
La Feria de Abril.
De Juan Belmonte a Joselito El Gallo: así se nombran las calles del Real en la Feria de Abril
Más que nombres: las calles del Real son un paseo por la historia taurina de Sevilla durante la Feria de Abril.
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Cada primavera, Sevilla se transforma con la llegada de la Feria de Abril. Las casetas se alinean perfectamente, los farolillos cuelgan como si siempre hubieran estado ahí y el Real cobra vida con un ambiente inconfundible. Pero hay un detalle que muchos pasan por alto entre sevillanas, rebujito y volantes: el nombre de sus calles.
El callejero del Real no es fruto del azar. Año tras año, las vías que recorren la Feria de Abril adoptan nombres que forman parte del ADN cultural de Sevilla. Es un callejero efímero, que se monta y desmonta como el propio recinto, pero que guarda entre letras un tributo profundo.
A simple vista, parecen simples rótulos sobre los postes. Pero si te detienes un momento, verás que cada nombre guarda una carga simbólica: hay historia, hay legado, y sobre todo, hay identidad. Las calles de la Feria no se llaman así por casualidad. Cada una recuerda una pieza clave de una Sevilla que no se entiende sin su cultura popular.
En cada esquina del Real hay un guiño al pasado, a las figuras que marcaron época. En este entramado festivo se esconde una red de homenajes que han sobrevivido al paso del tiempo. Son nombres que muchos escucharon por primera vez de boca de sus abuelos, en una conversación de barra o en una anécdota al calor de la Feria.
Esta manera de nombrar las calles no es una simple costumbre. Es una forma de mantener viva la memoria de la ciudad mientras se celebra el presente. Porque en Sevilla, la tradición no está reñida con la fiesta: al contrario, la sostiene.
Aunque el recinto del Real se monta y desmonta cada año, su callejero permanece fiel a una idea con décadas de recorrido: todas las calles del Real de la Feria llevan el nombre de toreros. Algunos nacieron en Sevilla, otros alcanzaron la gloria en su plaza, y todos dejaron huella en la historia del toreo. El Real se convierte así en una especie de paseo de la fama taurina, pero a cielo abierto, entre casetas y albero.
Desde la calle Juan Belmonte hasta la de Joselito El Gallo, pasando por rótulos dedicados a Pepe Luis Vázquez, Curro Romero, Paquirri, El Espartero o Manolo Vázquez, cada una de las vías del recinto remite a una figura histórica del toreo, muchas veces con profundas raíces en la ciudad o con vínculos muy estrechos con la Real Maestranza. Es un homenaje silencioso pero constante, que atraviesan a diario sevillanos y visitantes sin, en ocasiones, reparar en ello.
Este sistema de nombres no solo es un gesto de respeto hacia los grandes toreros, sino también un recordatorio de lo profundamente ligada que está la tauromaquia a la historia cultural de Sevilla. Para muchos, la Feria de Abril y la temporada taurina en la Maestranza van de la mano. Por eso, no es casual que el callejero del Real refleje esta conexión.
Cada nombre colocado en el Real no solo señala una ubicación; cuenta una historia, evoca una época, y mantiene viva la memoria de un arte que, para bien o para mal, forma parte inseparable del alma festiva y contradictoria de la ciudad.
A lo largo de los años, el callejero se ha ido actualizando. Algunos nombres se han incorporado con el tiempo para rendir tributo a figuras más recientes, como el torero sevillano Emilio Muñoz. También se ha debatido sobre la posibilidad de añadir otros nombres que representen distintas épocas o sensibilidades del mundo taurino, siempre manteniendo el espíritu de homenaje.
Pocas personas piensan en la Feria de Abril como un espacio de memoria, pero lo es. Y el callejero es prueba de ello. Cuando alguien queda en la esquina de Curro Romero con Rafael Ortega, no solo está fijando un punto de encuentro: está invocando dos legados, dos estilos, dos formas de entender el arte de la tauromaquia.
En una Sevilla que a veces se debate entre la modernidad y la defensa de sus tradiciones más profundas, las calles del Real son un buen ejemplo de cómo se puede conjugar fiesta y memoria, celebración y homenaje. Porque la Feria de Abril es muchas cosas a la vez: alegría, reencuentro, color, música… pero también respeto por quienes hicieron historia. Aunque suene paradójico, incluso en la celebración más vital, hay espacio para el recuerdo.