La gente se manifiesta en apoyo a la Unión Europea, antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en Bucarest, Rumania , el 9 de mayo de 2025.

La gente se manifiesta en apoyo a la Unión Europea, antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en Bucarest, Rumania , el 9 de mayo de 2025. Reuters

Europa

El proeuropeo Dan ganó las elecciones, pero 7 de cada 10 rumanos en España votaron al candidato 'trumpista'

La diáspora rumana apoyó en masa al ultraderechista y euroescéptico George Simion. Un voto que tiene sus raíces en el descontento con los partidos tradicionales, pero también con la desinformación y la guerra  en Ucrania. EL ESPAÑOL analiza esta tendencia de la mano de dos expertas. 

Más información:Nicusor Dan, el matemático liberal que ha vencido al Trump rumano contra todo pronóstico para respiro de la UE (y Ucrania)

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Rumanía ya tiene presidente, y la Unión Europea, un motivo para respirar aliviada. Este domingo, el candidato europeísta y liberal, Nicușor Dan, se impuso con un 54,22% de los votos frente al nacionalista de extrema derecha y declarado admirador de Trump, George Simion, en la segunda vuelta de unas elecciones presidenciales que mantuvieron al país —y a buena parte del continente— en vilo. Así, la ultraderecha perdió en casa… pero ganó fuera. 

La victoria de Dan supuso un giro radical en unas elecciones repetidas, tensas y marcadas por la polarización. Y es que los primeros sondeos no auguraban buenos resultados para el alcalde de Bucarest: su rival, George Simion, había ganado con holgura la primera vuelta. Precisamente por eso, su remontada histórica —de hasta veinte puntos— no hace sino reafirmar la voluntad mayoritaria de la sociedad rumana de permanecerdentro de los márgenes del proyecto europeo.

Porque el vuelco, sobre todo, fue fruto de una movilización ciudadana sin precedentes: si en la primera vuelta la participación apenas alcanzó el 53%, en la segunda ronda rozó el 65%. Dan, matemático de 55 años, centrista y tecnócrata, prometía alejar a Rumanía del eje iliberal de la Hungría de Viktor Orbán y la Eslovaquia de Robert Fico, mantener el apoyo a Ucrania —con quien comparte 500 kilómetros de frontera— y reforzar su posición dentro de la UE. Un mensaje que convenció al electorado nacional, pero no al del extranjero.

Partidarios observan al líder de la derecha radical Alianza para la Unión de Rumanos (AUR), George Simion.

Partidarios observan al líder de la derecha radical Alianza para la Unión de Rumanos (AUR), George Simion.

Y es que su rival, líder de la ultraderechista Alianza para la Unidad de los Rumanos (AUR), fue el favorito entre más de un millón y medio de ciudadanos rumanos en la diáspora en ambas votaciones. Es decir, convenció a personas que se benefician directamente de las libertades que proporciona la UE. En el caso de España —donde, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), residen cerca de 627.000 rumanos— el respaldo a Simion fue especialmente significativo: en la primera vuelta, siete de cada diez electores optaron por el candidato ultra. En la segunda ronda, 128.800 votos fueron a parar al líder euroescéptico, lo que equivale a casi el 68% del total.

La tendencia fue similar en otros países europeos, como Italia o Alemania, donde el futuro presidente apenas logró arañar unos pocos votos, según los datos oficiales difundidos por la autoridad electoral de Rumanía. En este sentido, cabe preguntarse qué es lo que los rumanos que viven en otros países europeos ven en la agenda ultranacionalista de Simion. 

Para empezar, lejos de ser una anécdota, estos apoyos podrían haber sido decisivos en el resultado final. Durante décadas, la política rumana se decidió dentro de sus fronteras. Sin embargo, en los últimos años, con una diáspora que bien podría llamarse éxodo y que supera los ocho millones de ciudadanos, el voto exterior se ha convertido en un factor clave.

Y así lo contempla la legislación vigente, ya que avala que sólo los ciudadanos en el extranjero pueden votar durante tres días en las elecciones nacionales y presidenciales, y son los únicos con derecho a sufragio por correo. Este año, sin ir más lejos, el voto exterior representó cerca del 10% del total. "El voto de la diáspora ha inclinado los resultados en varias ocasiones, sobre todo en las presidenciales", señala Otilia Nuțu, analista política en Expert Forum, un think tank con sede en Bucarest especializado en políticas públicas. 

Sin ir más lejos, en 2014, la participación récord en el extranjero permitió al liberal Klaus Iohannis ganar las elecciones, cuando en la primera vuelta lo separaban un millón de papeletas de su rival. En estos últimos comicios, la participación exterior volvió a marcar un hito: hasta 1,6 millones de electores en la diáspora ejercieron su derecho al voto, una cifra sin precedentes desde la Revolución rumana de 1989.

