Cada vez parece más claro que la explicación del “APAGÓN” que sufrió la península ibérica es más técnica que de otro calibre. Lo que no impide que la demagogia ideológica se filtre en las explicaciones de los políticos.
Unos y otros dan, o quieren dar, explicaciones. No con el objetivo de aclarar la situación, sino con la meta de deteriorar al contrario.
De toda la marabunta y verborrea de los opinadores de todo tipo, parece que hay una conclusión clara: la explicación más convincente de por qué se produjo el apagón es técnica.
Una sobrecarga en la red hizo saltar la tensión. A continuación, algunas centrales fotovoltaicas se desconectaron de golpe para evitar daños en sus instalaciones. Esa desconexión repentina tuvo como consecuencia el colapso del sistema.
Lo curioso es que había informes técnicos que apuntaban esa posibilidad de apagón desde hace tiempo.
La explicación más convincente de por qué se produjo el apagón es técnica
Informes que indican que para evitar un apagón era necesario un plan con: inversiones; un equilibrio entre las fuentes energéticas; y un sistema de vigilancia. Plan del que se hizo caso omiso por parte de los responsables: el Gobierno, Red Eléctrica (ahora Redeia) operadores y cientos de plantas, especialmente eólicas y fotovoltaicas.
Lo que ha ocurrido es que no se ha tenido en cuenta lo aconsejado por los técnicos; ha faltado previsión. No ha habido inversión para evitar las desconexiones en caso de subida rápida de la tensión y, además, no se han instalado mecanismos de conexión rápida por si se produce esa desconexión.
Ha fallado una planificación equilibrada de fuentes generadoras de energía. Contar con renovables, hidráulicas, fotovoltaicas y eólicas. Pero también era necesario disponer de centrales nucleares y de ciclo combinado funcionando, alguna de gas y, por si acaso, incluso de carbón.
¿Quién es el responsable de que no haya habido esta planificación?
En primer lugar, el Gobierno. Máxime cuando había informes de hace tiempo avisando el problema. También los organismos de regulación, la propia Red Eléctrica que, no olvidemos, en su capital tiene al Estado como mayor accionista y es el Gobierno quien propone a sus más importantes directivos, empezando por la presidencia.
Lo que ha ocurrido es que no se ha tenido en cuenta lo aconsejado por los técnicos; ha faltado previsión
Detrás del fallo está la ideología dominante en el Gobierno. La ideología del 2030 inspiradora de su política. Política que pretende sustituir toda la energía por renovables. La enemiga de las nucleares, los ciclos combinados y el carbón.
Una ideología que, además, es excluyente. La misma que confunde comprar armas con belicismo. La que no entiende el concepto amplio de defensa nacional. La que no cree en el aforismo romano: “si vis pacem para bellum (si quieres paz, prepárate para la guerra).
La ideología que ve como su horizonte de “sólo coches eléctricos” se aleja en el tiempo por coste y falta de infraestructuras.
El lunes 28 de abril de 2025 demostró palpablemente que los hechos son tozudos y que las ideologías, como la del 2030, cerradas sobre sí mismas llevan al fracaso.
Una ideología es una teoría sobre la realidad. Las teorías tienden a ser paradigmáticas, excluyentes; demonizar todo lo que se sale de ellas.
Los paradigmas se mantienen mientras resuelven problemas. Pero si hay algunos casos en los que se demuestra que fallan ante un tipo de problemas, hay que cambiar de paradigma. Así es como ha ido avanzando la humanidad a lo largo de la historia. Cuando la física de Newton se demostró incapaz de explicar la realidad, apareció la teoría de la relatividad.
La aplicación absoluta de la ideología 2030 incompletas y encerrada en sí misma, alejada de la realidad técnica, llevó al APAGÓN.
En consecuencia, hay que revisarla, buscar una nueva teoría, una nueva ideología, o dejar que la técnica se libere de ella y con pragmatismo se enfrente a los problemas que una ideología no sabe, ni puede resolver.
No hay nada más práctico que una buena teoría, ni nada más nefasto que una mala o incompleta ideología. La historia del comunismo soviético, una ideología cerrada en sí misma, es la de un fracaso histórico. La realidad es demasiado compleja como para encerrarla en un paradigma definitivo.
El 28A nos lo ha demostrado, al menos en el suministro eléctrico.
** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.