Pablo d'Ors. Foto: Amaya Aznar.

Pablo d'Ors. Foto: Amaya Aznar.

Ensayo

Pablo d'Ors revisita 'El peregrino ruso': el arte y la mística de rezar 12.000 plegarias al día

En su ensayo 'Devoción', el sacerdote y escritor explora el clásico cristiano del siglo XIX sobre un campesino que busca el secreto de la oración continua.

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Publicada

En su primera carta a la comunidad cristiana de Tesalónica, tras hablar sobre un inminente fin del mundo, recomienda san Pablo: “Orad sin cesar”. Pues bien, este versículo 17 del capítulo 5 de la epístola paulina impresiona vivamente al protagonista del texto de devoción cristiana ortodoxa El peregrino ruso.

Tanto que el tal (un viudo campesino con alguna instrucción) ambiciona, en adelante, rezar sin pausa. El autor del cuento (un monje del siglo XIX, Arsenij Troepolski) nos pinta a su nómada orante pululando por posadas, caminos, bosques con unos chanclos y dos libros sagrados en el morral. En el transcurso, conoce a abades, a algún que otro borracho (¿qué sería de la Madre Rusia de las verstas, los mujiks y los kopeks sin sus borrachos?), a aldeanos, a militares y a un funcionario polaco.

El peregrino narrador sufre el ataque de los lobos hambrientos; es difamado y azotado injustamente; se le congelan las piernas. Lo cierto es que no terminamos de ver adónde peregrina nuestro indoblegable peregrino (no marcha a ningún lugar sagrado determinado). La lógica de este relato (con la sencilla belleza de una obra de carpintería rural del Museo Nacional de Antropología) es peculiar.

Devoción

Pablo d'Ors

Galaxia Gutenberg, 2025 227 páginas. 15,90€


Por ejemplo, el héroe en búsqueda del don de la plegaria non-stop no recibe el secreto al final de la aventura, sino en el primer tercio. Pero consigue ser capaz de orar sin interrupción a Jesús con la lengua (¡sin mover los labios!), con los latidos del corazón, con inspiraciones y expiraciones de los pulmones y con los pasos de sus pies sufridos.


El viador llega a entonar 12.000 plegarias en un día. La lacónica narración de esta y otras proezas devotas ha merecido la atención de Dostoievski y, luego, de intelectuales como Nikolai Berdiaev. Fuera de Rusia, entre nosotros, fascina al escritor Pablo D’Ors. Últimamente, ha versionado e interpretado El peregrino en un librito llamado Devoción. En la variación dorsiana, el relato viene dividido en tres actos. Los mismos están compuestos por breves capítulos intitulados con epígrafes.

A continuación, tenemos dos ensayos de D’Ors: “Poética: Escribir para ser” y “Mística: Caminar hacia dentro”, donde se procede a una exégesis detenida del relato, en origen, anónimo. No habría estado mal que D’Ors hubiera colocado, al inicio de todo, unas páginas introductorias sobre el texto original y, acaso, sobre los motivos de su propia “osada” (p. 99) versión, a fin de facilitar la inteligencia de Devoción al incauto lector. Por supuesto, no lo digo por mí, pero quizá haya alguien que ande con sus conocimientos de literatura devocional cristiana ortodoxa rusa un poquillo oxidados, y que necesite, antes de nada, una guía para perplejos.

D’Ors invoca fervores de gentes remotas, medita sobre el camino "purgativo" y deplora la concepción "psicológica" de la fe

Con tamaño fervor en la plegaria continua, el progreso de este peregrino promueve, según D’Ors, un “acceso a la interioridad por medio del cuerpo” (p. 114). La vincula con el mantra, el chacra y el karma, en otras tradiciones. Esta vía “devocional del mantra, por la implicación corporal que comporta y por su poder de integración personal”, considera, “resulta hoy, para muchas almas […] especialmente atractiva” (p. 151). Se invocan aquí fervores y métodos de gentes remotas: eremitas, monjes y yoguis del Oriente Próximo y del Lejano.

D’Ors medita sobre el camino “purgativo” (pp. 151-152, 169) y deplora la concepción meramente “psicológica” (no corporal) de la fe (p. 128), así como la idea de un Dios “castigador” (p. 159, nota 19), en cierta teología occidental. En un decálogo, a la vieja recomendación del Apóstol de los Gentiles en Tesalonicenses 1, D’Ors agrega la de hacerse con un “maestro espiritual”, que en ruso se dice staretz.