Cristóbal Suárez, Carlos Hipólito y Kiti Mánver en 'Música para Hitler'. Foto: Víctor Gómez Herrera

Cristóbal Suárez, Carlos Hipólito y Kiti Mánver en 'Música para Hitler'. Foto: Víctor Gómez Herrera

Teatro

'Música para Hitler': cuando Pau Casals rechazó tocar para el dictador nazi

Carlos Hipólito interpreta al célebre compositor, violonchelista y candidato al Nobel de la Paz en esta obra de teatro de Juan Carlos Rubio que llega a los Teatros del Canal.

Más información: Rafel Berrio, el legado inédito de un poeta del rock

Publicada

Es 1943, Pau Casals tiene 66 años y, después de haber vivido la Primera Guerra Mundialla Guerra Civil, y tras la invasión nazi de Francia, siente que ya no tiene fuerzas. Exiliado desde 1939 en el sur del país galo, como tantos compatriotas, recibe la visita en su casa de un oficial nazi, que le propone tocar ante el Führer. Su respuesta es un no como una catedral, tan grande como una suite de Bach.

No era la primera vez que el músico declinaba una oferta análoga. Ya en el año 1917, se había negado a volver a actuar en Rusia, tras el triunfo bolchevique y la imposición del sistema comunista. Comprometido con cualquier causa social, Casals fue siempre un acérrimo defensor de las democracias en una época convulsa.

“Yo, que me sentía expulsado de mi patria desde 1939, me sentí expulsado, desde 1943, del mundo democrático en el cual había puesto mi fe y renuncié a nuevas peregrinaciones artísticas por países que desafortunadamente poco o nada hacían por derribar el poder que sometía a mi país”, compartió en una de las numerosas cartas que escribió a lo largo de su vida y que Acantilado recopiló en Querido maestro (2024).

Es a partir de ese momento en la vida del compositor catalán donde arranca Música para Hitler, “con un hombre deprimido que no cree que haya solución para tanto horror y casi decidido a no tocar nunca más”, cuenta su director, Juan Carlos Rubio (Montilla, 1967) a El Cultural.

Basado en ese hecho real, “lo que sucede dentro de la casa es el territorio de la ficción, la imaginación y la poética. Y ahí es donde elucubramos en la relación que se establece entre Casals y un oficial nazi –Johan–. Ese diálogo, esa situación extrema que se crea, bastante ambigua en muchos momentos, es lo que hemos ficcionado Yolanda –García Serrano– y yo”.

Marta Velilla y Kiti Mánver en un momento de 'Música para Hitler'. Foto: Víctor Gómez Herrera

Marta Velilla y Kiti Mánver en un momento de 'Música para Hitler'. Foto: Víctor Gómez Herrera

Admirador de la vida y obra del violonchelista catalán, fue el director de escena el que le propuso a la dramaturga escribir conjuntamente una obra apartir de ese ‘no’ a Hitler.

“Siempre me interesó muchísimo la trayectoria de Casals, tanto artística como personal. Era un hombre que no desligó su faceta humanitaria de su arte y luchó por la paz incansablemente. Y este momento en concreto nos pareció a los dos que era todo un ejemplo de dignidad”.

"Los síes y los noes que damos cada día pueden condicionar tremendamente nuestra existencia". Juan Carlos Rubio 

En particular, continúa, “Pau saltó del fuego para caer en la hoguera, porque en realidad pasó de una dictadura al imperio del terror de los nazis. En ese sentido, los años 20 y 30 del siglo pasado se parecen demasiado a lo que estamos viviendo ahora a nivel mundial y está bien echar la vista atrás para intentar no caer en ese mismo fuego”.

Hombre íntegro, y uno de los músicos más destacados del silgo XX, el también director de orquesta se convirtió en todo un ejemplo por su defensa de la democracia, la libertad y los Derechos Humanos. Nominado al Premio Nobel de la Paz, fue condecorado por la ONU. “No podemos olvidar el momento histórico en el que se encontraba, y cómo ayudó a sus compatriotas refugiados donando dinero y recursos”. Sin embargo, señala Rubio, “la memoria es frágil y hay personalidades a las que debemos recordar una y otra vez”.

En Música para Hitler, Carlos Hipólito, todo un maestro de ceremonias, recupera a un Casals “emocionante y desbordante”. También con sus sombras, “porque era un hombre que, a pesar de todo, vivía inmerso en contradicciones y zonas oscuras de su personalidad, a veces tendente a cierta depresión”, comenta su director.

Estrenada a principios de marzo en el Palacio de Festivales de Santander, en esa casa a la que acude Johan (Cristóbal Suárez), “que no es una casa” porque “funciona como un instrumento” y “rezuma una poética soterrada”, viven también su pareja, Francesca Vidal, conocida como Tití, e interpretada por Kiti Mánver –con quien el director ha trabajado en numerosas ocasiones–, y su sobrina Enriqueta (Marta Velilla).

Todos ellos envueltos en la deliciosa música de Bach. “Hemos tenido la suerte de tenerle como compositor de la música de nuestro espectáculo, que no es poco. Pau Casals lo interpretó como pocos. Estudió la Suite nº 1 y tocó sus seis movimientos cada día de su vida. Era una persona que no se conformaba con sencillamente hacerlo bien. Él buscaba la excelencia y eso es admirable”.

Muy presente en la función, Música para Hitler es un ‘no’ contado en seis movimientos, o actos en este caso, “la música –señala Rubio– no en vivo, pero sí que es un elemento estructural de nuestra historia”. Más allá de eso, el director escénico prefiere no desvelar demasiado en torno a su propuesta y dejar que los espectadores se enfrenten a la historia con los suficientes conocimientos, pero con la intriga de saber cómo va a acabar.

“A Yolanda y a mí nos encantaría que al terminar la obra la gente pueda ir a buscar más información y, aparte de escuchar la música maravillosa que Casals interpretó toda su vida, quiera saber más cosas de lo que le pasó y de lo que no, y del resto de todo ese periplo que él tuvo que pasar hasta octubre de 1973, fecha en la que murió”.

En una gira hasta el verano de 2026, que recorrerá ciudades como Salamanca, Cartagena, San Sebastián, Málaga o Tenerife, tras su paso por los Teatros del Canal de Madrid, donde estará del 2 al 20 de abril, Música para Hitler “es una función muy necesaria para que nos planteemos los síes y los noes que damos cada día a cosas que pueden condicionar tremendamente nuestra existencia.Los actos tienen consecuencias”.

Y es que, lamenta Rubio, “como se dice en la función, el ser humano es como la hoja de un árbol, todos necesitamos el tronco. Es una lástima que seamos tan independientes y tan poco proclives a darnos cuenta de la importancia del otro”.