Beatriz Jacoste, CEO de KM ZERO Food Innovation Hub.

Beatriz Jacoste, CEO de KM ZERO Food Innovation Hub.

Opinión la tribuna

Innovación y soberanía alimentaria: un reto inaplazable

Beatriz Jacoste
Publicada

Hasta ahora, el nacimiento de empresas emergentes y proyectos innovadores en el sector alimentario se ha enfocado en ofrecer alternativas para una cadena que, según todos los indicadores, es insostenible a nivel medioambiental e ineficiente a la hora de producir alimentos saludables y accesibles para una población que se estima que alcanzará los 10.000 millones de personas en el año 2050.

Este enfoque transformador ha sido suscrito por la Comisión Europea con motivo de la aprobación del Pacto Verde Europeo, destacando que se necesitan 25 años, toda una generación, para cambiar por completo un sector industrial y todas sus cadenas de valor. Por eso, el momento de renovar nuestro modelo de producción y consumo es "ahora" y la industria foodtech, una de las principales palancas de cambio.

El objetivo de neutralidad climática para el 2050 y el desarrollo de la estrategia "de la granja a la mesa" (From Farm to Fork), ambos impulsados por las instituciones europeas, suponen un espaldarazo para el ecosistema foodtech en todos sus ámbitos, dando un sentido no sólo empresarial, sino sociopolítico, a las startups y proyectos centrados en la innovación alimentaria.

Sin embargo, los recientes e inciertos cambios en el tablero geopolítico global nos dan una nueva razón para considerar al foodtech un sector incontestablemente estratégico: la protección de nuestra soberanía alimentaria.

Europa debe asentar con firmeza los pilares de un sistema alimentario sostenible, competitivo, eficiente y capaz de conectar lo global con las comunidades locales. Ante los procesos de cambio climático, pérdida de suelos de cultivo o la irrupción de conflictos y nuevas políticas que impactan profundamente en la cadena alimentaria global, se requieren alianzas estratégicas entre las instituciones y los distintos agentes que definen la relación entre los alimentos y el conjunto de los ciudadanos.

Acciones como el fomento de los sistemas de producción locales y su mejora mediante nuevas tecnologías, la descarbonización de los procesos y la inclusión en nuestra dieta de proteínas complementarias provenientes de algas, vegetales o la acción de microorganismos, deben ser la garantía de una cadena alimentaria resiliente y capaz de garantizarnos el acceso a una dieta saludable.

En este sentido, la cuestión de la soberanía alimentaria, junto a otros desafíos, fue ampliamente debatida en 2024 en Valencia, gracias a la reunión de un think tank de medio centenar de expertos internacionales en el sistema alimentario: The Food Changemakers, impulsado por KM ZERO Food Innovation Hub.

El diagnóstico, recomendaciones y líneas de acción propuestas por estas voces líderes se han plasmado en la reciente edición del informe Fooduristic, realizado por KM ZERO con el apoyo de Valencia Innovation Capital, que recoge 10 claves para el futuro del sistema alimentario. Su último capítulo es especialmente significativo para el ecosistema foodtech, al plantear ideas para un nuevo marco estratégico capaz de acelerar su crecimiento y redireccionar su creciente peso económico, empresarial y social.

Tal y como recoge el informe, los expertos no dudan en destacar que contamos con una arquitectura normativa insuficiente para apoyar los cambios que las nuevas tecnologías y los modelos de innovación abierta que se están propiciando en la industria alimentaria.

A esto se suma la ausencia de estándares para medir el impacto medioambiental de los procesos y productos, que desmotiva a las empresas a la hora de invertir en soluciones verdes a la par que dificulta la evaluación de resultados y frena a los inversores interesados en iniciativas de impacto ambiental.

En paralelo, la rigidez de la regulación europea supone una barrera para las empresas que desarrollan nuevos alimentos, que encallan en procesos normativos poco adaptados que hacen que estos proyectos sean percibidos como de alto riesgo y con un retorno de inversión incierto. ¿El resultado? Una huida del capital privado hacia inversiones con menos beneficios sociales y ambientales, pero con una rentabilidad más segura.

Pese a estas limitaciones, la Unión Europea ha buscado favorecer el acceso al mercado de los alimentos innovadores, por ejemplo, con la revisión en 2018 del Reglamento sobre esta materia, tratando de simplificar y centralizar el proceso para la aprobación de los nuevos alimentos tras su correspondiente evaluación científica.

En esta misma línea, la propuesta de Reglamento publicada por la Comisión en 2023 también abogaba por facilitar la introducción de nuevas técnicas genómicas para aumentar la resistencia del sistema alimentario (NGT, por sus siglas en inglés "New Genomic Techniques").

Un paso adelante, pero que sólo supondrá un avance significativo si las mismas instituciones que fijan la infraestructura técnica y regulatoria establecen también los medios económicos directos e indirectos para estimular a las compañías, emprendedores e inversores a los que afectan estos procesos.

Y es que las barreras regulatorias y las políticas económicas pueden tener un impacto decisivo en la competitividad de las startups foodtech europeas, en comparación con sus contrapartes estadounidenses o asiáticas. Una diferencia que reviste de gran importancia, especialmente, en el contexto actual.

La modificación de unos marcos normativos excesivamente inflexibles no sólo debería suponer una reflexión sobre su compatibilidad con los objetivos de la UE en alimentación y sostenibilidad, sino que debe animar a las administraciones públicas a serparte activa del proceso de cambio con programas de financiación público-privados que permitan impulsar proyectos relevantes para la soberanía alimentaria europea.

No se trata únicamente de simplificar el factor burocrático ni de inyectar fondos públicos a startups foodtech, sino de establecer definiciones claras de conceptos como la sostenibilidad, de promover instrumentos como los bonos verdes para financiar soluciones sostenibles o de apoyar modelos de microcréditos y esquemas financieros accesibles para la adopción de nuevas tecnologías entre los pequeños agricultores y las empresas agroalimentarias.

Necesitamos, en definitiva, fomentar la cooperación y generar una red de alianzas entre instituciones, emprendedores y corporaciones que brinde el apoyo necesario a las iniciativas que están llamadas a redefinir el futuro de nuestra alimentación. Nos jugamos garantizar el abastecimiento de alimentos de calidad, y con esto preservar nuestra identidad, nuestra fuente de riqueza económica y, a fin de cuentas, estabilidad y bienestar para la sociedad en su conjunto.

***Beatriz Jacoste es CEO de KM ZERO Food Innovation Hub.

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