
Adelfas.
La razón por la que siempre hay adelfas en la carretera: la verdadera razón más allá del uso decorativo de la planta
Este tipo de arbustos, con flores blancas, rojizas, róseas o amarillas, suelen encontrarse en diferentes vías en ambas direcciones y en las medianas.
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Cualquiera que haya recorrido en coche las interminables autovías y autopistas de España habrá reparado, en algún momento, en las coloridas flores que embellecen los márgenes de la calzada o las medianas que separan ambos sentidos del tráfico.
Lo que muchos conductores ignoran es que estas plantas, lejos de tener una función puramente estética, juegan un papel clave en la seguridad vial. Entre ellas, la adelfa (Nerium oleander) destaca por su resistencia, su vistosidad y su capacidad para contribuir al orden en la circulación… aunque no está exenta de riesgos.
Originaria de regiones cálidas del Mediterráneo y Asia, la adelfa es una planta perenne, de follaje denso y flores que varían entre el blanco, rosa, rojo o amarillo. Es capaz de soportar altas temperaturas, sequías prolongadas y suelos pobres, lo que la convierte en una aliada ideal para el mantenimiento de zonas ajardinadas junto a las carreteras, donde las condiciones ambientales no siempre son favorables.

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Pero su presencia va mucho más allá del embellecimiento paisajístico. Las adelfas se plantan estratégicamente en medianas para separar los flujos de tráfico y minimizar los riesgos de colisiones frontales.
Su estructura arbustiva densa actúa como una pantalla visual que evita los deslumbramientos provocados por los faros de los vehículos que circulan en sentido contrario, especialmente durante la noche. Además, en caso de que un vehículo pierda el control y se desplace hacia la mediana, estos arbustos pueden ofrecer una amortiguación moderada, reduciendo el impacto directo contra otros coches o infraestructuras.
Perteneciente a la familia de las apocináceas, la adelfa es una planta venenosa. Todas sus partes —hojas, flores, tallos— contienen compuestos tóxicos como la oleandrina, lo que desaconseja su manipulación sin protección.
A pesar de este detalle, su uso ornamental y funcional se ha mantenido, ya que rara vez supone un peligro para las personas si no se ingiere o manipula directamente. De hecho, su toxicidad sirve, en cierto modo, como un elemento disuasorio natural frente a animales o personas que pudieran verse tentadas a interactuar con ella.
En las medianas, las adelfas cumplen también una función psicológica: inducen a los conductores a mantener su carril y a reducir la velocidad ante la percepción de un espacio más cerrado o "protegido".
Este tipo de diseño paisajístico se conoce como "calmado de tráfico pasivo", y ha demostrado ser eficaz en numerosos estudios sobre seguridad vial.
Sin embargo, no todo es positivo. Como sucede con cualquier infraestructura o elemento urbano, su efectividad depende del mantenimiento. Cuando las adelfas no se podan regularmente, sus ramas pueden crecer hasta el punto de invadir el arcén o incluso rozar con los vehículos más altos, provocando daños en la carrocería o en los retrovisores.
Además, sus raíces, si no se controlan, pueden levantar o deformar el pavimento asfáltico, generando baches o irregularidades peligrosas para el tráfico.
Otro problema es la visibilidad. Cuando se plantan en exceso o se permite su crecimiento desmesurado, las adelfas pueden ocultar señales de tráfico verticales, dificultar la visión de cruces o salidas, o incluso tapar a animales o peatones que intenten cruzar en zonas no habilitadas.
En situaciones de emergencia —por ejemplo, un coche averiado o un accidente reciente—, una vegetación densa puede impedir que otros conductores detecten a tiempo el obstáculo, reduciendo los segundos cruciales para una reacción segura.
Como todo en el ámbito de la seguridad vial, el uso de vegetación como herramienta de protección requiere un delicado equilibrio. La elección de la adelfa se justifica por su eficacia, su resistencia al clima y su escasa necesidad de recursos.
Pero esta elección también conlleva responsabilidades: una poda regular, una revisión constante del estado de las raíces y una planificación adecuada de su colocación son condiciones indispensables para que esta aliada no se convierta en una amenaza.