
Coral Gardeners, los jardineros del océano. Cedida
Coral Gardeners, los jardineros del océano: la oenegé que cultiva corales en los fondos marinos de la Polinesia francesa
Creada en 2017 por el joven Titouan Bernicot, tiene como objetivo salvar y restaurar los arrecifes ante una "alarmante pérdida de biodiversidad".
Más información: Fecundación 'in vitro' de corales: la novedosa técnica empleada en el Caribe para impulsar la restauración de la biodiversidad
Bajo las aguas turquesas de Mo'orea, una pequeña isla de la Polinesia francesa, un grupo de jóvenes buceadores tiene una misión. Con cincel en mano, no buscan un tesoro, sino devolverle la vida a un ecosistema que, desde el fondo del mar, pide ayuda en una silenciosa agonía: los arrecifes de coral.
Algunos son biólogos, algunos ingenieros. Otros, simplemente, tienen como currículum la vida en el océano. Este último es el caso Titouan Bernicot, un joven de tan sólo 26 años que, con 16, ya conocía las aguas francopolinesias como la palma de su mano.
Nació en una pequeña isla del territorio de ultramar galo, donde sus padres poseían un criadero de perlas. Su niñez, con sabor a salitre, se basó en neoprenos y gafas de buceo. Pero fue a los 16 cuando su cabeza hizo clic.
Aquellos corales que sus ojos miraban embelesados cada tarde bajo el mar, estaban palideciendo bajo el estrés térmico, así que, con el miedo de que su "hogar" perdiera su riqueza de biodiversidad, decidió actuar. Era el año 2017, y aquel, el origen de un movimiento que hoy cuenta con nombre propio.
Tenía 18 años cuando se convirtió en el CEO y fundador de Coral Gardeners, la oenegé que cultiva arrecifes de coral en los fondos marinos. Ahora, lo que comenzó como un gesto local de desesperación, se ha convertido en un modelo global de restauración marina.
Con más de 100.870 corales trasplantados y una red de viveros que abarcan 1,2 hectáreas, combinan tecnología punta, ciencia comunitaria y una red de más de 1,8 millones de seguidores en Instagram que adoptan corales desde sus smartphones.
Paso a la revolución
Bernicot no tenía ninguna noción académica sobre arrecifes cuando inició este viaje, pero una vida entre perlas y un conteo de horas infinitas buceando entre corales fueron suficientes para ponerse en pie de guerra.
"No éramos biólogos, pero el mar era nuestro patio", confiesa a ENCLAVE ODS. Con un grupo de surfistas y pescadores, comenzó a recolectar fragmentos de coral moribundos, ensayando técnicas de cultivo en estructuras submarinas artesanales.
Lo que parecía un acto quijotesco pronto atrajo a científicos e ingenieros, formando un equipo de hasta 60 miembros que hoy opera en tres continentes.
Su misión, según explican desde la organización, es clara: "Revolucionar la conservación oceánica creando un movimiento global para salvar los arrecifes".
Un objetivo que se traduce en números concretos: 100.870 corales trasplantados, 1,2 hectáreas de viveros submarinos y una ambición de alcanzar el millón de ejemplares para 2025.
Así se cultiva un arrecife
La restauración coralina es un acto de fe y precisión. Todo comienza con la búsqueda de "supercorales", colonias que han sobrevivido a eventos masivos de blanqueamiento.
Utilizando herramientas desarrolladas por su laboratorio interno, CG Labs, identifican ejemplares con tasas de supervivencia del 90%, incluso cuando las temperaturas superan los 30 °C. "Tomamos menos del 10% de cada colonia madre", desgranan, "para no alterar el equilibrio del ecosistema".
Estos fragmentos viajan luego a viveros submarinos: jardines de cuerdas, mesas y árboles artificiales donde crecen durante 12 a 18 meses. En aguas polinesias, cada coral alcanza unos 10 centímetros antes del trasplante, un proceso meticuloso que emplea epoxi marino para fijarlos a arrecifes degradados.
