Morrissey en el concierto de San Isidro de 1985 y cartel del programa de fiestas. Diseño: Rubén Vique.

Morrissey en el concierto de San Isidro de 1985 y cartel del programa de fiestas. Diseño: Rubén Vique.

Música

Cuando los Smiths hicieron historia en San Isidro de 1985: crónica de la noche irrepetible que puso fin a la Movida

Con motivo de su 40º aniversario, reconstruimos a través de una decena de testimonios el concierto más mítico y multitudinario de la ciudad de Madrid. 

Más información: De la 'morrisseymanía' a la cancelación: el legado del icono contradictorio que encumbró a los Smiths

Publicada
Actualizada

Pocas cosas tan traicioneras como la memoria, pero quien estuvo en el concierto de los Smiths en San Isidro de 1985 lo sabe. Nunca es fácil reconstruir una noche, y menos la del 18 de mayo de hace ya cuarenta años, cuando unos veinteañeros británicos llamados Morrissey y Johnny Marr congregaron en el paseo de Camoens de Madrid a cerca de 300.000 personas, el concierto más multitudinario de la historia de la banda y también de la capital. 

"Eso es otro de los mitos, yo no creo que hubiera ahí 300.000 personas", dice Andrés (61 años), vecino del barrio madrileño de Ventas. "Se habló en esa época de 150.000 personas. A mí 300.000 me parece una cifra disparatada para un grupo que venía de tocar en una discoteca de Barcelona", señala Manolo Bellido (66 años), cordobés y periodista curtido en Canal Sur. "En los conciertos de Camoens había muchísima gente que se quedaba en las laderas, ahí había 200.000 personas, pero viendo el concierto no había tanta gente", opina Ángel Carrasco (59 años), vecino de Barajas y fundador de Snap! Records. 

El Cultural pregunta a más de una decena de personas que acudieron al concierto y nadie parece ponerse de acuerdo. Unos cuantos miles más, unos cuantos menos, nada está muy claro y tampoco importa demasiado. Lo que sí parece haberse instaurado en la memoria de todos es el recuerdo de una gran avalancha que olía a sudor, marihuana y cerveza. 

Miguel Trillo, fotógrafo y cronista de referencia de esos movidos años, recuerda que por entonces, "en las fiestas de San Isidro no había gente joven vestida en plan castizo como ahora ni con claveles en la cabeza". "Llegaba la gente hasta el Templo de Debod", asegura Fernando (58 años), de Quintana. "En esos conciertos del parque del Oeste volaban las litronas", garantiza Elena (61 años), de Ventas. "Ahí el ambiente era interclasista, estaba toda la peña de Madrid", apunta Fernando José (60 años), también de Ventas. "Se podría decir que había gente en dos plantas, porque estaba todo el suelo ocupado y había gente subida a los árboles, en las farolas y en los balcones, a los sitios más inverosímiles", relata Bellido. 

Las crónicas de la época cuentan que más de dos millones de personas asistieron a los actos organizados por el Ayuntamiento de Madrid por las fiestas de San Isidro. Prácticamente todos los conciertos eran gratuitos, lo que desató esa euforia colectiva: Radio Futura, Loquillo, Barón Rojo, Sabina, Siniestro Total, Burning, Gabinete Caligari y los llorados Glutamato Ye-Yé, cuyo líder, Iñaki González, falleció el pasado 10 de mayo. Aunque el plato fuerte era la banda de Morrissey, que por entonces ya era uno de los grupos de moda de las islas británicas. 

María del Mar (60 años), del Barrio de la Concepción y Juan Antonio (64), de San Blas, todavía no eran pareja cuando asistieron al concierto. Ni se conocían. Fueron cada uno por su cuenta, pero ambos reconocen que, a pesar de que sabían quiénes eran los Smiths, principalmente acudieron por la fiesta. "La inmensa mayoría no sabía quiénes eran. Era la famosa Movida, el cachondeo. En esa época, casi cada fin de semana había conciertos", recuerda él. "Estudiaba en la Facultad de Ciencias de la Información y aparecimos allí porque se montaban fiestas muy importantes. Fue una época dorada, sobre todo en lo musical, unos años muy divertidos", asegura ella. 

Pero lo de los Smiths en Madrid fue mucho más que una verbena. Para Jose (62 años), de la Elipa, fue la noche en la que empezó a salir con Elena, su mujer. Y para Andrés, uno de los conciertos más importantes de su vida. "Me sabía todas las letras", asegura, orgulloso de ser de ese escaso, digamos 10%, capaz de descifrar entonces las canciones en inglés de estos jóvenes inadaptados y afectados. Hubo quien incluso se hizo 450 kilómetros para ver a Moz y compañía en directo, como Bellido y sus amigos, que viajaron desde el pueblo de Montilla (Córdoba) hasta la capital.

Isabel (57 años), de Puerta del Ángel, acababa de cumplir 18 años y aprovechó que ya no tenía hora de volver a casa para ir al concierto. Llegó tan pronto que presenció la prueba de sonido. También cómo Morrissey y Marr recorrían la feria, antes de presentar al público español Meat is Murder (1985), su controvertido y animalista segundo álbum, andorreando entre los puestos de longanizas, chorizos y fritangas. “Lo que pueden pensar de nosotros...”, recuerda haber pensado ella, antes de atreverse a pedirles un autógrafo. "Los llevaba siempre conmigo, pero como me solían robar en el Rastro, en una de esas me quitaron la cartera y los autógrafos". 

Programa original de las fiestas de San Isidro de 1985.

Programa original de las fiestas de San Isidro de 1985.

