Sam Altman, creador de ChatGPT, en la visita oficial de Trump a Riad.

Sam Altman, creador de ChatGPT, en la visita oficial de Trump a Riad. Reuters

EEUU

Trump, Musk y Altman escenifican en Arabia Saudí el poder económico (y político) de la nueva tecno-oligarquía

Los contratos cerrados incluyen la venta de chips de Nvidia a la empresa saudí Humain o la concesión de una licencia de explotación para el sistema de satélites Starlink de Musk.

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Washington D.C.
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“En estos momentos, se está gestando una oligarquía en Estados Unidos construida sobre una concentración extrema de riqueza, poder e influencia”, advertía ya en enero el entonces presidente, Joe Biden, durante su discurso de despedida, apenas cinco días antes de cederle el bastón de mando a su sucesor, Donald Trump.

Las palabras del mandatario demócrata han adquirido estos días un tinte profético en los pasillos de Washington después de que Trump haya puesto rumbo a Oriente Próximo acompañado de una numerosa comitiva de empresarios, principalmente del sector tecnológico. Los nombres de Elon Musk, director ejecutivo de empresas como Tesla o SpaceX, o Sam Altman, padre de ChatGPT, destacan en un grupo en el que también están presentes representantes de empresas de la talla de IBM, Amazon, Alphabet o Nvidia.

Federico Steinberg, catedrático Príncipe de Asturias en la Universidad de Georgetown e investigador principal del Real Instituto Elcano, ve este renovado interés mostrado por el presidente en las empresas tecnológicas como “algo natural” debido que su riqueza es “abrumadora” y no ha parado de crecer en los últimos años.

“Hay que tener en cuenta que Trump considera que los centros de poder económico son también centros de poder político –señala Steinberg– y no le falta razón”.

En este sentido, como viene siendo habitual en el mandatario republicano, Trump ha obviado las tradiciones inherentes a su cargo y en vez de dedicar el primer viaje de Estado de su presidencia al Reino Unido, como suele ser habitual, ha puesto rumbo al Golfo Pérsico, donde tiene previsto visitar –además de Arabia Saudí– Qatar y los Emiratos Árabes.

Se podría argumentar que en estos momentos, la situación en la región requiere de una atención más urgente que el cultivar las alianzas históricas. Al fin y al cabo, Washington ha mostrado un gran interés en los principales asuntos que marcan la agenda de la región estos días; como el conflicto en Gaza, las negociaciones nucleares con Irán, el nuevo gobierno de Siria e, incluso, el deseo del propio Trump de renombrar oficialmente el golfo Pérsico como golfo Arábigo.

Sin embargo, por el momento, el aspecto de la gira que más destacan desde el gobierno estadounidense es el económico. “Hoy, el presidente Donald Trump anunció un compromiso de inversión por parte de Arabia Saudí en los Estados Unidos, construyendo así lazos económicos que durarán durante generaciones”, abría el primer comunicado emitido por la Casa Blanca con motivo de la gira.

El martes, durante un foro de negocios organizado en Riad, ya se dieron a conocer los primeros acuerdos de inversión, que incluían la venta por parte de Nvidia de chips a la empresa saudí Humain o la concesión por parte de las autoridades locales de una licencia de explotación para el sistema de satélites Starlink de Musk.

Según estimaciones del gobierno, en total, durante esta primera parada de su gira, el presidente republicano habría logrado encauzar inversiones en Estados Unidos, por valor de 600.000 millones de dólares. Este monto incluye un paquete armamentístico por valor de casi 142.000 millones de dólares, pero el resto serían inversiones, principalmente en el sector tecnológico.

“Creo que si hay algo que definió las pasadas elecciones es que muchas de las personas que apoyaron a Donald Trump, lo hicieron porque creen que este será un gobierno corrupto, fracturado”, comentaba recientemente el profesor Lawrence Lessig de la Escuela de Derecho de Harvard, en el podcast Policycast. “Pero me temo que es inútil el utilizar palabras como oligarquía o plutocracia al hablar con la gente de los problemas del gobierno y creo que eso quedó probado en la última campaña presidencial”.

El precio pagado por algunas de estas empresas, eso sí, no ha sido baladí. Desde que Trump anunció su intención de postularse a un nuevo mandato, la mayoría de los directores ejecutivos de estas empresas le han rendido pleitesía, o bien mediante jugosas donaciones, como es el caso de Musk, que destinó cientos de millones de dólares de su bolsillo a la campaña del republicano, o bien tomando decisiones controvertidas que han favorecido los intereses del actual presidente, como la decisión de Jeff Bezos de impedir la publicación de un editorial en favor de la candidata demócrata, Kamala Harris, o la de Mark Zuckerberg de poner fin a la moderación de contenidos de Facebook en Estados Unidos.

A cambio, Trump no solo les ha llevado de viaje al golfo Pérsico, sino que también ha publicitado sus productos en la Casa Blanca, como fue el caso de Tesla cuando el valor de sus acciones cayó en picado, o celebrado ostensiblemente sus inversiones, como cuando un consorcio de empresas, entre las que se encuentra la OpenAI de Altman, anunció en enero que destinaría unos 500.000 millones de dólares para desarrollar en el país infraestructuras relacionadas con la inteligencia artificial.

Sin embargo, eso no implica que esta nueva oligarquía tenga la capacidad de marcar la agenda del gobierno estadounidense, considera el catedrático Steinberg, quien apunta a “la otra cara de la moneda”: el miedo. “Y es que estos empresarios saben que Trump también puede ponerles las cosas muy difíciles”.