
Un perro y un gato en la calle. iStock
Cuatro enfermedades que los animales pueden contagiar a los seres humanos y que (probablemente) desconozca
La zoonosis es una realidad que la Covid-19 hizo patente. La veterinaria Rut Tutusaus Morillo la analiza en su último libro.
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En marzo de 2020 la zoonosis dejó de ser un proceso ajeno al común de los mortales. Cuando la Covid-19 irrumpió en nuestras vidas, todos fuimos conscientes de que los virus que saltan entre especies —de las animales a la humana— son más peligrosos de lo que pensábamos —por otro lado, era algo que la comunidad científica llevaba décadas alertando—.
Pero como recuerda la veterinaria Rut Tutusaus Morillo en su libro Zoonosis (Pinolia, 2025) no todas las patologías tienen la capacidad de afectarnos a nosotros, los seres humanos. "Muchas enfermedades animales no logran enfermarnos porque nuestro cuerpo, por su genética e inmunidad, no ofrece el ambiente adecuado para que sobreviva el agente etiológico o causal", escribe. Es decir, el organismo vivo que tiene la capacidad de reproducirse y contagiar a otro no sobrevive.
El libro de Tutusaus Morillo busca, precisamente, que las personas sean capaces de reconocer y entender cómo y por qué algunas enfermedades animales llegan a nosotros y nos afectan. Por eso, empieza preguntándose cómo lo hacen, para explicarlo rápidamente: "Una de las formas de contagio más comunes es el contacto directo".
Y profundiza: "Las personas que conviven o trabajan con animales domésticos (veterinarios, ganaderos o personal de mataderos) tienen un mayor riesgo de contagiarse de alguna enfermedad". Pero no es la única manera de hacerlo.
"Sin embargo, […] existe otra vía importante de contagio que es el contacto indirecto, que se da a través de los vectores", escribe. Es decir, "organismos vivos que actúan como vehículos de transmisión", matiza, y añade: "Los […] más habituales son nuestros queridos mosquitos o bien otros artrópodos como las pulgas o las garrapatas".
La amenaza mosquitera
Tal y como recuerda Tutusaus Morillo, "alrededor del 60% de las enfermedades infecciosas conocidas son zoonóticas". Muchas de ellas, además, son "altamente prevalentes en el continente africano", rico en biodiversidad, pero también en vectores de contagio.
Los mosquitos son, como ya se ha mencionado, uno de esos transmisores que pueden llegar a ser mortales con su picadura. En su libro, Tutusaus Morillo habla de varias enfermedades infecciosas "de gran relevancia por la mortalidad que provocan" con un vector común: el mosquito Aedes aegypti, presente sobre todo en las regiones tropicales y subtropicales del planeta.

Mosquito Aedes aegypti. iStock
Este insecto puede transmitir dengue, fiebre amarilla, zika y chikungunya. Aunque, como explica la veterinaria, "de todas ellas, solo la fiebre amarilla y el zika son zoonóticas". El dengue, matiza, "no tiene reservorios animales, sino que es el ser humano el que actúa" como tal, de ahí que no se resguarde bajo el paraguas de la zoonosis.
Bienvenida 'salmonella'
La bacteria Samnonella, de la familia Enterobacteriaceae no es nueva. Las variedades typhi, enteritidis y typhimurium son viejas conocidas del ser humano. La primera, por causar fiebre tifoidea; las dos últimas, ese cuadro gastrointestinal tan característico de la salmonelosis.
Se trata de una bacteria de la que no escapa ninguna especie animal, aunque "es más frecuente en zonas en las que se realiza ganadería intensiva". Y, escribe Tutusaus Morillo, "encuentra tanto en los animales silvestres como en los domésticos, y también en los alimentos y en el agua contaminada, unos huéspedes naturales en los que permanecer y transmitirse".

Una gallina ponedora. iStock
De ahí, precisamente, su peligro. Estamos, además, acostumbrados a encontrarla en productos como huevos o leche cruda. Pero los humanos la pueden contagiar si van al baño, no se lavan bien las manos y tocan diferentes productos. De ahí la importancia, dice la veterinaria, de una buena higiene y de conservar los alimentos en buen estado.
Eso sí, también recomienda que no se laven los huevos en casa, pues "puede eliminar la cutículo protectora natural de la cáscara, facilitando la entrada de bacterias a través de los poros". Por eso, indica, es mejor que "si presentan suciedad visible" se utilice "un paño seco, papel de cocina o un cepillo suave para eliminar los restos de heces o suciedad".
Mala pata con la garrapata
"Todo tutor de mascotas teme encontrar uno de estos parásitos en las orejas de su compañero peludo", asegura Tutusaus Morillo. Y no es de extrañar, pues las garrapatas transmiten una serie de enfermedades nada bonitas para perros, gatos y otros animales. Incluso algunas pueden acabar en personas, como sucede con las rickettsiosis.

Un perro se rasca por una garrapata. iStock
"La exposición a perros infestados con estos parásitos, así como el contacto con pulgas y otros vectores, puede favorecer la infección en humanos", escribe la veterinaria. Las fiebres de las Montañas Rocosas, la botonosa mediterránea y la ehrlichiosis son las más comunes. Todas ellas causadas por estas bacterias que no son otra cosa que "microorganismos intracelulares obligados, por lo que necesitan las células de su huésped para sobrevivir".
Por eso, la experta recuerda que el desparasitado y la higiene canina, con sus correspondientes visitas al veterinario, son fundamentales para evitar que las garrapatas abrasen a los perros y, de paso, enfermen a sus familias.
Cuidado con el lindo gatito
Tutusaus Morillo recuerda en su libro que "recibir el arañazo de gato es molesto", pero lo es más aún si "viene acompañado de una enfermedad". Y es que este acto tan común para quienes conviven con felinos puede "llegar a provocar una zoonosis".
La bartonelosis o enfermedad del arañazo de gato es una realidad cuyo principal vector son las pulgas. En concreto, la Ctenocephalides feliz, que "actúa como fuente de transmisión de esta bacteria".

Un gato doméstico rascándose. iStock
Pero no hay que entrar en pánico, pues no es algo común a todos los mininos. "La bacteria patógena, Bartonella henselae, se encuentra en las heces de las pulgas infectadas. Cuando un gato está infestado de ellas, el rascado inevitable para aliviarse puede contaminar sus uñas, y si además se lame, puede también contaminar su boca. De forma que, si araña o muerde a una persona, puede transmitir la enfermedad".
De ahí, repite Tutusaus Morillo, "la importancia de una desparasitación adecuada y regular en los animales domésticos". Y es que, aunque los callejeros sean más propensos a las pulgas, "se estima que alrededor del 30% de los gatos domésticos que viven en zonas urbanas pueden estar infectados".