
Fernando Manzanas, guardia civil abulense víctima de un atentado terrorista en Madrid Cedida
Fernando Manzanas, guardia civil víctima de ETA a los 19 años: "No he vuelto a trabajar, pero tuve mucha suerte"
Sufrió un atentado que le dejó varias secuelas por las que nunca más ha podido volver a ejercer su profesión. Su vida cambió de manera radical y, aunque con el tiempo ha asumido lo que le ocurrió, "ni perdono, ni olvido".
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Corría el 14 de julio de 1986, un jovencísimo abulense de 19 años, llamado Fernando Manzanas, acababa de entrar en la Guardia Civil. Ese día, Fernando se montó junto a 50 compañeros en el autobús que les conducía de la Academia de Tráfico, ubicada en el centro de Madrid, hasta el Polígono de Quintanarrubia, donde los agentes hacían prácticas de moto.
Una vez iniciado el viaje en compañía de un Land Rover de defensa que encabezaba el convoy y otro autobús con otros 20 agentes que seguía al de Fernando, se dispusieron a cruzar la plaza de la República Dominicana como parte del recorrido que debían realizar para llegar a su destino.
De pronto, escucharon un gran estruendo sin saber que la vida de todos y cada uno de ellos estaba a punto de cambiar y para siempre.Pero así fue.

Fernando Manzanas, víctima de ETA a los 19 años
"ETA había estacionado en la plaza una furgoneta bomba con 50 kilos de explosivos y una indeterminada cantidad de tornillería y de eslabones de cadena, todo ello introducido en unas cinco ollas a presión grandes, para hacer como si fuesen granadas de fragmentación y provocar el mayor daño posible", confiesa Fernando.
Un arsenal de explosivos que dos conocidos terroristas detonaron al paso del autobús por la citada plaza. "Nuestro autobús se desplazó unos metros y todos los edificios reventaron".
Fernando recuerda que en la misma plaza había un quiosco que "desapareció" con la explosión, aunque con la buena suerte de que "ese día el quiosquero llegó tarde por primera vez en su vida y se libró de morir".
Si bien, el atentado se cobró la vida de 12 guardias civiles por traumatismo craneoencefálico abierto y dejó más de 70 heridos, entre ellos, el propio Fernando. "Éramos el objetivo número uno de ETA y lo consiguieron", lamenta.
En este sentido, Fernando explica que, a sabiendas de esto, sus superiores en ningún momento les ordenaron ponerse el casco en la cabeza durante el trayecto, razón por la que estos lo llevaban apoyado sobre sus rodillas.
"Si alguien nos lo hubiese dicho, en estos momentos quizá estaríamos hablando del gran atentado de ETA, pero también del más fallido de su historia. Porque probablemente el resultado hubiese sido muy diferente y alguno de mis 12 compañeros que murieron, seguirían vivos. Pero aquello no ocurrió, nadie nos ordenó nada y hubo la matanza que hubo", sostiene.
A él, personalmente, la tragedia le costó 86 puntos de sutura entre cabeza y cuello por heridas, no provocadas por la metralla, sino porque la ventana de socorro del autobús en el que viajaba reventó justamente en su cabeza. "Fue arrancada por la onda expansiva y terminó rompiéndose encima de mí", recuerda Fernando.
Pero no solo eso. El atentado también le ocasionó una pérdida auditiva del 54% en el oído derecho y de un 22% en el izquierdo, una perforación del tímpano, así como la pérdida del sentido del equilibrio. Además, padeció hipersomnia, un trastorno neurológico que le hacía dormirse "en cualquier sitio y circunstancia" y que le duró varios meses.
Apenas unas semanas después, Fernando fue enviado a su destino, que se encontraba en el pueblo segoviano de Villacastín, para retomar su trabajo. Sin embargo, la Dirección General de guardias civiles, a través de su servicio de psicología, pasó una serie de reconocimientos a los agentes afectados por el atentado.
Fue en ellos cuando le dijeron que no era apto para el servicio y que, por tanto, no podía seguir siendo guardia civil. Le derivaron al Tribunal Médico Militar de las Fuerzas Armadas y allí le confirmaron que, efectivamente, no podía seguir ejerciendo.
"Me encontré con que a los 20 años tuve que irme a la calle y dejar de ser guardia civil. Yo no lo llevaba en la sangre, pero me gustaba mucho y lo disfrutaba. No he vuelto a trabajar de ello, pero aun así creo que tuve mucha suerte", recuerda, pues, al contrario que varios de sus compañeros, él al menos ha tenido la oportunidad de seguir disfrutando "de los placeres que yo he tenido en la vida".
