
Julio Mozo, un emblema de la radio en sus mejores tiempos
De un alumno agradecido
Ángel Cuaresma ensalza la labor de Julio Mozo Méndez tras su fallecimiento. Un "grande de la comunicación en los mejores tiempos de la radio".

Ángel Cuaresma
La noticia del fallecimiento de Julio Mozo Méndez me llega a hurtadillas, ahíta de anonimato, con un envoltorio impropio de quien fue un grande de la comunicación en los mejores tiempos de la Radio. Ya ni siquiera nos despedimos bien, mucho menos de los nuestros.
Fue mi primer director, hace ya un número de años que la cortesía del lector impedirá preguntar, cuando otro del pódium de los grandes, Juan Pascual, se empeñó en que quien esto escribe tenía que trabajar delante de un micrófono. Y Julio (desde el primero día me pidió que apeara el usted y el don) dio luz verde en una emisora que aún se llamaba Radio Popular. El nombre no fue lo único que posteriormente le cambiaron.
Para un joven estudiante de Periodismo, no se trataba sólo de empezar a trabajar; se trataba de confraternizar con aquellas voces míticas a las que oía desde niño y entre las que se colaba, con la modulación propia de cuando se hacían bien las cosas, la de Julio Mozo.
En mi memoria, y espero que en la de muchos vallisoletanos, quedan aquellas fanfarrias municipales, que aún hoy se usan en las tomas de posesión de los alcaldes, que anunciaban el inicio de una ‘Actualidad vallisoletana” que se prolongaba por espacio de treinta minutos. Imagínense: media hora completa de información local. O aquellas interminables mañanas de domingo en las que la vida polideportiva local se colaba en los transistores de la provincia con su doble ración de modestia: la de los equipos de las diferentes disciplinas y la de los locutores y técnicos, con poco más que un walkie-talkie.
De Julio aprendimos muchas cosas. Que la radio se ‘hacía’, sí, sí, del verbo hacer; que en el medio había que ‘hacer’ de todo y él, aun siendo director, no tenía empacho en presentar el nuevo éxito musical de Radio Futura o en grabar cuñas, caretas o indicativos con la mejor de las dicciones.
Escribí hace unos días en las redes sociales que, de repente, se cruzaron las barraganas de la política (si yo les contara…) mientras la Iglesia miraba para otro lado. Es lo que tiene convertirse en sociedad anónima. Cada vez más anónima. A fin de cuentas, las conspiraciones no son patrimonio exclusivo de la política.
Hoy, Julio Mozo vive en el lugar en que habitan las ondas, en el Cielo. Allí está, montando una emisora, y no es la que ustedes piensan. Lo está haciendo con el Padre Gago, que es su enlace directo con la Virgen; y con Ángel María de Pablos, que, desde Allá, ve mejor que nunca la serpiente multicolor. Y, por supuesto, con Juan Pascual, que lleva allí currando más tiempo y es quien les ha montado un estudio de lujo.
Nos decía, a Silvia y a este humilde columnista, el bueno de Juan Pablo Pascual que no había leído un pequeño homenaje, un pequeño obituario siquiera dedicado a Julio. Aquí está. En el fondo, quien hoy viaja por el cielo, es Internet.