Mujeres en Arabia Saudí.

Mujeres en Arabia Saudí. Amnistía Internacional

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La cara oculta de Arabia Saudí: centros de "rehabilitación" donde se castiga a mujeres consideradas desobedientes

Mientras Riad presume de modernidad y acoge el Mundial de 2034, decenas de jóvenes saudíes son encerradas, castigadas y silenciadas en instituciones que recuerdan más a cárceles que a hogares.

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En una imagen captada en el noroeste de Arabia Saudí, una joven vestida con una abaya negra se aferra a la repisa de una ventana en un segundo piso. Instantes después, varios hombres la ayudan a descender con una grúa.

El episodio, cuya protagonista permanece en el anonimato, revela apenas un fragmento del sombrío sistema de "hogares de cuidado" -conocidos como Dar al-Reaya- en los que cientos de chicas y mujeres jóvenes son encerradas por decisión de sus familias o esposos, acusadas de desobediencia, relaciones extramatrimoniales o simplemente por abandonar el hogar sin permiso.

Durante seis meses, The Guardian ha reunido testimonios de mujeres que vivieron en estos centros. Lo que describen es un régimen de castigos físicos, aislamiento, adoctrinamiento religioso forzoso y una absoluta falta de contacto con el exterior.

En muchos casos, las internas pasan años recluidas sin posibilidad de salir si su tutor masculino no lo autoriza. La desesperación ha llevado a algunas al suicidio o a intentarlo.

“Cada chica en Arabia sabe lo que es Dar al-Reaya. Es el infierno. Cuando supe que me iban a llevar, intenté quitarme la vida. Pensé: ‘No voy a sobrevivir a eso’”, relata una joven que logró huir al exilio.

Arabia Saudí, que recientemente fue confirmada como sede del Mundial de Fútbol de 2034, exhibe en foros internacionales una imagen reformista.

Pero detrás de los focos, las mujeres que alzan la voz son silenciadas mediante arrestos domiciliarios, prisión o el destierro. Activistas y organizaciones denuncian que estos hogares son una herramienta más del régimen para controlar a las mujeres.

“La llaman casa de cuidado, pero es una prisión”, afirma Sarah Al-Yahia, activista saudí exiliada: “Las internas se llaman por números. Si revelan su apellido, reciben latigazos. Si no rezan, latigazos. Si son vistas a solas con otra mujer, son acusadas de lesbianismo y más latigazos. Y los guardias miran y se ríen mientras las castigan”.

Estos centros fueron creados en los años 60 y, según las autoridades, están destinados a “rehabilitar” a mujeres acusadas o condenadas por distintos delitos, con apoyo psicológico para su “reinserción familiar”.

Sin embargo, los relatos indican una realidad profundamente abusiva. A la llegada, muchas son sometidas a registros invasivos, exámenes de virginidad y sedación forzada.

Maryam Aldossari, activista radicada en Londres, resume su función: “Una joven permanece allí hasta que acepta las reglas”. Reglas impuestas no por un sistema judicial transparente, sino por los deseos de padres o maridos.

Yahia recuerda que desde los 13 años su padre la amenazaba con enviarla a uno de estos centros si se negaba a sus abusos sexuales: “Debes escoger: sufrir violencia doméstica o el infierno institucionalizado de Dar al-Reaya”, señala.

En Arabia Saudí, incluso ayudar a una mujer acusada de "ausentismo" -abandonar el hogar- es delito: “Una conocida fue condenada a 6 meses de cárcel por dar refugio a una víctima de violencia”, denuncia.

Amina, de 25 años, cuenta que pidió refugio en uno de estos centros en la ciudad de Buraydah tras ser golpeada por su padre. Lo que encontró fue un edificio en ruinas, un personal insensible y una atmósfera opresiva.

“Me decían que debía agradecer que no estaba encadenada en casa como otras”, recuerda. Al día siguiente, su padre fue convocado y se les pidió a ambos que firmaran condiciones.

Amina pidió no ser golpeada, poder trabajar y rechazar un matrimonio forzado. Su padre exigió obediencia total, reclusión en casa y la presencia obligatoria de un varón cuando saliera: “Firmé por miedo. No tenía elección.”

Tras salir del centro, los abusos continuaron: “Me sentía como una prisionera en mi propia casa. Nadie me protegía. Era como si mi vida no valiera nada”, lamenta Amina, que finalmente escapó del país.

Mientras el régimen saudí refuerza su imagen global con eventos deportivos y promesas de modernización, estas instituciones continúan operando con total opacidad.

Activistas como Al-Yahia reclaman su cierre inmediato y una revisión profunda del sistema de tutela masculino que las sostiene: “No son centros de cuidado. Son prisiones de castigo para mujeres que se atreven a soñar con libertad.”