La paciencia es clave: los corales trasplantados tardarán entre tres y cinco años en alcanzar la madurez sexual, iniciando ciclos de desove que regenerarán el ecosistema de forma autónoma.

Coral Gardeners, los jardineros del océano. Cedida
Pero la naturaleza impone sus reglas. En 2024, tras el peor blanqueamiento registrado, el equipo ajustó sus métodos. "La restauración debe ser adaptable. Observamos a los corales resilientes y seguimos su ejemplo", admiten.
Un enfoque flexible que ya muestra resultados: en el vivero de Tiaia —en la isla de Mo’orea—, la biodiversidad ha aumentado un 40%, con 52 especies de peces documentadas, donde antes solo había 12.
Cuando el arrecife habla
Si los corales son la semilla, la tecnología es el riego. El CG Labs ha desarrollado un ecosistema digital paralelo al submarino:
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ReefOS, una red de sensores que monitorea en tiempo real la salud de cuatro arrecifes, transmitiendo datos de temperatura, acidez y crecimiento a una plataforma accesible desde cualquier smartphone.
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Reef Cam, cámaras con inteligencia artificial capaces de identificar especies y patrones de blanqueamiento con un 95% de precisión, reduciendo el trabajo manual en un 70%.
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Reef MAP, que mediante fotogrametría 3D crea mapas detallados para evaluar cambios estructurales.
Estas herramientas no solo optimizan la restauración, sino que han convertido a Coral Gardeners en un laboratorio vivo para instituciones como la Universidad de California. "La tecnología nos permite escalar sin perder el rigor científico", destacan.
Más allá del océano
Lo que comenzó en una bahía polinesia hoy se extiende por el globo. En Fiyi, surfistas tradicionales supervisan viveros, integrando conocimientos ancestrales sobre mareas.
En Tailandia, ocho pescadores de Koh Kood fueron capacitados en técnicas de propagación, asegurando la sostenibilidad local. Próximamente, diez nuevas ramas se sumarán a las ya operativas, cada una adaptando el modelo a realidades ecológicas y culturales únicas.
El turismo juega un papel clave: el programa Xperience recibe a 15.000 visitantes anuales que, tras un briefing en la sede de Paopao, ayudan en trasplantes y financian el 30% de las operaciones. "No queremos espectadores, sino cómplices", afirman.
Pero, aun con éxitos medibles, hay dos obstáculos que continúan en su camino. El primero es de escala: "Necesitamos quintuplicar nuestro ritmo para alcanzar el millón de corales en 2025", reconocen.
La solución pasa por robots submarinos que automatizarían el 60% del proceso, actualmente en fase de pruebas. El segundo reto es económico. Con un presupuesto anual de 2 millones de euros, solo el 15% proviene de donaciones tradicionales.

Coral Gardeners ha revolucionado la conservación y el trasplante de corales. Cedida
El resto surge de fuentes innovadoras: adopciones simbólicas (50 € por coral), merchandising fabricado con algas marinas y alianzas con marcas como Rolex y North Sails. "La conservación debe ser económicamente sostenible para perdurar", insisten.
Más allá de los números, Coral Gardeners ha tejido una red de influencia global. Sus embajadores —desde el actor Jason Momoa hasta la oceanógrafa Sylvia Earle— amplifican un mensaje urgente: "La restauración es un parche temporal. Necesitamos acción climática ya".
En redes sociales, campañas como #SaveTheReef han movilizado a medio millón de personas en limpiezas costeras, mientras su contenido educativo alcanza a 455 millones de usuarios anuales.
Para quienes quieran sumarse, las rutas son claras: adoptar un coral, unirse a proyectos de voluntariado a través de plataformas como Wise Oceans, o simplemente compartir su causa. "El océano no necesita héroes, sino jardineros pacientes", concluyen.
Y en ese oficio, esta generación ya escribe su legado con herramientas en una mano y corales en la otra, recordándonos que incluso en el Antropoceno, la esperanza puede echar raíces en el fondo del mar.