Si bien, reconoce que, tras el atentado, ese interés en ser guardia civil se le desvaneció, hasta el punto de que su "personalidad, la forma de ver la vida" e incluso sus prioridades empezaron a cambiar. "No sabía realmente cuáles eran, pero sí estaba convencido de que no quería estar ahí".

Fernando Manzanas en una charla sobre terrorismo
El problema fue que, en un primer momento, quisieron jubilarle por enfermedad común y no como víctima del terrorismo. Lo que le supuso "una batalla legal que duró 10 años".
Esto, teniendo en cuenta que, tal y como ha explicado, "si me hubiesen jubilado por enfermedad común me habrían pagado el equivalente a unos 500 euros de pensión y no me hubiesen dejado trabajar de nada más el resto de mi vida, mientras que si me jubilaban como víctima del terrorismo, ganaba más que si estuviese trabajando y encima podía dedicarme a lo que me diese la gana, menos a ser funcionario".
Así, tras llegar al Tribunal Supremo de las Fuerzas Armadas, consiguió que le diesen la razón. Todo ello, en un periodo en el que, además, empezó a acudir a psicólogos y psiquiatras para tratar de asimilar lo vivido. Algo que a día de hoy continúa haciendo y sobre todo en otoño por ser, curiosamente, la época del año en la que más lo necesita.
A partir de entonces, su vida cambió "radicalmente". Terminó sus estudios y se informó todo lo que pudo sobre el terrorismo licenciándose en Geografía e Historia y cursando un ciclo superior relacionado. "Intenté rehacer mi vida de alguna forma", asevera.
Y es que, aunque posteriormente aprendió sobre informática e intentó ganarse la vida como pudo durante algunos años, desde entonces "no he vuelto a trabajar nunca".
Pasado un tiempo se casó, formó una familia y se volcó en su casa y sus hijos, así como en seguir formándose sobre la historia del siglo XX en general y el terrorismo en particular. "Lo que más me estabilizó y me ayudó a vivir con lo que me había pasado fue centrarme en el cuidado de mis tres hijos", confiesa.
Hoy, cuando ya han pasado casi 39 años de aquel terrible suceso, Fernando considera haberlo "asumido", aunque no olvidado. "Es una cosa que llevaré toda la vida. Soy y siempre seré víctima del terrorismo, acepto mi condición y, de hecho, considero que de alguna forma me ha hecho ser más humano y empático", asegura.
Sigue recordando el atentado "como si fuese ayer". "Es una película que se queda grabada para siempre, porque una cosa es que aprendas a vivir con ello y que ya no lo veas tan terrible y otra que lo olvides. Yo ni perdono, ni olvido", afirma.
Rememorar todo aquello le produce "un sentimiento contrapuesto". Por un lado, "la tristeza infinita" por los compañeros que perdieron la vida, pero por otro "la suerte que tuve y lo afortunado que fui de que el destino me permitiese seguir vivo y poder rehacer mi vida y vivir como una persona más o menos normal".
Él es consciente del daño que ha causado y sigue causando el terrorismo en todos los rincones del planeta y, bajo la creencia de que aún "hay mucho camino por recorrer" en cuanto a visibilización y concienciación sobre esta problemática social que a tantas personas ha afectado, a sus 59 años, su labor se centra en llevarlo a cabo a través de charlas organizadas por la Asociación de Víctimas del Terrorismo de Castilla y León, de la que lleva varios años formando parte y en la que ejerce de secretario.
Actividades que también agradece a la Junta de Castilla y León por ser la que permite la celebración de dichos encuentros en los colegios de la región, demostrando así un "firme compromiso con las víctimas" y convirtiéndose, según Fernando, en "la única Comunidad que lo hace de forma sistemática".
Es de los que piensa es que "mientras exista la ideología radical, nacionalista, excluyente y supremacista, seguirá existiendo el terrorismo", un término que ha definido como "la superación del nacionalismo" y que asegura que "nunca va a morir".
No obstante, se muestra convencido de que en España "no va a volver, al menos tal y como lo hemos conocido porque necesita un apoyo internacional y creo que ya no lo va a tener". Sin embargo, sí insiste en que se puede llegar a evitar, siendo desde el ámbito educativo "la mejor manera de hacerlo".
"Hay que presentar a las nuevas generaciones lo que fue y supuso el terrorismo". Una auténtica barbarie que ha dejado miles de muertos y heridos en diferentes lugares del mundo, entre los que se encuentra el propio Fernando. Todo un ejemplo de lucha y superación que, pese a lo vivido, intenta cada día levantarse con una sonrisa por "todo lo bueno" que le ha dado la vida.