Aunque, a primera hora del sábado, el bulo sobre Juan Vicente Bonilla ya había quedado desmontado, el Gobierno ha estado todo el fin de semana alimentando una cacería contra el exagente de la UCO.

No se puede aducir por tanto que los tres ministros que han replicado los infundios hayan sido víctimas de un error al acusar falsamente a Bonilla de "amenazar con poner bombas lapa bajo el coche del presidente del Gobierno", o incluso de "fantasear con asesinar al presidente del Gobierno".

Y puesto que todavía no han rectificado, en justicia puede decirse que María Jesús Montero, Pilar Alegría y Óscar López han mentido ostensiblemente a los españoles. Y que el PSOE y el Gobierno continúan manipulando al seguir dando por buena la imagen tergiversada del ex guardia civil.

Porque aunque ya no hacen alusión a la "bomba lapa", han seguido atacando a Bonilla por sus mensajes supuestamente persecutorios de la izquierda. La retirada, por boca de Óscar López, ha sido aún más sonrojante, cambiando este domingo al discurso de que "lo que están haciendo en ese inframundo cloaquero es de cárcel".

Pero ¿qué es exactamente lo que se le atribuye a este capitán que sea "de cárcel"?

En un primer momento, algo que es directamente mentira: que el mando de la UCO se refería a Pedro Sánchez, quien en ningún momento aparecía en la conversación.

Por otro lado, se le acusa de proferir "barbaridades impropias de un servidor público", mediante un ejercicio de manipulación flagrante que consiste en privar a la conversación del contexto que permite concluir que los mensajes tenían un sentido irónico. Y así hacer parecer que Bonilla dijo exactamente lo contrario de lo que dijo en realidad.

Ese contexto es el que habría permitido entender que los mensajes del guardia civil estaban dirigidos a un confidente, cuya confianza estaba intentando ganarse. De ahí que tales "barbaridades" deban entenderse claramente como parte de la técnica empleada por el capitán para empatizar con su informante, a fin de sonsacar datos para su investigación.

Y, por eso mismo, no puede tampoco pasarse por alto que quien hablaba sobre los "rojimorados" en el tono despectivo que tanto escandaliza al Gobierno no era Juan Vicente Bonilla, sino el personaje que hablaba bajo su seudónimo.

Pero es que, incluso aunque hubiese sido el capitán Bonilla quien las pronunciase, ¿cuál es el terrible delito de lesa majestad que podría imputársele? Algo tan inane como decir que "a Sánchez habría que mandarle desterrado a China".

De modo que, en efecto, existe la "máquina del fango" de la que tanto se ha dolido Pedro Sánchez. Pero es la que está dentro del propio Gobierno. Y también los "pseudomedios", solo que son aquellos en los que se apoya Moncloa para su estrategia de desinformación.

Y si puede tildarse de máquina, es porque la operación responde a un engranaje. A una estrategia sistemática.

Es decir, no estamos ante la difusión, por error o por ligereza, de una información falsa, sino la divulgación deliberada de un bulo.

Y, por si fuera poco, para maquillar el patinazo y distraer la atención de la gran mentira a la que dio pábulo, el PSOE se ha refugiado en presentar al exagente como alguien que en todo caso intentaba incitar a derrocar violentamente a la izquierda.

¿Qué mejor prueba de esta "máquina del fango" que el hecho de que incluso otros medios declaradamente progubernamentales hayan asumido una fe de errores y reconocido que airearon una mentira?

Ni el bulo ni las calumnias contra Bonilla son inocuos. Forman parte de una estrategia coordinada entre los fontaneros del PSOE (Leire Díez, Javier Pérez Dolset y Jacobo Teijelo) y Ábalos y Koldo, para desacreditar a la UCO mediante una campaña de desprestigio.

Las mentiras de los tres ministros revelan que el Gobierno se ha sumado a esta operación, que tiene como propósito buscar la nulidad de casos de corrupción como el de Koldo, vinculando la investigación al PP y especialmente (aprovechando que Bonilla fue contratado como gerente de Seguridad del Servicio Madrileño de Salud) a Isabel Díaz Ayuso.

Ante casos tan flagrantes, a Moncloa ya sólo le queda como defensa la vía de la narrativa de una "UCO patriótica" instrumentalizada por la oposición contra el Gobierno.