
Un hombre camina por la playa de la Magdalena, en el municipio de Cabañas (Galicia). EFE
Una epidemia de soledad no deseada se ceba con España: "Vivimos en una sociedad que es cada vez más individualista"
Un estudio, realizado por investigadores españoles, ha revelado que estar viudo o separado se asocia más con este problema que ser migrante o hacer ejercicio.
Más información: Así mata la soledad: las tres enfermedades asociadas a vivir infeliz y sin compañía
España cumple con un buen número de factores de riesgo de la soledad no deseada: a la cabeza de Europa en tasa de depresión; uno de los países más longevos del mundo; y con un aumento de casi un 30% en viviendas unipersonales para la próxima década. No es de extrañar entonces que en nuestro país al menos una de cada cinco personas sufre soledad no deseada, según el último Barómetro de la soledad no deseada en España.
"Es un número preocupante", asegura a EL ESPAÑOL Natalia Martín, psicóloga y coautora del libro Soledades (Editorial Pirámide), junto a Elvira Lara. Para el investigador del Instituto de Investigación San Joan de Déu (IRSJD) Joan Domènech, la soledad no tiene que considerarse tanto en cuanto a que haya más o menos personas, sino en qué fase las encontramos.
En este aspecto, las cifras también preocupan a los expertos: el 67,6% de las personas que sufren soledad llevan en esta situación desde hace más de dos años; y un 59%, desde hace más de tres. La soledad es "más dañina" para la salud cuando se cronifica. En España, la soledad crónica (personas que sufren soledad desde hace dos o más años) se sitúa en el 13,5% de la población.
"Es un indicador de que algo no está funcionando bien", sostiene Martín, quien cree que lo que está fallando es el "café para todos", entendiendo erróneamente que sólo hay una soledad y, por tanto, una única forma de ponerle solución: "No estamos sabiendo llegar a esta experiencia tan personal".
La percepción de soledad
Las acciones que ofrecen la mayoría de las administraciones se dirigen a proporcionar apoyo social. "Muchos estudios se centran en que si tienes relaciones sociales, ya vas a dejar de tener soledad", Blanca Dolz, investigadora del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM) y primera autora de un reciente estudio en el que se destaca la necesidad de diseñar intervenciones personalizadas para abordar la soledad.
"La soledad es un sentimiento subjetivo", prosigue. "Estar aislado está relacionado con la soledad, pero no es lo mismo que sentirse solo. Puedes estar rodeado de gente y aún así sentirte solo". En la población española también varía la percepción que se tiene. Según un estudio, publicado en 2017, los sentimientos de soledad en las personas deprimidas se asociaban a tener una red social pequeña; entre las personas sin depresión, a estar casadas.
Para Domènech, uno de los autores de este trabajo, lo que refleja este "curioso resultado" es que la relación conyugal no es satisfactoria en estos casos. Aun así, el estar casado actúa como protector frente a la soledad. Como demuestra el estudio longitudinal de Dolz, hay otros factores que aumentan más el riesgo de sufrir soledad en España.

El entorno urbano tiene "un gran impacto" en la soledad.
La probabilidad aumenta, por ejemplo, para aquellos que nunca se han casado, los separados, los viudos o los que viven solos. También presentaron más riesgo quienes estaban deprimidos, eran migrantes o reportaron ideación suicida. En cambio, el apoyo y la confianza social se asoció con una menor probabilidad de pertenecer al grupo con unos niveles de soledad altos. Hay casos, como el ejercicio moderado, en los que no se encontró una relación significativa.
La investigadora del CIBERSAM cree el hecho de que estar viudo o separado presente más riesgo que la ideación suicida o el ser migranteque puede deberse a que "la pérdida de la pareja, una de las personas más relevantes de tu vida, va más allá de perder a un ser querido". Por este motivo, la soledad no deseada en nuestro país muestra un patrón de U invertida, con los mayores niveles al principio y al final de la vida.
Según el Informe de percepción social de la soledad no deseada, se estima que la prevalencia de soledad en la generación del baby boom es de un 5,6%, frente al 16,5% de la generación Z y millennials. Que el porcentaje no sea tan elevado entre quienes tienen ahora de 55 a 74 años responde a que están en "un momento del ciclo vital en el que no ocurren grandes cambios".
