Madeleine McCann.

Madeleine McCann.

Reportajes

Encuentran huesos y ropa donde desapareció Madeleine mientras se acelera la liberación de su presunto asesino

Hace apenas un mes también se descubrió que Brückner describía sus fantasías sobre secuestros y abusos a menores en un diario personal que permanecía oculto en una nave.

Más información: La confesión de Christian Brueckner que le inculpó como asesino de Maddie: 15 años callando el crimen

Luis Casal
Publicada

La tierra de Praia da Luz (Portugal) ha vuelto a respirar pasado. Dieciocho años después de la desaparición de Madeleine McCann, las excavadoras han regresado al escenario original de mayo de 2007, removiendo polvo, raíces y secretos. Esta vez no era una búsqueda simbólica ni un gesto desesperado, sino una carrera contrarreloj.

Christian Brückner, el principal sospechoso del caso desde hace cuatro años, saldrá de prisión en septiembre. Y los investigadores alemanes, que llevan meses perfilando su acusación, necesitaban algo más que intuiciones. Lo que han encontrado –huesos, fragmentos de ropa y algún rastro biológico sin identificar– ya ha sido enviado a laboratorios forenses. De momento, nada concluyente. Pero no es poco: en el caso McCann, cada grieta en la tierra se examina como si pudiera devolver el tiempo a mayo de 2007.

Lo inquietante, sin embargo, no está sólo bajo el suelo. Desde hace meses, los fiscales alemanes trabajan con una pieza más sórdida: un disco duro hallado en 2016 en una nave abandonada propiedad de Brückner. En él no solo había textos perturbadores sobre secuestros y violencia sexual, sino también fotos, vídeos, disfraces, pelucas, prendas infantiles y productos químicos.

La policía lo considera una prueba clara de que el sospechoso tenía una pulsión sexual centrada en menores. Añaden que Madeleine, según sus hipótesis, fue secuestrada, asesinada y enterrada pocas horas después de su desaparición. Brückner, que nunca ha sido acusado formalmente por este crimen, lo niega todo. Pero sus antecedentes y sus silencios lo persiguen. También el descubrimiento de un presunto diario en el que describía detalladamente sus fantasías.

En paralelo, las teorías alternativas, las de los parroquianos del Algarve y los investigadores frustrados, han vuelto a colarse en los periódicos. Una de ellas, difundida por fuentes próximas al caso, apunta a una mujer que, bajo los efectos del alcohol, habría atropellado accidentalmente a Madeleine y lanzado su cuerpo al mar. Es una versión sin pruebas, más emocional que forense, que intenta rellenar los huecos que la policía nunca ha sabido cerrar. En el fondo, el caso McCann siempre ha sido también una pugna por el relato.

El hallazgo reciente no aclara nada de forma definitiva, pero empuja a la Fiscalía alemana a actuar antes de que Brückner quede libre. El margen de maniobra se estrecha. Si los restos encontrados en Portugal no se vinculan con Madeleine, el caso podría volver a dormirse durante años. Pero si encajan —si algún análisis confirma lo que la tierra ha guardado durante casi dos décadas—, el caso más mediático de Europa podría tener, por fin, un cierre. Aunque casi veinte años después nadie se atreve ya a prometer que sea justo.