
Diego Isabel La Moneda es director de la Fundación Foro NESI de Nueva Economía e Innovación Social.
Invertir en la era de Trump (y no hablo de Defensa)
Con cada nuevo anuncio del presidente Trump —la presión a sus aliados para invertir más en defensa, los vaivenes con los aranceles y las amenazas comerciales— las bolsas tiemblan, los mercados reaccionan y el mundo entero vuelve a vivir en una incertidumbre económica global.
La sensación de inestabilidad es palpable, y la pregunta que muchos pequeños y medianos inversores se hacen es simple pero crucial: ¿dónde invertir en esta era? Descarto de antemano la industria armamentística. Por rentable que pueda parecer a partir de los recientes anuncios, su carga ética y sus riesgos económicos de largo plazo la convierten en una apuesta frágil y oportunista.
Prefiero hablar de otro tipo de inversión, una que gana cada vez más terreno, incluso en entornos turbulentos: la inversión de impacto. Este tipo de inversión tiene como prioridad generar un cambio positivo en la sociedad y/o el medioambiente, garantizando al mismo tiempo una rentabilidad económica adecuada.
No es filantropía: son inversiones con retorno, pero con propósito. Y en un momento donde todo parece girar alrededor del corto plazo, apostar por proyectos que piensan en el medio y largo plazo es más estratégico que nunca.
¿Por qué mirar hacia la inversión de impacto ahora?
1.- Porque contribuye a una Nueva Economía centrada en las personas y el planeta. Invertir en impacto significa financiar soluciones reales a problemas reales: acceso a vivienda, inclusión social, economía verde, energías limpias, reducción de plásticos… Proyectos que tocan fibras humanas y que, además, ofrecen retornos sostenibles.
2.- Porque está alineada con nuevos modelos económicos en auge. La inversión de impacto es la fuerza financiera que impulsa modelos como la economía social (que representa en torno al 10% del PIB español y emplea a más de 2 millones de personas), la economía plateada, vinculada al envejecimiento activo y que mueve ya más de 5 billones de euros al año en Europa, o la economía circular, clave en los objetivos climáticos de la UE para 2030.
A ellas se suma, entre otras, la economía regenerativa, centrada en restaurar tanto los ecosistemas naturales como en revitalizar valores esenciales del ser humano, como la colaboración, el cuidado mutuo y la vida en comunidad. Todas estas economías ofrecen oportunidades de negocio sólidas, rentables y alineadas con las nuevas demandas sociales y medioambientales.
3.- Porque devuelve sentido a la palabra “valores” en los mercados de valores. La bolsa nació como un mecanismo para financiar empresas reales. Hoy, sin embargo, gran parte de la inversión tradicional se basa en algoritmos, especulación y anuncios presidenciales. En contraste, los inversores de impacto analizan personas, modelos de negocio, motivaciones y, muy especialmente, el impacto que generarán. No se invierte en humo, se invierte en ideas tangibles y transformadoras.
4.- Porque apuesta por el medio y largo plazo. Las inversiones de impacto no persiguen beneficios inmediatos, sino retornos sostenidos en el tiempo. Son apuestas “pacientes”, con estudios rigurosos de viabilidad económica, pero también social y ambiental. Esto genera confianza y reduce la volatilidad.
5.- Porque en España ya hay un ecosistema listo para crecer. Nuestro país ha visto en los últimos años el surgimiento de un ecosistema vibrante en torno a esta Nueva Economía: inversores, fundaciones, administraciones públicas, universidades y emprendedores sociales. Un ejemplo pionero es "Málaga No Caduca", el primer Contrato de Impacto Social lanzado en España, impulsado por la Diputación de Málaga, que combina financiación pública y privada para reducir el desperdicio alimentario y fomentar la inserción laboral de personas en riesgo de exclusión.
También destacan iniciativas como Gravity Wave, liderada por una joven emprendedora que convierte residuos plásticos del mar en mobiliario sostenible, o empresas como Koiki, que apuesta por una logística de última milla inclusiva y respetuosa con el medioambiente. Estos proyectos demuestran que el impacto es rentable, escalable y cada vez más necesario.
Además, plataformas como SpainNAB —que agrupa a los principales inversores de impacto en España—, junto a numerosas organizaciones comprometidas con el emprendimiento social, están conectando capital con ideas, canalizando la inversión hacia proyectos con impacto medible y transformador.
En tiempos de Trump —y de guerras, crisis y ruido global— muchos buscan refugio en valores estables. Para mí, los valores están también en el fondo de las inversiones. Apostar por una economía regenerativa, circular, social o plateada no solo es una decisión ética; también es una estrategia inteligente y rentable a medio y largo plazo.
Invertir en la Era de Trump no tiene por qué ser una apuesta defensiva. Puede ser una declaración de futuro. Y si el capital tiene el poder de transformar el mundo, quizás ha llegado la hora de dirigirlo hacia donde más falta hace: hacia quienes lo cambian para mejor.
***Diego Isabel La Moneda es director de la Fundación Foro NESI de Nueva Economía e Innovación Social.