Aun así, Dolz advierte que "no se está estudiando cómo es la soledad para ellos". La consecuencia será que cuando la experimenten en el futuro los recursos que se hayan generado sirvan para la generación anterior, pero no para la del baby boom. "Es evidente que existe soledad en las personas mayores, pero se nos están olvidando otros grupos poblacionales".
"Cuando dibujamos el perfil", continúa la investigadora, "nos imaginamos a una señora mayor de 80 años, viuda y cuyos hijos viven lejos". En España, el mito de que la soledad sólo lleva nombre de mujer no es del todo cierto: el 21,8% de las mujeres en España se sienten solas, frente al 18% de los hombres. La investigadora en salud mental de la Universidad Autónoma de Madrid Marta Miret sospecha que esta ligera diferencia puede deberse a que "ellas tienden más a reflexionar sobre sus propias emociones y le dan más peso a las relaciones sociales".
Es un problema social
Otro de los errores que suele cometer a la hora de evaluar la soledad es hacerlo de forma independiente, sin tener en cuenta el resto de problemas. "Las circunstancias sociales, económicas y políticas acaban afectando a nuestras probabilidades de establecer relaciones sociales satisfactorias", apunta Domènech.
La soledad está estrechamente relacionada con la capacidad económica. Según el citado informe del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada (SoledadES), la soledad no deseada es más del doble en los hogares que llegan con dificultad a fin de mes (30,1%) que en los que llegan con facilidad (13,3%). Independientemente de la economía, lo que también parece cierto es que los cambios en los modelos de vivienda intensifican el aislamiento social.
En 2039, según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística, un 33,5% de las viviendas familiares serán unipersonales; o lo que es igual, una de cada tres personas no tendrán a nadie con quien hablar en su hogar. Aunque también entran en juego otros factores, los especialistas consultados por este periódico coinciden en que es uno de los que más aumenta el riesgo de experimentar soledad.
El entorno urbano también tiene "un gran impacto" en la soledad. El ejemplo que pone Dolz es el de la pérdida de los comercios locales: "Si una persona mayor acude a un establecimiento en el que ya no le conocen, es muy difícil que así aparezca la alerta" que no va a salir de quien la está sufriendo. Por ello para evaluar la soledad no deseada se formulan preguntas indirectas.
"Vivimos en una sociedad que es cada vez más individualista", sostiene Miret, quien cree que "dedicamos poco tiempo a cuidar nuestras propias relaciones sociales". Pero no sólo depende de la cantidad, sino también de la calidad. "No es lo mismo quedar a tomar un café con un amigo que poner un mensaje en Instagram", como sucede con las personas que sufren soledad: el 45,1% de ellas se relaciona online con su familia, mientras que el 38,4% lo hace con sus amistades.
Y de salud pública
Aunque la red social sea amplia, "hay veces en las que no se tiene a nadie con quien tener una relación más íntima". Y precisamente "las personas que más hablan abiertamente de cómo se sienten, son las que menos soledad deseada" pueden experimentar, lo cual no sólo le ayuda a prevenir este sentimiento, sino que también reduce el riesgo de sufrir otros problemas de salud, como la depresión, el ictus o la demencia.
Y es que, como ya han demostrado varios estudios, la soledad también aumenta el riesgo de mortalidad prematura. Un metaanálisis, publicado en 2015, llegó a comparar el aislamiento social prolongado con fumar 15 cigarrillos diarios. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo consideró un problema tan acuciante que puso en marcha una comisión internacional para abordar el problema de la soledad.
Entre los miembros se encontraba la que fuera ministra de Soledad y Aislamiento en Japón, Ayuko Kato. Para Dolz, no sería "descabellado" pensar que en España se pueda constituir un ministerio como el del país asiático "si se sigue en esta línea". Aunque para ello debería dejar de estar olvidado: "La soledad no es una prioridad política, pese a que existe suficiente evidencia científica que demuestra que es un problema de salud pública importante", concluye Miret.