En ocasiones te encuentras con frases extrañas, muy extrañas, que con el tiempo adquieren sentido. O, al menos, dispones de información suficiente para entenderlas. Me pasó con esta frase que en su día leí: “Las tierras raras mantienen en movimiento gran parte del mundo”. Su autor es un periodista francés, Guillaume Pitron, firmante de un libro titulado The rare metals war: the dark side of clean energy and digital technologies. Se publicó originalmente en 2018.

No pudo ser más oportuno. Sobre todo en su traducción al inglés, disponible ya al año siguiente. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y su displicente actitud hacia Ucrania para aprovecharse de la explotación de sus recursos mineros han convertido el libro en un best seller. Fue elegido mejor libro económico aquel año. Y Pitron elevó su cotización como colaborador de diarios de prestigio como Le Figaro o La Repubblica o de televisiones de referencia como la BBC o de Bloomberg. Pitron es uno de esos divulgadores que suelen gustar en foros como Davos o la Unesco. En síntesis, la idea que defiende el libro es que, al desvincularnos de los combustibles fósiles, simplemente estamos asumiendo una nueva dependencia de los metales raros. Litio, cobalto, tierras raras, tungsteno, níquel... Se han vuelto indispensables para el desarrollo de la nueva “sociedad verde” (parques eólicos, paneles solares, etc.) y digital (integrada en nuestros teléfonos, ordenadores, tabletas y otros dispositivos inteligentes que usamos a diario). Sin embargo, los costes ambientales, económicos y políticos de esta dependencia son (y serán) incluso mayores que los de nuestra sociedad industrial actual. Sin ellas, muchas de nuestras tecnologías dejarían de funcionar, y China son (y serán) el núcleo de toda la industria.

La incursión de China en el sector de las tierras raras comenzó en la década de 1980, y en aquel entonces, el entonces líder Deng Xiaoping fue claro sobre la importancia de estos productos para la economía del país. Supo ver que donde Oriente Medio tenía (y tiene) petróleo, China tiene tierras raras. Desde entonces, China se ha convertido en líder mundial tanto como fuente de materias primas como destino de refinación, con el líder del mercado, China Northern Rare Earth High-Tech Co., unas diecisiete veces más grande que su siguiente mayor competidor internacional por capitalización bursátil. China extrae alrededor del 60% de las tierras raras del mundo y, aunque esa cifra ha disminuido respecto del 90% de 2008, el país sigue estando muy por delante de cualquier otro, y hay muy pocas señales de que eso vaya a cambiar en el futuro cercano. China cuenta con las mayores reservas comprobadas del mundo. El núcleo del volumen se encuentra en el norte del país, y produce principalmente tierras raras ligeras, mientras que las reservas más pequeñas del sur contienen arcillas que contienen tierras raras pesadas, cuya presencia es escasa. Han aprovechado bien ambas ventajas.

Tras adquirir diversas tecnologías de procesamiento de Francia durante la década de 1980, China también comenzó a trabajar para convertirse en una superpotencia de procesamiento. Casi el 90% del procesamiento mundial de tierras raras se realiza actualmente en China. Se calcula que el país produjo 70 kilotones (un kilotón=1000 toneladas) de tierras raras refinadas en 2023. El procesamiento de tierras raras es bastante complejo y China lleva dos décadas trabajando para mejorar su capacidad. Pero a diferencia del procesamiento de minerales críticos [como el cobalto], donde importa el volumen, en el caso de las tierras raras, la capacidad de refinación de China también está respaldada por sus enormes reservas, lo que les otorga una enorme ventaja. Hay tres áreas clave a través de las cuales China está aprovechando su control en el mercado: dominio financiero, experiencia tecnológica y controles de exportación.

En términos de viabilidad financiera, las tierras raras ocupan una posición curiosamente contradictoria en la industria manufacturera mundial. Su valor para la tecnología es enorme, con artículos como los imanes de neodimio (de eficiencia inigualable, dicen los expertos) y utilizados en todo tipo de productos, desde cepillos de dientes inteligentes hasta discos duros de ordenador y vehículos eléctricos. Sin embargo, el valor financiero total del mercado es relativamente pequeño en comparación con la minería y el refinado de otros minerales y metales.

Los metales son raros por su nombre, y no se pueden reemplazar con alternativas de eficiencia equivalente, pero no son tan valiosos como otros, sostiene Pitron. Para mantener su liderazgo, China suele operar con pérdidas en la cadena de suministro de tierras raras para mantener los precios bajos. Sin embargo, dada la capacidad del sistema centralizado del país para absorber estas pérdidas, esta parece ser una opción que los líderes chinos están dispuestos a tomar para mantener el control del país sobre estos elementos críticos.

Si bien los nuevos descubrimientos de yacimientos en todo el mundo son relativamente comunes, el desarrollo de minas operativas puede llevar años debido a los requisitos legales y ambientales, además de las dificultades prácticas de apertura. Los costos de superar todos estos obstáculos pueden ser prohibitivos para los recién llegados en comparación con los ingresos potenciales, y encontrar inversores dispuestos a esperar más de una década para obtener un retorno de la inversión es difícil. El acuerdo firmado por Trump con Volodimir Zelensky convierte a los EEUU en ese inversor.

Lo que se ha observado hasta ahora es que cada vez que una empresa no china comienza a desarrollar capacidad de extracción de tierras raras, China aumenta sus exportaciones, lo que hace que la nueva mina deje de ser comercial. Y esto ha dado lugar a acusaciones de dumping contra China. Pero a los chinos les importa tres higas. Les encanta perder dinero si eso hace daño a los competidores potenciales. Mientras produzcan tierras raras a un precio tan bajo, será imposible que otros produzcan recursos con un modelo de negocio decente.

En términos tecnológicos, especialmente en el procesamiento de tierras raras, China también supera con creces a la competencia. Entre 1950 y 2019, China solicitó casi 26.000 patentes relacionadas con tierras raras, en comparación con las 13.920 de Japón y las 9.810 de Estados Unidos. Y si bien las tecnologías en sí son increíblemente avanzadas, las regulaciones en China también son menos estrictas en cuanto al impacto ambiental. China está dispuesta a pagar un alto costo, social y ambiental, por tener gran parte del proceso de refinación en el país. Y para ello han creado un cuello de botella en la cadena de suministro internacional y han declarado públicamente su disposición a limitar el acceso de otros países a las tecnologías de tierras raras. Y aquí lo raros no son los chinos. El entorno geopolítico actual es mucho más complejo que antes, y los intentos de Estados Unidos de controlar el acceso de China a las tecnologías y recursos que necesita para producir semiconductores han llevado a China a controlar cada vez más el suministro de tierras raras y la tecnología asociada. Y en esto tampoco los chinos son los raros.

El dominio de China en el sector de las tierras raras será difícil de eliminar. Tiene un gran control del mercado y tiene varias bazas para mantenerlo. Mientras, la UE y EE. UU. han impulsado políticas para aumentar la capacidad de producción nacional. El objetivo a largo plazo es diversificar la producción y dejar de depender de China para las tierras raras. Si bien el proceso es lento, la situación parece estar cambiando.