
Aute según su hijo Miguel Aute. Retrato de 2017
Luis Eduardo Aute: un lustro a falta de amor, azar, humo y deseo
Aterrizan en las librerías 'Aute infinito', de Luis García Gil, y 'Me va la vida en ello', de Miguel Fernández, dos biografías para desentrañar el personalísimo universo del cantante, el poeta, el pintor y el cineasta.
Cuando se cumple un lustro del fallecimiento de Luis Eduardo Aute (Manila, Filipinas, 1943 - Madrid, 2020) y medio siglo del lanzamiento de Al alba, se publican simultáneamente las biografías Aute infinito (Alianza) y Me va la vida en ello (Plaza & Janés). En la vida del polifacético artista del amor y el deseo, todo resulta azaroso. Desde su nacimiento en Filipinas –cuando Japón y Estados Unidos libraban una de las últimas batallas de la II Guerra Mundial– hasta su muerte –en pleno confinamiento pandémico, aunque debido a las secuelas de un infarto en 2016–, pasando por su propia trayectoria.

Aute infinito
Luis García Gil
Alianza, 2025
400 páginas. 22,95 €
"Lo de escribir canciones es algo accidental", dijo más de una vez, pues su pulsión primera fue la pintura, que lo llevó a la Bienal de Arte de São Paulo y fue la pértiga de algunos trabajos cinematográficos propios (más allá de las bandas sonoras para películas de Jaime Chávarri o Fernando Fernán Gómez). Incluso su himno totémico, Al alba, bandera de la canción protesta, está sujeto a las veleidades que le deparó la vida.
Muchas de sus canciones fueron interpretadas por Massiel, Rosa León, Mari Trini, Ana Belén o Pepa Flores, pues inicialmente anduvo reticente a cantarlas él mismo (no se lanzó a los escenarios hasta mediados de los 70). Tras los éxitos de Rosas en el mar y Aleluya y un lustro alejado de la industria, por fin se puso al frente como vocalista en Rito (1973), su tercer álbum (Las cuatro y diez, De alguna manera…), pero antes del lanzamiento de Espuma (1974), su siguiente trabajo discográfico, envió a Rosa León una canción que cambiaría su vida.
Al alba relataba la experiencia de quien "teme a la madrugada" y presiente que "tras la noche, vendrá la noche más larga". Además, contenía alusiones a "la guadaña", a "los hijos que no tuvimos", al "maldito baile de muertos" y a la "pólvora de la mañana". No era descabellado establecer una relación con los últimos ejecutados por el régimen franquista en 1975: tres miembros del FRAP y dos de ETA.
"Cuando Rosa León la escuchó por primera vez, me dijo que parecía tratar sobre un fusilamiento, pero yo lo negué", cuenta Aute en una entrevista con Luis García Gil, desvelada en Aute infinito. La verdadera destinataria de la canción era Maritchu, su mujer ("Quiero que no me abandones, amor mío…"), pero "al enterarse de la condena a muerte de los procesados, [Rosa León] tuvo los cojones de dedicarles la canción en sus conciertos", añade el artista, que confiesa haber pretendido "hacer una canción sobre ellos", pero nunca le salió.

Me va la vida en ello
Miguel Fernández
Plaza & Janés, 2025
296 páginas. 22,90 €
Tanto en el libro de García Gil como en el de Miguel Fernández, Me va la vida en ello, ambos apoyados en múltiples testimonios, se impone como eje la carrera musical del artista. García Gil repasa toda su discografía, al tiempo que va dando cuenta de los hitos biográficos: su llegada a España con diez años, su trabajo como meritorio en una película de Godard o cuando convenció a Jesús Munárriz de que publicara Gárgoris y Habidis, de Sánchez Dragó.
Empujado por una tentativa más literaria, Fernández recrea pasajes de su vida e imagina diálogos como el que habría correspondido al momento en que encontró a su madre en casa charlando con Ava Gardner y Frank Sinatra. Son libros complementarios, en todo caso, pues logran atrapar y dar sentido a la complejidad de su universo.
Con el ser humano en el centro de su poética, Aute se entregó, desde la más profunda heterodoxia, al erotismo religioso. A veces desde lo lírico y otras desde la sátira, en sus canciones, su cine, sus versos y sus óleos, marcados por el latido existencial, la sensualidad (No te desnudes todavía) y la carnalidad (Mojándolo todo) están en constante diálogo con lo sagrado, pues "el sexo es lo que más nos aproxima a Dios".
La popularidad de Aute se disparó en los 80 y los 90, precisamente cuando los cantautores del franquismo estaban desatendidos
La popularidad de Aute se disparó en los 80 y los 90, precisamente cuando los cantautores del franquismo estaban desatendidos. El autor de Pasaba por aquí fue uno de los pocos que, junto a Víctor Manuel, Sabina y Serrat, sobrevivieron a la ola del pop-rock. En su caso, además, sin replegarse a las imposiciones de la industria, lo que le granjeó la condición de cantautor de culto.
Sin embargo, se siente atropellado por el ritmo de unos tiempos que han arrumbado las ideologías para entregarse a las dinámicas que dictaba el mercado. El escepticismo, reforzado tras una intensa lectura de Pessoa, impregna desde entonces su cancionero, del que se desprenden obras maestras como La belleza ("Y ahora que no quedan muros / ya no somos tan iguales, / tanto vendes, tanto vales").
El creador incesante no se detuvo en el nuevo siglo: siguió exponiendo sus cuadros, presentó en San Sebastián una película de animación que elaboró con más de 4.000 dibujos propios y publicó su poesía completa, que "no oculta algún débito al surrealismo", según precisó Caballero Bonald. Se fue marchitando entre lienzos y reuniones con amigos tan dispares como Gonzalo García Pelayo, Silvio Rodríguez y Antonio Escohotado.
Se desempeñó, además, en la escritura de lo que llamó "poemigas", versos cercanos al aforismo y la greguería que sintetizan su personalidad artística: "Quitar lo que sobra, ir a la esencia". Bajo el humo denso flotando en su semblante –siempre fue fumador empedernido– se escondía un hombre sencillo. Se fue en 2020, cuando nadie miraba, pero hoy nadie lo olvida.