
Recreación del traslado las obras de Robert Rauschenberg en Venecia, en un momento del documental 'Taking Venice'. Cortesía de Zeitgeist Films
Así fue la operación que EE.UU. articuló para ganar el premio de la Bienal de Arte de Venecia en plena Guerra Fría
Un documental, que puede verse en CaixaForum+, desvela la campaña orquestada por el gobierno norteamericano para que Robert Rauschenberg recibiera el mayor reconocimiento de la gran cita veneciana, en 1964.
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Siempre ha habido rumores de que el gobierno de Estados Unidos estuvo detrás del Gran Premio de La Bienal de Venecia otorgado al artista estadounidense Robert Rauschenberg en 1964.
Fue en plena Guerra Fría cuando la Casa Blanca y un equipo de altos cargos presionaron a la organización de la prestigiosa cita del arte internacional para que su artista elegido, el representante norteamericano en Venecia, obtuviera el mayor reconocimiento de la mayor exposición del mundo.
Ahora, el documental dirigido por Amei Wallach, Taking Venice, que puede verse ya en la plataforma CaixaForum+, da cuenta de cómo toda la maquinaria de la diplomacia cultural norteamericana se puso en marcha para conseguirlo.
Maniobras llevadas a cabo por el propio gobierno estadounidense que, dispuesto a utilizar la cultura como un arma más contra el comunismo, no dudó en echar mano de todo lo que tenía a su alcance, sorprendiendo incluso al propio artista. Véase la escena en la que un joven Rauschenberg mira a la cámara y, mientras bebe un vaso de leche en su taller, con una tímida sonrisa, reconoce la suerte que ha tenido...
Todo empieza con la conservadora de arte Alice Denney, buena conocedora de Washington y amiga de los Kennedy, además de figura imprescindible para las vanguardias en Estados Unidos. Es ella quien recomienda a Alan Solomon, un ambicioso comisario que causaba sensación con sus exposiciones, para organizar la participación de Estados Unidos. Y así lo cuenta la propia Denney ante la cámara (murió el 20 de noviembre de 2023).
Ambos, junto con el poderoso e influyente marchante neoyorquino Leo Castelli, se embarcan en un audaz proyecto para que Robert Rauschenberg logre el Gran Premio de la Bienal de Venecia. Un plan que relata la película de Wallach con todo lujo de detalles.
Por aquel entonces nadie se había tomado en muy en serio el trabajo de este artista, alumno de Josef Albers en el prestigioso Black Mountain College de Carolina del Norte, donde se hizo amigo de John Cage y que en los años 50 había recorrido Europa en compañía de Cy Twombly. Un artista abstracto que viró hacia el expresionismo dominante tras su amistad con Jasper Johns (1954-1962) y que, bajo la influencia de Andy Warhol, comenzó a experimentar con la serigrafía a comienzos de los 60.
Autor de obras en las que combina la chatarra con imágenes de la cultura pop, el propio Rauschenberg explicaba: "Creo que la razón por la que mi trabajo ha tenido éxito entre el público es porque ha cambiado su enfoque. He cambiado la ubicación de cosas que ven todos los días y no sabían que merecía la pena mirar".
Precursor de casi todo, para él, la vida era la materia prima con la que se podía hacer arte. Recambios de coches, tablas de planchar, bombillas, gallinas o cabras disecadas, cómics, fotografías de revistas, todo era susceptible de formar parte de una de sus obras.

Robert Rauschenberg frente a una de sus obras en Venecia, en 1964. Foto: Ugo Mulas. Cortesía de Zeitgeist Films
En el documental de Amei Wallach, directora también de Louise Bourgeois: The Spider, The Mistress and the Tangerine, se cuenta cómo el equipo estadounidense se mueve con habilidad para, a pesar de las dificultades, lograr la victoria. Las estratagemas utilizadas para conseguir el galardón dejaron a la prensa internacional boquiabierta y al propio artista preguntándose qué tipo de política lo había llevado hasta allí.
Será la mismísima Agencia Estatal de Información (dedicada a la diplomacia norteamericana) quien escribe a Alan Solomon invitando al comisario a organizar una exposición para la Bienal de Venecia que represente los valores del “arte en los Estados Unidos hoy”. Está fechada el 7 de noviembre de 1963. El presidente Kennedy sería asesinado el 22 de ese mismo mes.
Desembarco en Venecia
En febrero de aquel 1963, Solomon había organizado una gran exposición de Robert Rauschenberg en el Museo Judío de Nueva York y todos pensaron en el artista como la mejor opción. Pero en Venecia querían hacerlo a lo grande y el Pabellón de Estados Unidos en los Giardini se les quedaba pequeño.
Se decidió que las obras de Rauschenberg ocuparan el Palazzo del consulado norteamericano, lejos del Arsenale, y otros artistas estadounidenses expondrían en el Pabellón. El poderío estadounidense, con exposiciones dentro y fuera de los límites de la Bienal, estaba fuera de toda duda.
Y para ponerlo de manifiesto (todavía más), un día antes de la inauguración de la Bienal, la compañía de Merce Cunningham desembarcó en la ciudad de los canales para dejar al jurado del evento con la boca abierta. Con música de John Cage y una artística y luminosa escenografía de Robert Rauschenberg (recordemos, amigos del Black Mountain College), coreógrafo y bailarines ofrecieron en La Fenice un espectáculo sin igual.
Todo parecía propicio para los estadounidenses. Pero un pequeño detalle (increíble, sí, pero cierto) estuvo a punto de truncar sus sueños (y aquí el documental se pone realmente emocionante): el Gran Premio de la Bienal solo puede otorgarse a un artista que esté exponiendo dentro del reciento y la exposición de Rauschenberg estaba en el consulado, en el centro de la ciudad.

Transportando 'Express' de Robert Rauschenberg en la Bienal de Venecia de 1964. Foto: Ugo Mulas
La recreación de las lanchas trasladando los enormes cuadros de Rauschenberg a toda prisa por los canales y las escenas de los operarios corriendo para montarlos en una improvisada carpa a la entrada del pabellón, son dignos de una película. Pero así fue.
Y ni los ataques en prensa, ni las acusaciones de traición, ni todas las teorías conspiranoicas que se difundieron entonces, lograron opacar la victoria de Estados Unidos que logró para su artista el Gran Premio de la Bienal italiana.
Taking Venice muestra un mundo, el del arte globalizado, donde las fronteras entre creación, mercantilismo y publicidad cada vez están más difuminadas. Y aquello solo era el principio de lo que estaba por llegar.