
Un edificio dañado por misiles rusos en el centro de Kramatorsk (Donetsk), el pasado 27 de junio de 2023. Foto: Reuters
El viaje de Héctor Abad Faciolince al infierno de Ucrania: un "oído defectuoso" le salvó la vida de milagro
El autor colombiano reconstruye en 'Ahora y en la hora' su experiencia en la guerra, donde la escritora Victoria Amélina fue destrozada por un misil ruso.
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El 27 de junio de 2023, un misil ruso impactó en una pizzería de la ciudad ucraniana de Kramatorsk, cercana al frente de guerra tras la invasión a gran escala del ejercito ruso el año anterior. Una escena del horror sin fin contra civiles del que nos llegan los ecos lejanos en noticias que, con el paso del tiempo, van anestesiando nuestra sensibilidad ante una guerra que sigue con su macabra rutina de muertes.

Ahora y en la hora
Héctor Abad Faciolince
Alfaguara, 2025
224 páginas. 19,90 €
Entre quienes se encontraban en dicho local estaban el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958), comiendo junto con otras cuatro personas: Sergio Jaramillo (consejero de paz para el presidente Juan Manuel Santos y pieza clave en los acuerdos de paz con las FARC), la reportera de guerra colombiana Catalina Gómez, el fixer del grupo, Dima, y la escritora ucraniana Victoria Amélina. Solo esta autora, uno de cuyos libros estaba entonces traducido al español, perdió la vida en aquel ataque indiscriminado contra la población civil, uno de tantos que se justifican con palabras huecas que hablan de "errores".
Como ya hiciera con su memorable El olvido que seremos, en el que cuenta la vida y muerte de su padre (y, a través de sus páginas, su propia vida junto a su familia), Faciolince consigue en este libro lo que parece imposible y aquello que define a los grandes escritores: narrar una experiencia y unos sentimientos que parecen imposibles de transmitir a aquellos que no los han vivido.
Pienso, por ejemplo, en la reflexión que hace al hablar del padre de Victoria Amélina, y con quien ha seguido manteniendo correspondencia: "La inmortalidad debió inventársela un padre que perdió a su hijo, me digo. Un pobre hombre loco de tristeza, inconsolable, al fin encuentra un poco de paz y de consuelo si se ilusiona con la idea de la supervivencia después de la muerte".
Pero ¿qué hacía el colombiano, desconocido en Ucrania, en la línea del frente de guerra? Las razones del interés de Abad Faciolince en Ucrania se remontaban a unos años antes, cuando unas jóvenes editoras le habían escrito para pedirle autorización para traducir y publicar El olvido que seremos en ucraniano. Algo a lo que el autor había accedido. Aunque ya entonces sentía una simpatía natural por un país que sufría las agresiones de Rusia, que se había hecho con la península de Crimea en 2014.
La pandemia imposibilitó su primer viaje programado al país, y posteriormente, la intención se vio truncada por la invasión y la guerra. No obstante, Faciolince no perdió de vista ni el interés en lo que ocurría en Ucrania, país y causa que siguió defendiendo en columnas y otros foros, especialmente en América Latina. Algo de especial mérito teniendo en cuenta la actitud tibia, cuando no prorrusa, de muchos dirigentes latinoamericanos.
Como cuenta en el libro, su activismo en favor de Ucrania le ha distanciado de no pocas personas. Había pagado un coste, pero el mayor estaba todavía por llegar con forma de misil ruso en una inocente pizzería llena de civiles.
Junto con Sergio Jaramillo, Faciolince era una de las cabezas visibles del movimiento ¡Aguanta, Ucrania!, y fue a través de esta organización con la que en 2023 se desplazó, por fin, al país invadido. Su itinerario era, en principio, poco riesgoso: visita a Kiev para asistir a algunos actos de carácter más literario que activista, y vuelta a la segura España.
Para disgusto de su mujer e hijos (que ya se habían opuesto al itinerario inicial), Jaramillo propuso un viaje al frente de guerra para conocer de cerca la realidad de la invasión y poder documentarla. Pese a sus reticencias iniciales, Faciolince se decidió a ir, imbuido del miedo a ser el cobarde por el que se tiene (pocos autores son tan poco condescendientes consigo mismos), y quizá influido por la figura heroica de su padre en el Medellín violento de los 80. Responder a la pregunta de qué hacía Abad Faciolince en aquella pizzería es difícil especialmente para él, y el libro es en gran medida la búsqueda de esa respuesta.
Estamos ante un libro-testimonio de primer orden que lo tiene todo: crónica, diario personal, poesía, reflexiones hondas y certeras sobre la memoria, la familia o el compromiso
Los hechos sucedieron tras otra de vuelta jamesiana que los hace todavía más impresionantes para el lector, que se ve atrapado y conmocionado en el relato del autor: poco antes de la caída del misil, un Faciolince que se dice continuamente viejo y achacoso, que tras la Covid perdió el gusto y a quien falla un oído, pidió cambiar de asiento para poder escuchar mejor a sus interlocutores con el oído bueno, de tal forma que Victoria Amélina se sentó en el asiento que él ocupaba en un primer momento.
La paradoja es llamativa: de haber estado en plena forma, sería la de Faciolince la muerte que habríamos lamentado. Una casualidad de la que es difícil salir indemne, menos aún un escritor, y que recuerda a la suerte de un Graham Greene que se salva de la bomba que destrozó su casa en Londres porque estaba durmiendo con su amante.
"El adulterio le salvó la vida", diría su esposa. Faciolince lo resume también de forma contundente: "Mi oído defectuoso me salvó de morir en Kramatorsk. Hay otra forma de verlo: mis ganas de oír me salvaron de morir en Ucrania".
Estamos ante un libro-testimonio de primer orden. Un collage que lo tiene todo: crónica, diario personal, poesía, perfiles biográficos, reflexiones hondas y certeras sobre la memoria, la familia o el compromiso, además de un repaso histórico-cultural de Ucrania (y de la Colombia contemporánea) muy bien documentado por el que aparecen Vasili Grossman, Joseph Roth, Conrad o Tarás Shevchenko, entre otros muchos escritores y artistas.

Héctor Abad Faciolince. Foto: Daniela Abad
Por supuesto, el papel central lo ocupa Victoria Amélina, de quien comienza a leer todo, incluidos sus diarios, y cuyo recuerdo no lo abandona. Es entrañable el relato de la relación entre ambos, pues confiesa Faciolince que, durante aquellos días que compartieron caravana en el frente, tuvieron dificultades para conectar, algo que achacó a que eran escritores que no se habían leído el uno al otro.
A partir de esas lecturas y del análisis retrospectivo del viaje, ante los ojos de Faciolince aparece otra Amélina mucho más íntima y cercana que va adueñándose de su vida.
Es a través de este libro conmovedor como el autor no exorciza, sino que hace suya la presencia ya eterna de una escritora a la que no conocía de nada, a la que no había leído, y cuya muerte injusta, que parecía reservada para él, le ha cambiado la vida, como nos cuenta de forma magistral.