Maricel Álvarez y Carlos Beluga durante un ensayo de 'Vendrán los alienígenas y tendrán tus ojos'. Foto: Jesús Ugalde

Maricel Álvarez y Carlos Beluga durante un ensayo de 'Vendrán los alienígenas y tendrán tus ojos'. Foto: Jesús Ugalde

Teatro

De Tinder a una galaxia lejana: María Velasco reinventa el amor en clave de ciencia ficción

La última propuesta escénica de la directora y dramaturga, 'Vendrán los alienígenas y tendrán tus ojos', se estrena en Nave 10 de Matadero Madrid.

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Todas las historias de amor, sostiene María Velasco (Burgos, 1984), son en verdad historias de ovnis. Es por eso que en su nueva y esperada propuesta escénica, la dramaturga y directora, Premio Nacional de Literatura Dramática 2024, rompe con el tópico de ‘chica conoce a chico’.

En Vendrán los alienígenas y tendrán tus ojos –el título ya lo dice todo–, una mujer de 40 años que atraviesa la “Edad Media”, como escribe ella, intenta sobrevivir a una ruptura cuando algo irrumpe en su vida.

“Este es un poema escénico sobre la inusitada posibilidad de amar a estas alturas de la Historia, del Capitalismo, del Apocalipsis”, cuenta la autora en el prólogo de la obra. Se refiere, claro, a amar en la época del desencanto y la precariedad “la obra está muy atravesada por un sentimiento de clase”–, en tiempos de las aplicaciones de citas y la urgencia, “también de la madurez”, porque, “todavía, después de la decepción y la fatiga, puede presentarse el amor como una experiencia límite y casi sobrenatural”, señala a El Cultural.

Basada en su propia experiencia, en esta obra que estrenará el 25 de abril –hasta el11 de mayo– en Nave 10 deMatadero, Velasco nos cuenta el amor moderno de la única forma posible, entre el relato íntimo y la ciencia ficción.

Mientras que, en medio de términos imposibles que tratan de apresar –casi justificar– la más incipiente realidad en nuestras relaciones –sexting, ghosting, zombing...–, irrumpe un particular extraterrestre.

Alien es una palabra polémica en el contexto anglosajón porque en Estados Unidos se utilizaba para definir al extranjero, especialmente al ilegal. Me interesa pensar en todo esto como una exposición a lo ajeno, recuperar esa idea del contacto con la extrañeza y con la extranjería que siempre te supone el otro”, explica.

“Ocurre que el amor no deja de ser una ficción, casi una ciencia ficción, puramente humana. Estar dispuesto a enamorarse, hacer ese acto de fe, supone ficcionalizar, poetizar la existencia”.

Carlos Beluga en un momento del ensayo de la obra. Foto: Jesús Ugalde

Carlos Beluga en un momento del ensayo de la obra. Foto: Jesús Ugalde

Bajo esa premisa, Vendrán los alienígenas y tendrán tus ojos está planteada como una especie de monólogo que Velasco transforma en una polifonía capaz de abarcar “todos los matices y los estados de ánimo” que caben dentro de este singular autorretrato.

Maricel Álvarez se mueve aquí entre el duelo romántico, esa especie de extrañeza perpetua en la que te dejan sumida algunas rupturas, y el enamoramiento. Mientras que su partenaire, Carlos Beluga, introduce otros códigos en la escena, como la danza o la música en directo.

“Es una especie de técnico interno dentro del espectáculo que justamente ayuda a configurar la ficción a partir de todos los elementos que participan de la puesta en escena, que tienen que ver con lo sonoro y lo visual”, comenta.

Y es aquí donde la propuesta de Velasco se vuelve todavía más interesante. “En la música –básica en esta construcción de mundos posibles–, hay un homenaje claro a David Bowie –señala–. En su versión en italiano de Space Oddity él transforma el rock espacial en una canción de amor. Esto me fascinaba”.

“Las aplicaciones de citas llevan el afecto al mundo del consumismo y del rendimiento, al amor sin tara, sin riesgo ni dolor", María Velasco 

Pero también hay un trabajo de composición original de Tagore González que crea “todas las atmósferas sonoras que buscan sumergirnos en la extrañeza del mundo cotidiano”. Algo que contribuirá a expandir el fascinante universo escénico, diseñado por José Novoa y también las piezas de Sarai Núñez Fx Estudio (casco astronauta) y Amador Rehak (máscara alienígena).

Con una fuerte apuesta estética, como suele ser costumbre en las obras de Velasco, el escenario está concebido “como en sets”. Por un lado, la cama, como un guiño a la famosa instalación de la artista Tracey Emin. “Teníamos claro que debía haber algo que aludiera a lo íntimo, que estuviera asociado con ese lugar donde pasamos nuestras peores depresiones y también donde hacemos el amor. Con esa horizontalidad en la que viene el niño y hacia la que va el anciano”.

Por otro, un invernadero de cannabis. “En la naturaleza está la compuerta a lo sobrenatural. Ya no solo por las sustancias lisérgicas, sino más bien porque es hoy algo ajeno para las personas que llevan una rutina urbanita”. Todo ello envuelto en un verde clorofila. “Es un color simbólico dentro de la obra y viene de la idea de esa naturaleza que penetra en la existencia de la protagonista”.

Con Primera Sangre y Amadora aún de gira, en Vendrán los alienígenas... Velasco desafía las normas –“no más historias de amor”, le aconsejan a su protagonista– y se deja influenciar por autoras que abordan las relaciones desde nuevas perspectivas como Ursula K. Le Guin, Julia DucournauCrudo– o Coralie Fargeat –La sustancia–.

“La obra es una parábola sobre la importancia que tiene el amor a un nivel cósmico, también biológico. Estamos viviendo un proceso de desenamoramiento existencial –sostiene–, porque parece que este es un momento rico para las relaciones humanas. Mucha gente está intentando, según ese verso que tenía Rimbaud, reinventar el amor, y se aventura incluso por caminos que no son fáciles, que tienen que ver con el poliamor o las parejas abiertas. Esta desguionización de las relaciones es algo brutal del siglo XXI, algo que hay que contar en las dramaturgias actuales. Pero, a veces, salir del guion establecido del amor romántico, supone bastante confusión”.

Entre otras cosas porque el relato amoroso tampoco escapa “a la mercantilización generalizada de los valores. Muchas pensadoras –Eva Illouz en El fin del amor o Byung-Chul Han en La agonía del Eros– destacan cómo la mayoría de las aplicaciones, creadas por hombres blancos occidentales, llevan los afectos al mundo del consumismo, del amor sin tara, sin riesgo ni dolor”. Cuando, más bien, el amor, opina, “siempre supone un acto de exposición que nos pone en peligro y a la vez es un pequeño milagro que nos transforma”.