Enrique Rojas, psiquiatra.

Enrique Rojas, psiquiatra.

Estilo de vida

Enrique Rojas, psiquiatra: "Estas son las seis cosas de las que más se arrepiente la gente en el lecho de muerte"

Según una serie de investigaciones, existen seis arrepentimientos que son universales y que aparecen en los últimos momentos de nuestra vida.

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La muerte es irremediable. Aunque hoy vivamos más años que generaciones pasadas y España esté posicionado como uno de los países con mayor esperanza de vida del mundo, seguimos sin saber cómo enfrentarnos a la idea de que un día todo puede acabar. Sin embargo, por mucho que miremos hacia otro lado, hay un momento —ese en el que se vuelve real— que nos obliga a mirar atrás.

Según los expertos, es en ese instante final cuando muchas personas experimentan una claridad casi dolorosa sobre lo que ha sido su vida. Aparecen remordimientos, decisiones no tomadas o caminos no recorridos de los que acabamos arrepintiéndonos y, aunque haya algunos más específicos, la ciencia ha demostrado que existen seis de ellos que se repiten una y otra vez. 

La enfermera australiana Bronnie Ware, tras años trabajando en una unidad de cuidados paliativos; la doctora Kübler-Ross, psiquiatra americana que estuvo con personas que estuvieron cerca de la muerte; y trabajadores en el Centro Laguna de Madrid, con pacientes terminales, descubrieron que existen seis arrepentimientos que aparecen con sorprendente frecuencia. El psiquiatra Enrique Rojas los ha recogido en sus redes sociales.

1. Haber trabajado demasiado

"Cuando la muerte está próxima, se suele tener una especial iluminación retrospectiva, en la que hacemos cuentas con nosotros mismos", explica Rojas. En esa hora final, lo superficial desaparece y da lugar a un estado de conciencia profunda, en el que suelen aparecer ciertos arrepentimientos profundos que, además, se ha descubierto ser universales.

Uno de los más frecuentes es haber trabajado demasiado. No es que el trabajo no tenga valor, pero cuando se convierte en el eje absoluto de la existencia, suele desplazar otros elementos fundamentales de la vida. Muchos, al mirar atrás, sienten que sacrificaron momentos irrecuperables por horas de trabajo.

La infancia de los hijos, el cuidado de la pareja, el placer de una conversación sin prisas, los planes a última hora… En el último momento de la vida, el tiempo entregado a lo profesional, les parece, en retrospectiva, un tributo excesivo a una causa que en ocasiones no ha sido retribuida.

2. Haber dado a las cosas más importancia de la que tenían

En segundo lugar, es muy común el arrepentimiento por haber dado demasiada importancia a cosas que, vistas desde la cercanía de la muerte, pierden peso y sentido. Las preocupaciones cotidianas, los enfados momentáneos, la aprobación ajena… son aspectos que, en el último momento de la vida, se recuerdan por haber tenido demasiado protagonismo.

En ese momento, uno entiende que mucho de lo que pareció urgente y grave, en realidad no lo era, y que ha gastado mucha energía en enfados innecesarios o, simplemente, en hacer montañas de arena de aspectos insignificantes.

3. No haber disfrutado más de la vida

Otro arrepentimiento frecuente, según recoge Rojas, es no haber sabido disfrutar la vida. Si nos pasamos el tiempo en el trabajo o preocupándonos por cosas insignificantes, perdemos lo que realmente tiene valor: "el amor, las amistades, aficiones…".

El arte de vivir está en saber equilibrar el deber con el placer o el compromiso con el gusto. Aquellos que llegan al final con este pesar reconocen que vivieron en automático, sin detenerse a vivir los momentos, a disfrutar del amor, de la amistad o simplemente del silencio. 

4. No haber sabido ser uno mismo

En cuarto lugar, "un dato muy importante es no haber sabido ser uno mismo", apunta Rojas. Hoy en día nos pasamos la vida cumpliendo las expectativas de otros en vez de averiguar quién queremos ser o qué es lo que nos hace felices. En su lugar, nos moldeamos para encajar en la sociedad.

Desde muy jóvenes aprendemos a buscar la aprobación de los demás de la familia, de la sociedad, del entorno laboraly, sin darnos cuenta, empezamos a moldear nuestra identidad en función de lo que se espera de nosotros: renunciamos a sueños, a pasiones, a formas de pensar o de vivir que sentíamos propias, solo por miedo al juicio o al rechazo.

5. No haber encontrado las respuestas a las grandes preguntas de la vida

Otro de los grandes vacíos que aparecen en el lecho de muerte es no haber buscado respuestas a los grandes interrogantes de la existencia. A lo largo de nuestras rutinas diarias, es fácil caer en el automatismo: levantarse, trabajar, cumplir responsabilidades, dormir, repetir.

Sin embargo, hay preguntas que, aunque no se respondan con facilidad, deberíamos cuestionarnos: ¿para qué estamos aquí?, ¿qué sentido tiene el sufrimiento?, ¿quién soy yo? Aquellas personas que nunca se permitieron detenerse a reflexionar sobre estos temas, que nunca desarrollaron una dimensión espiritual —no necesariamente religiosa, pero sí conectada al misterio—, suelen llegar al final con un sentimiento de vacío existencial.

La espiritualidad, bien entendida, no es evasión ni superstición: es una forma de construir significado en medio de lo incierto. Tener un "fondo espiritual" no significa tener todas las respuestas, sino haber aprendido a convivir con las preguntas con cierta paz. 

No haber dedicado más tiempo a la familia

El último arrepentimiento más frecuente es no haber dedicado suficiente tiempo a la familia. En una sociedad donde el trabajo, la productividad y el éxito individual ocupan un lugar central, los vínculos afectivos muchas veces quedan relegados a un segundo plano.

Se posponen encuentros, se aplazan conversaciones importantes, se descuidan relaciones esenciales con la idea de que "ya habrá tiempo". Pero ese tiempo no siempre llega. El dolor de no haber estado presente para los hijos, de haber vivido desconectado de la pareja, de haber perdido contacto con los padres o hermanos, se vuelve punzante cuando ya no hay posibilidad de remediarlo.

Enrique Rojas hace referencia a la figura del "padre ausente": hombres que, por entregarse de lleno a su carrera profesional, perdieron momentos cruciales en la vida de sus hijos. Lo mismo ocurre con madres, parejas, amigos íntimos. Cuando se acerca el final, lo que más consuela no son los logros ni los bienes acumulados, sino la cercanía humana.