
Ana Acebron, directora del C3N-IA Parque Científico UC3M.
Los parques científicos y tecnológicos: valor presente y apuesta futura
“Los parques aportan”. Este lema se ha repetido tanto que, algunas veces, se usa como muletilla. Sin embargo, ¿es cierta esta declaración?
Estamos inmersos en un cambio en el que la tecnología profunda disruptiva deep-tech acapara cada vez más protagonismo, no sólo por las sorpresas que nos asaltan en las noticias diarias, sino por la propia evolución de la innovación, en la cual voces autorizadas anuncian ya que entramos en la era dorada de la tecnología y el emprendimiento disruptivo, la gran ola de la innovación, la cuarta donde la deep-tech es protagonista.
Es aquí, donde los parques nos contagiamos de ese espíritu inconformista que tiene todo emprendedor o emprendedora, que también es empresario o empresaria, cuya vocación es cambiar el mundo resolviendo los problemas complejos. Los parques son espacios consolidados, con la dificultad, esfuerzo y tiempo que esto ha supuesto, en los cuales se provocan y producen dinámicas de innovación que acaban impactando en nuestra sociedad para mejorarla.
El término deep-tech tiene acepciones y orígenes variados según acompañe a otros. Aquí, lo utilizamos para referirnos a empresas de nueva creación y basadas en el conocimiento. En este sentido, lo limitamos a la acepción que acuñó Swati Chaturvedi aludiendo a empresas fundadas a partir de un descubrimiento científico o tecnológico, para resolver problemas. Los cambios a los que alude no son imaginables para el ciudadano/a común. Por oposición, en el otro extremo, está la tecnología de cambio “superficial “o “Shallow Tech”.
Me refiero, pues, a la tecnología revolucionaria, la que crea nuevos mercados o hace un quiebro muy significativo en los ya existentes. Algunas de las características de este tipo de empresas es que requieren un capital humano interdisciplinario y altamente cualificado, pues operan en la convergencia de tecnologías, o ciencias y tecnología; tienen inclinación a conseguir productos tangibles que precisan proteger. Son “aventuras” que conllevan tanta incertidumbre como riesgo y posible impacto social, por lo que requieren un importe muy alto de capital, y que este sea paciente, pues su tiempo para llegar al mercado es relativamente largo. Además, dada su intensidad en conocimiento, generalmente precisan mantener la relación con la universidad o centro de investigación en el que han nacido, y ya per sé, llevan detrás años de inversión pública.
Dadas las amenazas que recientemente han aflorado, parece que la deriva nos lleva a un nuevo escenario mundial. En él se pone de manifiesto que Europa necesita ejercer un control del sistema social-económico, a través del desarrollo de su soberanía tecnológica, más allá de la defensa del territorio.
Y ¿qué tiene que ver esto con los parques científicos y tecnológicos? El emprendedor/a se concentra en un producto o servicio, la empresa aislada no se beneficia ni avanza en las posibilidades que tiene alrededor. El coste de “trabajarse el ecosistema” es demasiado alto y la inversión privada en estas tecnologías aún muy escasa. El parque proporciona toda una red de elementos tangibles e intangibles, más valiosos, si cabe, pues están en el centro de los ecosistemas regionales de innovación, ofreciendo a las empresas residentes o vinculadas a ellos, un enclave propicio para convertir la investigación en un valor de mercado. Ese valor vuelve a invertirse en conocimiento y esto que denominamos “círculo virtuoso de la Innovación”, es el gran objetivo de un parque científico y tecnológico (PCTs).
Los PCTs españoles agrupan la actividad de sectores más intensivos en conocimiento y tecnología; favorecen la ubicación de las jóvenes empresas de base tecnológica; de esta suerte, aglutinan empresas menores de siete años y ejercen una atracción particular a aquellas de nueva creación, proporcionando apoyo, espacio y acceso a infraestructuras. Las empresas de los parques acuden antes a la captación de fondos, diversifican la financiación pública de la I+D+i y traccionan la privada, concurriendo en Europa como una alternativa más de captación de inversión. La intensidad y productividad de la I+D+i identifica a las empresas innovadoras de los PCTs con mejores cifras de gasto de I+D+i, incorporando más personal de investigación y más cualificado que las empresas de fuera.
La información recogida por la Asociación de Parques Científicos y Tecnológicos de España (APTE) señala que, en el 2023, en los 53 PCTs nacionales se albergaban 5.908 entidades y, según la Encuesta Nacional de Innovación, las más innovadoras de España. Estas empresas facturaban 28.917 millones de euros y proporcionaban empleo a 161.435 personas que se dedicaban exclusivamente a las tareas de I+D+I, generando nuevos productos innovadores.
En definitiva, los PCTS son enclaves en los que se concentra el esfuerzo de la I+D+i, las empresas más jóvenes y se favorecen prácticas de innovación abierta, conformando un entorno ya consolidado, propicio para asumir y contribuir a la apuesta del emprendimiento Deep-Tech. Apuesta que ya está aquí, y a la que hay que asistir con rapidez desde muchos planos, como recoge el grupo de trabajo de emprendimiento del FEI, Foro de Empresas Innovadoras.
Hablar de fortalecer los ecosistemas de innovación en deep-tech, es hablar de poner en valor, exigir y beneficiarse al máximo de toda la inversión pública, y muchas veces público privada, en la I+D+I que afortunadamente tenemos en España.
Así que sí, los datos nos avalan y ya no cabe duda, los parques científicos y tecnológicos, aportan y nos aportan mucho como sociedad.
***Ana Acebron es directora del C3N-IA Parque Científico UC3M