes escogidos de forma aleatoria para consultarles qué piensan sobre la situación política actual.

Álvaro, Bryan, Lía y Edu, jóvenes escogidos de forma aleatoria para consultarles qué piensan sobre la situación política actual. Rodrigo Mínguez E. E.

"Al autónomo aquí no se le defiende nada. Y no hablemos de los impuestos que pagamos. ¿Para qué? ¿Para que luego tengamos unas listas de espera en la sanidad pública larguísimas o no podamos acceder a un alquiler? Por ejemplo, si todos somos funcionarios, ¿quién va a generar riqueza? No todo el mundo puede ser policía, bombero o profesor de un colegio público. No hay hueco para todos".

Él ve en los datos del CIS una estrategia política condicionada. "Nos están adoctrinando, y Sánchez quiere que seamos soldados que sigan su mismo modelo. Al Gobierno lo que le interesa es la confrontación porque hace que no estemos unidos. Así, mandan más fácilmente sobre nosotros. Si todos fuéramos a una, a lo mejor mandaríamos nosotros sobre ellos".

Bryan considera que antes de aprobar el voto a los 16 años "habría que culturizar a los nuevos jóvenes". "Cuando eres joven estás más pendiente de lo que va a pasar el fin de semana. Da igual lo que ocurra dentro de diez años. Lo que te ofrezcan en ese momento es lo que vas a votar". Para él "lo principal es la educación". A pesar de haber vivido seis años fuera de España, confiesa que hoy sigue sin saber quién le representa mejor: "No sé a qué partido votar".