
José Luis Ábalos y Diana Morant. EFE/Manuel Bruque
Dicen que algunas sombras se alargan con el tiempo. Y pocas lo hacen tanto como la de José Luis Ábalos sobre el socialismo valenciano. Una sombra que no solo proyecta su pasado, sino que hoy tiñe el presente del PSOE.
Esta semana, la Guardia Civil ha registrado su casa en Valencia en el marco del caso Koldo. Y no hablamos de un registro cualquiera: es el domicilio de quien tejió durante años una red de poder, favores y silencios.
Desde el PSPV hasta el mismísimo Consejo de Ministros. Ábalos fue mucho más que un ministro: fue el arquitecto de una forma de hacer política que incomoda, pero que a muchos sirvió como ascensor hacia el poder.
Porque Ábalos no era un verso suelto. Era núcleo duro. Motor electoral, recaudador de lealtades y mentor de quienes hoy sostienen el timón socialista en Valencia. Sandra Gómez, hoy eurodiputada; Pilar Bernabé, delegada del Gobierno; y Borja Sanjuán, portavoz municipal. La versión local en Valencia de la “banda del Peugeot”.
Y es ahí donde la sombra se vuelve incómoda. Porque quienes hoy callan, ayer aplaudían. Quienes ahora miran hacia otro lado, antes se fotografiaban orgullosos junto al ministro. Bernabé y Sanjuán compartieron proyecto, estrategia y aplausos con Ábalos. Lo ensalzaban en mítines. Hoy apenas susurran un “que actúe la justicia”. Y en el caso de Sanjuán, ni eso.
Ese silencio no es prudencia institucional. Es cálculo político. Porque cuando la corrupción afectaba a otros, no dudaban en montar ruedas de prensa, incendiar las redes y exigir dimisiones inmediatas. Hoy, en cambio, ni una declaración firme. Ni una autocrítica. Solo una consigna: fingir que Ábalos nunca estuvo allí.
Pero la sombra se alarga. Y no solo con Ábalos. La dimisión de Santos Cerdán, tras un informe de la Guardia Civil que lo relaciona con comisiones ilegales, ha sido seguida por una puesta en escena de Pedro Sánchez pidiendo perdón y victimizándose por haber confiado en ellos.
Y mientras la delegada de Sánchez en Valencia, Pilar Bernabé, por la mañana afirmaba que Santos Cerdán contaba con “el apoyo del PSOE en su conjunto", por la tarde aplaudía su dimisión, asegurando que la reacción de Pedro Sánchez es un ejemplo de “ejemplaridad, inmediatez y contundencia”.
¿De qué contundencia hablamos? ¿Dónde están las expulsiones, las depuraciones, las reformas? La dimisión limpia la cara de una persona, no la estructura clientelar del PSOE que se esconde tras el caso Koldo.
Ese es el doble rasero de la izquierda. Basta con bucear en la hemeroteca para encontrar tuits de cargos socialistas —también de Pedro Sánchez— exigiendo adelantos electorales, dimisiones y regeneración cuando los casos afectaban a otros partidos.
Hoy, con su propio partido bajo la lupa, no hay elecciones, ni reformas, ni regeneración. Solo un perdón a media voz y el viejo truco de pasar página. Como si los españoles no tuviéramos memoria y lo que vale para unos no valiera para sí mismo.
Esto ya no es solo un problema judicial, es un problema ético, político y democrático. No basta con pedir perdón. La regeneración no se proclama: se practica. Y empieza por asumir responsabilidades, también políticas.
Los tribunales dirán qué hizo o no hizo José Luis Ábalos. Pero los valencianos merecemos otra respuesta: ¿qué sabían y qué ocultan quienes crecieron a su sombra? El PSPV calla demasiado. Y cuando alguien calla tanto, hay que preguntarse: ¿es por vergüenza… o por miedo a que tiremos del hilo?
Juan Carlos Caballero es portavoz del Ayuntamiento de Valencia