La banda, que había lanzado su álbum homónimo en 1984, ya sonaba en la radio española (no solo en Radio 3, sino también en Los 40 Principales) con éxitos como This Charming Man, Hand in Glove o What Difference Does It Make?. Esos temas fueron los que engancharon a Pedro (57 años), de Aluche, al pop-rock inglés. "¿Cómo no íbamos a estar ahí?", dice, "Al escucharles ahora, siento la misma emoción que entonces".

Él también llegó temprano al recinto, todavía era de día, y fue de los privilegiados que pudo ver a Morrissey contonearse directamente en el escenario, no a través de las pantallas. Sobre esto, tampoco parece haber consenso. Algunos, los que estaban a kilómetros de distancia del escenario, juran que no hubo pantallas para ver la actuación. Pero Trillo, que solía fotografíar los conciertos, las recuerda perfectamente.

"Yo ya había dejado de hacer fotos debajo del escenario a los grupos actuando porque el vídeo había ocupado ese espacio. Precisamente, en aquel concierto había una pantalla gigante de vídeo, la mayor que yo había visto hasta entonces, para que desde lejos se pudiera ver al grupo y, de vez en cuando, el público se veía en ella, algo muy novedoso".

Otros consideran también inusual que no hubiera las habituales vallas de separación entre el escenario y el público, a pesar de que nadie recuerda grandes altercados ese día—al menos no como los del concierto de Lou Reed en Moscardó en 1980—. "Eso fue un requisito que pidieron los Smiths", asegura Andrés, al ser un grupo muy acostumbrado a la cercanía de los clubs, como el barcelonés Studio 54, donde tocaron dos días antes del concierto madrileño.

Muchos coinciden en que si esa noche se ha convertido en una leyenda madrileña es porque el concierto se retransmitió por televisión, algo inédito hasta entonces. Fue en Televisión Española, de forma íntegra para La Edad de Oro (1983-1985), programa de culto presentado por Paloma Chamorro, quien entrevistó a la banda el día anterior al concierto. David (56 años), de Carabanchel, recuerda que no se perdía ni una sola emisión, gracias a su hermano mayor. “El programa fue uno de los motivos por los que acabamos yendo aquella noche”, cuenta.

De hecho, para Bellido, el concierto de los Smiths fue un evento especialmente importante para la gente enganchada al programa, algo muy generacional, cuyo público no superaba los 30 años. "Mi hermana tenía 15 años y se quedó en casa, así que le pedí que grabase el concierto en una cinta de vídeo 2000", cuenta Carrasco.

Trillo reconoce que, ante tanta expectación positiva, su visión en aquel momento fue agridulce. "Sabíamos que era el programa de despedida de Paloma Chamorro, quien había sido víctima de una caza de brujas contra la "rebelión juvenil" que había significado la Movida". En ese último programa, Chamorro agradeció a Enrique Tierno Galván —"San Tierno", que ya padecía el cáncer por el que moriría en 1986— su apoyo a la cultura durante sus casi siete años como alcalde. "Somos la sensación y la envidia de toda España, pero por lo que deberían envidiarnos es por el alcalde que tenemos". 

Tierno Galván, autor de la mítica "el que no esté colocao, que se coloque y al loro" —frase dicha en 1984, no en estas fiestas de San Isidro, como algunos recuerdan—, se gastó ese año 120 millones de pesetas en música en directo, presupuesto cultural muy criticado por la oposición, Alianza Popular, pero elogiado por muchos ciudadanos, sobre todo jóvenes de la época. "En un momento en el que no había conciertos grandes ni festivales de música, Madrid era un sitio privilegiado", opina Rosa (60), de la Elipa. "En esa España casposa de la que salíamos, aquello fue el canto del cisne: salían grupos a patadas, se ponían a componer sin tener ni idea de música. Era una alegría vivir en Madrid", añade Andrés. 

La frase "Tierno Galván ha sido el mejor alcalde que ha tenido Madrid en toda su historia" podría ser atribuida casi unánimemente a cualquiera de los entrevistados para este reportaje. Sin embargo, hay quienes son conscientes de que todo personaje público tiene sus claroscuros. "Fue una figura muy importante, aunque puede que no hiciese todo eso por razones estrictamente culturales", señala Carrasco, a pesar de que tiene claro que "cuando él desapareció todo empezó a decaer y, al final, Madrid se ha convertido en un lugar que no tiene nada que ver con esa ciudad que vivimos". 

Precisamente ese regusto amargo de Trillo tiene mucho que ver con que, en ese mismo 1985, el Ayuntamiento clausuró la mayoría de salas privadas de conciertos en Madrid, incluida la mítica Rock-Ola, templo de la Movida. "Era una contradicción que la clase política municipal se quisiera erigir en promotora exclusiva del ocio musical de la juventud madrileña. Y encima, sin pagar entrada. Era ponerse a la altura estética de las tiendas de Todo a 100. Creo que estábamos asistiendo al final de un ciclo. El underground de la Movida madrileña ya sonaba a tambores lejanos". 

El escritor Ray Loriga rememoraba también el concierto hace años en una emotiva columna. "Dicen que ese día terminó la famosa, denostada, reivindicada, y otra vez denostada movida; puede que sea cierto, pero no lo es menos que ese día también empezó otra cosa. Al menos para algunos de nosotros". 

Más allá de ese vídeo colgado en Internet, de esa noche quedan los recuerdos borrosos, las cintas de vídeo irreproducibles y la certeza de haber estado allí. También de que, tras hora y media de concierto, Morrissey —que regresará a Madrid el próximo 12 de junio en el ciclo Noches del Botánico— venció su timidez y lanzó su camisa de lunares color fresa al público. "La recogió un muy amigo mío. Alguna vez me dejó ponérmela, pero no sé qué fue de ella al final", asegura Isabel. Lo que está claro es que, como dice Loriga, lo de aquella noche fue real, a pesar de todo.