Júbilo en la plaza de San Pedro tras conocer a León XIV: "Estamos felices, es el Papa que Dios ha querido"

El humo blanco comenzó a brotar de la chimenea de la Capilla Sixtina a las 18:07 horas. Al cuarto intento, presumiblemente, los 133 cardenales que conformaban el Cónclave habían designado al sucesor del difunto Francisco. El elegido era, contra todo pronóstico, el cardenal Robert Francis Prevost, el primer Papa de nacionalidad estadounidense de la historia, que poco más de una hora después apareció en el balcón de la logia central de la fachada de la Basílica de San Pedro.

Las decenas de miles de personas, más de 40.000, según las primeras estimaciones, que se congregaban en la Plaza de San Pedro estallaron de júbilo tras ver, por fin, la fumata blanca a la espera de que, en cuestión de minutos, el protodiacono Dominique Mamberti anunciara el Habemus Papam. Cuando apareció, por fin, Prevost, que escogió el nombre de León XIV, la plaza casi se vino abajo.

Los fieles —y los curiosos— celebraron durante los casi diez minutos en los que sonaron las seis campanas de la basílica y seguía saliendo el humo de la chimenea de la Capilla Sixtina. La fumata blanca pilló por sorpresa a los presentes, quienes, exultantes, empezaron a aplaudir y a gritar "Habemus Papa" mientras ondeaban las banderas de España, Francia, Colombia, Líbano, México y, cómo no, de la Santa Sede.

"Estamos felices, es el papa que Dios ha querido", trasladó a Efe, antes de conocer la identidad del elegido, el cura mexicano Francisco Gallardo, que permanecía desde ayer en la plaza para estar en el momento. "Pasábamos hoy de visita a Roma y hemos visto la fumata", decía por su parte Carme, profesora de un instituto de la ciudad española de Manacor que acompaña a un grupo de alumnos de viaje en Italia para un intercambio escolar, a Efe.

"Es increíble estar aquí en este momento", apuntaba Christopher, un joven turista estadounidense que, todavía sin saberlo, estaba a punto de presenciar cómo, por primera vez en la historia, uno de sus compatriotas se convertiría en Papa.

La Plaza de San Pedro, en realidad, no estaba tan llena como en la tarde del miércoles, en la primera jornada del Cónclave... hasta que el humo blanco comenzó a brotar de la chimenea de la Capilla Sixtina.