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Ana Ibáñez, neurocientífica: "Poner una canción que te gusta puede ayudar a tu cerebro a concentrarse mejor"

Según un estudio de Juice Plus+, el 80 % de los españoles tiene dificultades para concentrarse, además de que se desconcentran, de media, nueve veces al día.

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España se sitúa en el séptimo lugar en la lista de personas con problemas de memoria con respecto al resto de Europa. Según Eurostat, un 19,6% de la población española presenta alguna dificultad moderada o grave para recordar o concentrarse.

Es sobre todo a partir de los 50 años cuando el 25% de las personas comienza más a sufrir ese déficit de la memoria, bien sea a través de pequeños olvidos sin importancia o con patologías más graves. Además, también comienzan otro tipo de problemas con las funciones cognitivas, incluida la dificultad para orientarse, incluso, la concentración.

La concentración, como otras funciones cognitivas, puede verse afectada por el envejecimiento. Esto puede deberse a cambios como la pérdida de neuronas y receptores, lo que dificulta absorber, procesar y recordar nueva información. En este sentido, los expertos inciden en la importancia de "entrenar nuestro cerebro" e, incluso, recurrir a técnicas como la "burbuja de concentración", que se basa en recurrir a estímulos placenteros, para que el órgano responda mejor a la situación, explica la neurocientífica Ana Ibáñez.

En qué consiste la "burbuja de concentración"

La concentración es la capacidad de centrar voluntariamente la atención en una tarea o estímulo específico, ignorando las distracciones y manteniendo la atención en ese objetivo por un tiempo prolongado. Es un estado mental que, más que venir de serie, necesita ser trabajado la gran mayoría de las veces, especialmente en los últimos años, donde las distracciones se han multiplicado.

Según un estudio de Juice Plus+, el 80 % de los españoles tiene dificultades para concentrarse, además de que se desconcentran, de media, nueve veces al día, algo que se agrava hasta las once veces cuando se trata de la Generación Z. Por todos estos motivos, ayudar a nuestro cerebro a entrar en un estado de concentración implica más que fuerza de voluntad: se trata de crear un entorno, tanto interno como externo, que lo facilite. Aquí es donde entra en juego el concepto de la "burbuja de concentración".

La burbuja de concentración es una técnica basada en la memoria emocional y sensorial. Según explica Ibáñez, con ella vamos a tratar de recordarle a nuestro cerebro que "concentrarse no solo es posible, sino que ya lo ha hecho antes con éxito y, lo más importante, que fue una experiencia agradable".

El cerebro, al igual que cualquier otro sistema de aprendizaje, responde mejor a situaciones placenteras. Si nuestro órgano asocia la concentración con estrés o aburrimiento, naturalmente se resistirá; sin embargo, si la asocia con bienestar, seguridad y satisfacción, será mucho más probable que coopere.

Uno de los componentes clave para que esta técnica funcione es el equilibrio entre las frecuencias cerebrales alfa y beta. Tal y como explica la experta, "las ondas alfa están asociadas con un estado de calma, relajación y apertura" y son fundamentales para entrar en el estado previo a la concentración.

Por otro lado, las ondas beta representan una actividad cerebral más intensa, vinculada al pensamiento activo, la atención y el procesamiento de información. Una "burbuja de concentración" efectiva permite que estas dos frecuencias se encuentren en armonía: la calma mental que propicia una concentración prolongada, con la energía justa para mantener la atención.

Para construir esta burbuja, Ibáñez apunta que se puede recurrir a estímulos sensoriales que actúan como "disparadores positivos", uno de ellos y el más efectivo es la música. La experta confiesa que, ponernos nuestra canción favorita, "no necesariamente tiene que ser tranquila", puede generar una sensación de comodidad y placer, liberando las frecuencias alfa.

El cerebro, al identificar esa música como parte del entorno de trabajo, comienza a activar las asociaciones positivas con la concentración, reduciendo la resistencia y facilitando la transición al enfoque. Además, podemos complementarla con un entorno visual y olfativo, como encender una vela.

La luz cálida que proyecta y, especialmente, su aroma, introducen al cerebro en una atmósfera concreta. Cuando ese aroma se repite con constancia en los momentos de concentración, el órgano empieza a reconocerlo como una señal de entrada al estado de enfoque.

Otro aspecto relevante es la creación de rituales. El cerebro adora la repetición porque reduce la incertidumbre. Si cada vez que vas a concentrarte enciendes la misma vela, escuchas la misma lista de reproducción o te sientas en el mismo lugar, estás entrenando a tu mente para que reconozca esos elementos como señales inequívocas de que es momento de enfocarse.