
Niños reaccionan a la incursión israelí en Tammoun, cerca de Tubas, en Cisjordania. Reuters
Netanyahu asfixia a Gaza y come terreno en Cisjordania mientras Trump le sigue enviando propuestas de tregua
Mientras Estados Unidos propone un nuevo plan de paz para Gaza, Israel aprovecha para extender sus asentamientos en Cisjordania, con el objetivo declarado de “evitar un estado palestino”.
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Poco a poco, a Steve Witkoff se le va poniendo cara de Antony Blinken. El hiperactivo asesor de Donald Trump, compañero de tantas tardes de golf en Mar-a-Lago, empezó su mandato como enviado especial a Oriente Próximo apropiándose del trabajo de la anterior administración y sellando con su visita final el acuerdo de alto el fuego del 18 de enero. Desde entonces, todo le ha ido mal, aunque el empresario no deja de intentarlo entre viaje a Moscú, viaje a Tel Aviv y viaje a Arabia Saudí, Qatar, Dubái o donde haga falta.
El problema con el que se encuentra sistemáticamente es que tiene ante sí una muralla. La tiene en Ucrania en forma de Vladímir Putin, que cuenta los días para iniciar su nueva ofensiva y por ello se niega a ningún tipo de tregua que no sea en el fondo una victoria.
La tiene también en Gaza, donde Benjamin Netanyahu aceptó un acuerdo de paz que no era sino una manera de ganar tiempo para retomar cuanto antes la guerra, sin esperar siquiera a formalizar el regreso de los rehenes que aún quedan con vida en manos de los terroristas de Hamás y la Yihad Islámica.
Y, aun así, tal vez por su falta de formación diplomática y su clásico optimismo negociador, Witkoff sigue proponiendo planes que se entiende que cuentan con el respaldo de Marco Rubio, Donald Trump y JD Vance.
El último consiste en un alto el fuego de sesenta días tras los cuales se podrían seguir entablando negociaciones siempre que se libere a diez de los rehenes. La propuesta es difusa y se parece mucho a la que acabó en nada hace casi tres meses, pero, dada la situación, puede aliviar la situación en Gaza.
El Gobierno de Netanyahu ya ha filtrado su apoyo a dicho plan, siempre que quede claro que el alto el fuego será temporal y en ningún caso permanente y que no se obligue a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) a devolver el terreno capturado durante estos meses en la Franja.
Hamás, por su parte, pide lo contrario: una cláusula que obligue a Israel a tomarse en serio las negociaciones para que esto no sea un mero ganar tiempo y otra que les permita recuperar todo el terreno perdido.
Ni la presión externa… ni la interna
En cualquier caso, no parece que haya obstáculos inesquivables, con lo que el acuerdo es posible. La asfixia a la que está sometiendo Netanyahu a Gaza hace que los terroristas tengan pocas alternativas. Un alto el fuego les permitirá intentar ganar otra vez mando en plaza y recomponer sus muy dañadas fuerzas. Con suerte, pensarán, incluso puede que Trump obligue a Israel a llegar a un acuerdo que no implique la deportación de dos millones de palestinos, que se dice pronto.
Ahora bien, eso es improbable. Netanyahu es impermeable a las presiones de los presidentes estadounidenses. Por supuesto, los escucha y, dentro de lo que cabe, intenta complacerles en las pequeñas cosas, pero las grandes decisiones, siempre, las va a tomar él por su cuenta.
Tampoco la presión interior, con las familias indignadas de los rehenes y el ex primer ministro Ehud Olmert insistiendo en lo cerca que están las acciones militares israelíes de la consideración de crímenes de guerra, parece que vaya a afectar al líder del Likud.
De hecho, no hay que descartar que dentro de esta postura favorable al alto el fuego de Witkoff haya la intención de seguir ganando tiempo. No ya en Gaza, sino en Cisjordania, donde, poco a poco, y al margen de las miradas internacionales, las posiciones de los líderes ultraortodoxos van ganando fuerza y consistencia legal.
El ministro de Defensa, Israel Katz, confirmó este jueves que el Gobierno había aprobado la creación de veintidós nuevos asentamientos en la zona que este gobierno llama “Judea y Samaria”, por sus nombres bíblicos, además de legalizar los que ya se han ido construyendo estos años en terrenos prohibidos.
La difícil cuadratura del círculo
Los motivos de la legalización de estos asentamientos no merecen mucha especulación. El propio Katz refrendó este jueves lo que tanto Bezalel Smotrich como Itamar Ben-Gvir llevan predicando desde hace años: “Los nuevos asentamientos forman parte de un plan a largo plazo cuyo objetivo es fortalecer el dominio israelí sobre el territorio, impedir el establecimiento de un estado palestino y crear las bases para el futuro desarrollo de más asentamientos en las próximas décadas”, afirmó el Ministerio de Defensa en un comunicado oficial.
El objetivo, por lo tanto, parece ser dar marcha atrás en el tiempo y expulsar de nuevo a los palestinos de los dos únicos lugares donde el Gobierno de Mahmud Abás tiene un mínimo de autonomía. Romper con el espíritu de Oslo y de Madrid y volver al enfrentamiento puro y duro y el sometimiento. La “solución de los dos estados” era hasta hace nada no ya la petición de peligrosos extremistas, sino la posición oficial del Gobierno de Estados Unidos y, desde luego, de todos los países árabes de la zona.
Teniendo en cuenta las excelentes relaciones de Trump con estos países, no está claro que vaya a seguir ciegamente la posición de Israel al respecto. Estados Unidos necesita estabilidad en la zona, no solo por un cierto convencimiento político, sino por una cuestión puramente práctica: en una zona en paz, se puede invertir más, se pueden hacer más negocios y se evitan gastos militares absurdos. Eso es lo que está detrás, por ejemplo, de la estrambótica idea de la “Riviera árabe”.
En definitiva, Netanyahu dice luchar por la supervivencia de su país, mientras que Estados Unidos lucha por el desarrollo económico de la zona. No se ve cómo ambos enfoques pueden compatibilizarse en este momento y ahí está Witkoff, a sus 68 años, subiéndose a aviones y bajándose de ellos para cuadrar un círculo imposible con la ilusión del que aún cree que todo es ponerse. Lo que, de alguna manera, provocaría cierta ternura, sino fuera por lo importante de la labor que se trae entre manos y la evidencia de que es el hombre equivocado en el momento erróneo.