Enrique García, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón.

Enrique García, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón.

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El jefe de Psiquiatría del Gregorio Marañón, Enrique García: "Las unidades están desbordadas de menores"

El especialista alerta del "impacto brutal" que están teniendo las nuevas tecnologías en la infancia y la adolescencia. Incluso en el ámbito educativo.

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En casa, en la calle, en un restaurante, en el cine, con amigos... Estos son los círculos en los que los jóvenes usan, mayoritariamente, el teléfono móvil. Sin embargo, las tablets, smartphones, ordenadores de última generación y pantallas inteligentes, hace tiempo que dejaron de pertenecer únicamente al ámbito del ocio

Estos dispositivos se adentraron en las aulas con la ambición de otorgar al ámbito educativo un gran avance tecnológico, pensado tanto para profesorado como para alumnos. Sin embargo, y aunque así lo hizo, no todo ha resultado ser maravilloso.

Su enorme popularidad ha desembocado en un uso inadecuado, en ocasiones adictivo, que afecta sobre todo a menores y adolescentes. Según apuntan los estudios, en España ya hay 7,1 millones de personas adictas al móvil. De estas, el 44% tiene entre 18 y 24 años. 

Para el doctor Enrique García Bernardo, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón, estas nuevas tecnologías y su uso diario en todos los ámbitos están teniendo en los jóvenes un "impacto brutal".

Si bien reconoce que estas herramientas pueden ser muy útiles en el aula, avisa en conversación con ENCLAVE ODS, de que una exposición "sin regulación" por parte de un responsable puede llegar a ser "preocupante"

De hecho, así se está observando. El especialista admite que los servicios de psiquiatría se encuentran actualmente "desbordados", y alerta sobre la "necesidad" de tomar cartas en el asunto, pues ya "es imposible ignorar la seriedad del problema". 

¿Qué patologías o impacto observa actualmente en los jóvenes debido al uso de las nuevas tecnologías?

El impacto lo calificaría de brutal. Antes de la pandemia existían dos unidades en Madrid con 22 plazas para adolescentes, y ahora se cuenta con cinco que ya están desbordadas. Incluso los servicios de atención ambulatoria muestran signos de sobrecarga. Y este fenómeno es solo la punta del iceberg. Se observa un aumento tan evidente que es imposible ignorar la seriedad del problema.

Enrique García Bernardo es jefe del servicio de Psiquiatría en el Hospital Gregorio Marañón.

Enrique García Bernardo es jefe del servicio de Psiquiatría en el Hospital Gregorio Marañón.

¿A qué edad considera que sería adecuado comenzar a usar dispositivos digitales de forma más sana?

Parece existir un consenso en que los niños no deberían comenzar antes de los 12 años y que los 16 podrían ser una edad de corte apropiada, siempre bajo alguna supervisión. Por ejemplo, en el ámbito educativo se está discutiendo la utilidad real de las plataformas digitales.

Personalmente, considero que, a partir de los 16, con un control adecuado integrado en los dispositivos, se podría fomentar un uso más responsable. Resulta preocupante ver a niños menores de 12 accediendo a dispositivos tan potentes y sin ningún tipo de control.

Actualmente, hay datos que indican que niños de tan solo nueve años tienen acceso a dispositivos digitales y, con ello, a contenido pornográfico. Se han implementado medidas como el 'pasaporte digital'. ¿Cuál es su opinión sobre estas iniciativas? ¿Cree que son suficientes para regular el consumo de pornografía y otros contenidos multimedia en menores?

La pornografía es uno de los temas más críticos. Cualquier medida que se implemente, por más restrictiva que sea, probablemente resultará insuficiente, aunque no deja de ser necesaria. Lo ideal sería dificultar el acceso directo a dichos contenidos. Sin embargo, la prohibición directa suele fallar, ya que la gratificación inmediata que ofrecen estos estímulos lleva a que los jóvenes encuentren la manera de sortear las restricciones.

Es fundamental que, además de regular el acceso a los dispositivos, se trabaje en el ámbito familiar y educativo. Se ha observado un pico de exposición a contenido pornográfico incluso a los ocho años, situación que en muchos casos resulta mucho más perturbadora que gratificante.

Hablando ahora de la educación digital, ¿cuáles son las pautas y la formación necesaria para que tanto padres como educadores puedan introducir estos dispositivos en el aula de manera sana y efectiva?

Existen numerosos consensos sobre este tema. No me atrevería a sentar cátedra, pero lo que sí es evidente es que, tras una época de euforia por la digitalización –con la introducción masiva de proyectores, pizarras digitales y dispositivos personales–, ahora se discute seriamente la efectividad práctica de estas herramientas.

Muchos educadores afirman que, a pesar de las inversiones, el uso de dispositivos no necesariamente ha mejorado la incorporación de la información en los alumnos. Desde el punto de vista neuropsicológico, el aprendizaje tradicional con lápiz y papel sigue siendo una metodología muy efectiva para la asimilación de conocimientos. Además, se plantea la necesidad de definir con precisión en qué materias estas tecnologías pueden aportar un valor añadido.

¿Cree que la adicción a las pantallas también está presente en las aulas?

Inevitablemente, sí. Podemos observar cómo, en entornos tan cotidianos como un restaurante, se utiliza una pantalla para mantener al niño absorto durante el postre. Esta misma dinámica se replica en las aulas, donde la facilidad de acceso a dispositivos puede generar comportamientos adictivos. Los estímulos visuales y sonoros tienen un efecto directo sobre la dopamina, el neurotransmisor relacionado con la adicción, haciendo que incluso el uso aparentemente ligero pueda evolucionar hacia un patrón de comportamiento difícil de controlar.

El doctor durante la entrevista.

El doctor durante la entrevista.

¿A qué edad están empezando a evidenciarse estos usos excesivos? ¿Se observa un cambio en comparación con lo que se veía anteriormente?

El problema radica en que cada vez son más los niños muy pequeños que utilizan estos dispositivos. Hemos pasado de observar un uso moderado en edades intermedias a ver niños de dos o tres años inmersos en pantallas casi de forma exclusiva. En muchos casos, se nota que se queda hipnotizado y hasta afecta a actividades tan básicas como la alimentación.

Esto se debe a que, en el cerebro en desarrollo, la función ejecutiva, capaz de regular el uso de estímulos, aún no está completamente instalada. Por lo tanto, lo que inicialmente podría parecer un uso sin importancia puede evolucionar hacia una adicción que, sin intervención externa, se vuelve insostenible.

¿Qué pautas recomendaría a los padres para lograr un consumo responsable en casa, especialmente considerando que las redes sociales se han convertido en el principal medio de comunicación entre los jóvenes?

Es crucial establecer límites claros y mecanismos de supervisión. Por ejemplo, se pueden programar horarios para el uso del dispositivo, limitar el tiempo de conexión o, incluso en algunos casos, apagar el Internet de casa en ciertos momentos del día. No es prudente dejar la regulación exclusivamente en manos del niño, pues la autogestión en estas edades no existe.

Obviamente, por preocupación de los padres, se tiende a darles un teléfono para tenerles localizados o por si necesitaran llamar por una urgencia. Pero ya se les da directamente smartphones, cuando existen otras alternativas, como los móviles de tapa, al estilo de los antiguos teléfonos Nokia, que solo permitían llamadas.