Según Nuțu, el voto exterior ha sido históricamente más anti-establishment que el del electorado dentro del país. Eso antes significaba votar al partido contrario en un escenario en el que el Partido Social Demócrata (PSD) y el Partido Nacional Liberal (PNL) se alternaban en los gobiernos o dirigían el país en coalición, como en el actual Ejecutivo. "Ahora, ser anti-establishment implica votar contra el bloque PSD–PNL, lo que incluye tanto a los extremos, como AUR, como a opciones progresistas", sostiene. 

Un cartel arrancado del candidato presidencial George Simion se ve junto a uno de Nicușor Dan, antes de la segunda vuelta, en Bucarest.

Un cartel arrancado del candidato presidencial George Simion se ve junto a uno de Nicușor Dan, antes de la segunda vuelta, en Bucarest. Louisa Gouliamaki Reuters

Las raíces de este voto a un candidato antieuropeo que en campaña prometió "bloquear muchas de las decisiones locas" de la UE, son mucho más profundas y diversas. Se enraizan, en cierta medida, en la última ola populista que ha sacudido las democracias europeas (y prácticamente a todo el mundo), pero también al auge de fenómenos como la desinformación, la inestabilidad regional marcada por la guerra en Ucrania y la injerencia rusa. 

Sin ir más lejos, en noviembre, se anularon las elecciones presidenciales, que ganó por sorpresa el candidato de extrema derecha Calin Georgescu, por supuesta injerencia rusa. Según la Inteligencia rumana, una red de 25.000 cuentas de TikTok y grupos de Telegram coordinados desde 2022 amplificaron la presencia de Georgescu, respaldados por un millón de euros en financiación externa y pagos a influencers. 

"La naturaleza extremista o nacionalista de este voto puede derivarse de una frustración creciente con las sociedades en las que estas personas ahora viven, como que no han alcanzado lo que esperaban o que aún enfrentan problemas económicos", explica Antonia Colibășanu, directora de operaciones de Geopolitical Futures (GPF) y analista sénior en geopolítica, en declaraciones a EL ESPAÑOL.

"Las disparidades económicas y la percepción de corrupción han alimentado el resentimiento"

A esto se suma, señala Colibășanu, la desilusión con los partidos populistas proeuropeos tradicionales, que prometieron crecimiento económico y el fin de la corrupción, pero no cumplieron esas expectativas. "Las persistentes disparidades económicas y la percepción de corrupción han alimentado el resentimiento. Por eso, muchos optan ahora por el último movimiento político que promete un cambio", añade.

Es el caso de Daniel, que vive en Albacete desde hace once años y que apunta a la corrupción como principal problema de su país, donde está parte de su familia. "Yo no entiendo mucho de política, pero hay que votar para que las cosas cambien y Simion no es de los de siempre", aclara.

La OTAN y la UE, en entredicho

Hasta hace poco, la política exterior ocupaba un lugar marginal en las campañas electorales de Rumania, con un amplio consenso entre los principales partidos a favor de la OTAN, la Unión Europea y la orientación pro-occidental del país. Los debates se centraban principalmente en cuestiones internas como la corrupción (es uno de los países europeos peor situado en el índice de Transparencia Internacional), el desarrollo económico y el bienestar social.

Sin embargo, la creciente inestabilidad regional y la crisis política que atraviesa el país tras la anulación de las elecciones, ha generado nuevas narrativas sobre el papel de Rumanía en las alianzas occidentales. Estas han sido capitalizadas por fuerzas populistas que impulsan agendas de corte nacionalista. 

"A medida que las preocupaciones sobre la identidad nacional y la preservación cultural han sido aprovechadas por los populistas nacionalistas para ganar apoyo, la proliferación de desinformación y medios sensacionalistas ha amplificado estos mensajes", sostiene la experta. 

Rumania durante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.

Rumania durante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Reuters

Además, algunos candidatos –explica Colibășanu– han comenzado a cuestionar ciertos aspectos de la integración del país en la UE y la OTAN, abogando por una mayor "independencia". Es una idea que resuena con ciudadanos como Tatiana, una rumana que dejó Bucarest en 2011 y desde entonces ha vivido en España y Francia.

"He votado por Simion porque no quiero que Rumanía esté sometida al globalismo ni a las órdenes de los burócratas corruptos de la UE. Creo que estamos perdiendo la libertad de decidir sobre ciertos asuntos y alineándonos con las ideologías de Bruselas", afirma en conversación con este periódico.

"He votado por Simion porque no quiero que Rumanía esté sometida a las órdenes de los burócratas corruptos de la UE"

Ahora bien, para la directora de Geopolitical Futures, "esto no implica un rechazo frontal a la OTAN o a la UE", pero sí señala el inicio de un debate de política exterior más abierto, disputado y complejo. De hecho, casi el 90% de los rumanos sigue apoyando la adhesión tanto a la UE como a la OTAN, según una encuesta reciente publicada por Inscop.

"Los rumanos siguen considerándose europeos", asegura. "El problema es que muchos están desilusionados con su liderazgo, con la clase política, a la que culpan de no estar actuando en beneficio del estatus de Rumanía, ni de lo que el país podría llegar a ser dentro de la UE", concluye Colibășanu.