Sandra Moñino, nutricionista.

Sandra Moñino, nutricionista.

Salud y Bienestar

Sandra Moñino, nutricionista: "La mayoría de las galletas en España no son saludables, ni siquiera las bio o sin gluten"

Tanto las galletas convencionales como muchas de las que se promocionan como "más saludables" comparten un mismo patrón nutricional.

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Las galletas son uno de los alimentos básicos en España. Esta preparación culinaria sigue siendo el desayuno favorito de millones de personas, además de uno de los anacos más habituales a media tarde. Sin embargo, su consumo ha ido cayendo con el paso de los años. Según los últimos estudios, en 2023, los hogares españoles consumieron 214,2 millones de kilos de galletas, una cifra que supone una caída de algo más de 2 millones de kilos en comparación con el volumen registrado el año anterior.

Esto tiene un motivo. Y es que a pesar de su increíble fama hace años, numerosos estudios han arrojado en los últimos años que las galletas no son tan saludables como parecen. Por mucho que la industria alimentaria estire al máximo la legislación y utilice atractivos para intentar hacer creer que estamos ante productos más sanos, la realidad es que sus ingredientes son los que nos demuestran que no lo son tanto.

Concretamente, esto es lo que ocurre con las galletas bio o 'sin gluten'. Muchas personas se dejan cautivar por el escaparate, pero, sin embargo, si miramos el etiquetado "contienen ingredientes muy similares a los que puede contener otra galleta", tales como harinas de trigo, refinadas o azúcar. Así lo explica la nutricionista Sandra Moñino.

Los ingredientes de las galletas en España

Las galletas son un alimento aparentemente perfecto. Se presentan en una gran variedad de sabores, tamaños y formulaciones con el fin de poder elegir no solo aquella que más nos guste, sino la más económica o aquella que podamos incorporar en nuestro día a día con facilidad.

Sin embargo, pese a su popularidad y a las estrategias de marketing que las rodean, la mayoría de las galletas disponibles en los supermercados españoles no son saludables. Están elaboradas con harinas refinadas, normalmente harina de trigo blanca, que ha sido desprovista de su fibra, vitaminas y minerales durante el proceso de refinamiento.

Esto las convierte en una fuente de carbohidratos simples de rápida absorción, lo que provoca picos de glucosa seguidos por descensos bruscos que pueden generar sensación de hambre poco tiempo después de su consumo.

A esto se suma un contenido elevado de azúcares añadidos, ya sea en forma de azúcar blanco, jarabes de glucosa o fructosa, y otros edulcorantes que, aunque tengan nombres diferentes, tienen un impacto similar en el metabolismo. De hecho, el consumo habitual de estos ingredientes se ha vinculado con un mayor riesgo de enfermedades como la obesidad, la diabetes tipo 2 y problemas cardiovasculares.

Además, muchas galletas industriales contienen grasas poco saludables, como aceites vegetales refinados y grasas trans, utilizadas para mejorar la textura y prolongar la vida útil de las mismas. Aunque algunas marcas las hayan eliminado, esto no significa que las grasas que las sustituyen sean necesariamente mejores.

La realidad es que muchas veces se usan aceites de palma o de girasol refinado, que, en exceso, también pueden tener efectos negativos en la salud, especialmente si se consumen de forma frecuente.

Imagen de ilustración de una variedad de productos en un supermercado.

Imagen de ilustración de una variedad de productos en un supermercado. IStock.

Por todos estos motivos, en los últimos años han ganado popularidad las galletas que se presentan como alternativas "más saludables", bajo etiquetas como "bio", "sin gluten", "integrales" o "sin azúcares añadidos". Estos productos, además de contar con empaquetados atractivos, suelen estar ubicados en secciones específicas de los supermercados.

No obstante, según explica la nutricionista Sandra Moñino, esto no es más que el "escaparate", porque cuando se analizan sus ingredientes con detenimiento, se puede comprobar que muchas veces no difieren tanto de las versiones convencionales. Especialmente, las "bio'" o "sin gluten".

La etiqueta "bio", por ejemplo, no es sinónimo de equilibrio nutricional; simplemente garantiza que ciertos estándares ecológicos se han cumplido en la producción de los ingredientes, pero no cambia la naturaleza del producto en términos de calidad nutricional.

Sandra Moñino.

Para explicarlo, la nutricionista enseña en su vídeo de redes sociales los ingredientes de estos dos tipos de galletas. En el caso de las "bio", Moñino indica que "llevan un 38% de harina de trigo —una harina refinada—, azúcar moreno —que aunque sea moreno sigue siendo azúcar, aceite de girasol y jarabe de glucosa y de fructosa". Es decir, "los mismos ingredientes que puede llevar otro tipo de galleta".

Por otro lado, las galletas "sin gluten" son necesarias para personas con enfermedad celíaca o sensibilidad al gluten no celíaca, pero su consumo por parte del resto de la población no tiene beneficios probados. Según Moñino, "contienen ingredientes muy similares a los que puede contener otro tipo de galleta".

"Simplemente, son galletas con harinas sin gluten, pero eso no significa que sean más saludables", explica la nutricionista. De hecho, en algunos casos, estas galletas también incluyen aditivos o texturizantes para compensar la ausencia del gluten y mantener una textura agradable, lo que puede hacerlas aún más procesadas.

En este contexto, la experta recomienda no dejarnos llevar de "si pone bio o sin gluten" sino que "el truco es analizar el producto y los ingredientes que contiene. Cuanto más natural sea y menos ingredientes encuentres, muchísimo mejor".