Alberto Núñez Feijóo tras su discurso ante la Junta Directiva Nacional del PP.

Alberto Núñez Feijóo tras su discurso ante la Junta Directiva Nacional del PP. Diego Puerta

Columnas CONVOCATORIA EXTRAORDINARIA

El reto del PP frente a Vox: hacerse conservador sin volverse reaccionario

La pregunta "¿Feijóo con Vox, o más Frankenstein?" es un falso dilema que lleva irrevocablemente a "más Sánchez".

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Estos días ha circulado un documento de mano en mano que ya se conoce como El informe Quintanilla, aunque su título original sea El Partido Popular ante el bloque de ruptura. Ha provocado un gran impacto donde debía hacerlo, en ese nivel de la conciencia política que trasciende el ruido de la conversación política.

Se ha saltado tres pantallas y ha traspasado el mensaje, el relato y el mainstream. Se ha insertado directamente en el bulbo raquídeo, y ahora tendrán que ser otros los que le den vueltas por los pliegues neuronales hasta convertir en mensaje accesible sus profusas ciento cincuenta páginas.

Y lo harán porque se han dado cuenta de que tiene razón, y les costará porque llevan mucho tiempo diciendo lo contrario.

Ahora serán los líderes los que tendrán que decidir si mantenerse sobre un mensaje que no funciona, pero que está más o menos aceptado, o atreverse a decir lo que piensan, lo que exige un esfuerzo.

Liderar no es gritar más fuerte contra Pedro Sánchez desde la soledad del atril o de las redes sociales. Liderar es decir lo que se piensa asumiendo un riesgo. Dar un golpe de timón porque se está convencido de que se tiene razón.

El informe Quintanilla plantea una cuestión muy sencilla, que todos pensaban, pero nadie decía porque no encontraba eco en la conversación pública. La pregunta "¿Feijóo con Vox, o más Frankenstein?" es un falso dilema que lleva irrevocablemente a "más Sánchez".

La 'foto de Colón' del 10 de febrero de 2019.

La 'foto de Colón' del 10 de febrero de 2019.

No es con Sánchez o con Vox, sino hacer otra cosa completamente diferente. Comprar la pregunta es aceptar la derrota porque te sitúa en el terreno de juego equivocado. España no está rota, y no hay que elegir entre una ruptura y otra ruptura, sino entre proyectos de ruptura y proyectos de construcción y unidad.

No se trata de aceptar cualquier cosa con tal de echar a Sánchez, porque la solución de España no es sólo liberarse de un proyecto de ruptura, sino también poner a otro que no participe del mismo esquema.

Y los españoles saben que si para quitar al Frankenstein del Gobierno hay que poner un poquito de Trump, de Putin, de Netanyahu y de Orbán, aislarse en Europa con los Patriotas, y aceptar el discurso antiinmigración, nacionalista patriota, rupturista y negacionista de la Transición, del proceso de integración europea y de la comunidad internacional, a lo mejor el remedio es peor que la enfermedad.

Miguel Ángel Quintanilla está en contra de que el PP considere a Vox como a "uno de los nuestros". Sí que hay que aceptar a los votantes, pero no a los dirigentes.

Sostiene que "una oferta para un Gobierno Feijóo + Abascal no puede dar por resultado una severa derrota socialista, ni un gobierno exitoso y estable del PP, y que no sacaría a España del ciclo depresivo en el que está desde 2004. La agenda del PP no debe ser la agenda que Sánchez dice que no quiere, sino la agenda que España necesita. Y ha de generarse de manera autónoma pensando en los españoles, no por reacción, ni ante Sánchez ni ante Vox".

El problema del Partido Popular es que ha dejado fuera a muchos conservadores que prefieren perder solos a ganar con un partido del que se sienten expulsados. Esto es lo que deben abordar con urgencia.

Porque lo que explica que el PP no gobierne no es Sánchez, que ya está derrotado desde hace mucho, sino Vox, a quien no ha vencido en lo más importante. Esto es evidente ya desde 2019. Cada vez que Sánchez está acorralado, viene Vox en su auxilio.

Y para contrarrestar eso no basta con apelar al voto útil, al "Sánchez o nada". Porque al otro lado del muro también se asoma la nada, otra nada que moviliza muchos votos del adversario.

La derecha liberal debe comprender que el discurso conservador le es innato. Ser liberal no es una actitud, y menos aún lo son los fabricadores de zascas.

Lo liberal en la derecha es afirmar que la libertad es sagrada, y defenderla como derecho para sí mismo y para los demás. Y esto es lo contrario del integrismo, que está dispuesto a todo con tal de imponer la verdad moral que defiende.

El integrismo ve la libertad como un problema cuando se desvía del camino que él indica, y no duda en imponer por la fuerza los valores que no es capaz de proponer con la inteligencia. La verdad para el integrista se presenta como un dilema de todo o nada.

Pero en la política, que es el ámbito de lo posible, esos falsos dilemas siempre se resuelven en nada.

Si es vida o muerte, será muerte.

Si es ricos o pobres, será pobres.

Si es libres o esclavos, será esclavos.

Si es España o nada, será nada.

Por eso, la derecha liberal debe reencontrarse con la derecha sociológica conservadora que se sintió rechazada en el Congreso de Valencia. Y comprender que no es posible un pacto PP-Vox que consista en que los populares defiendan las libertades y los de Abascal los valores, porque tal cosa es un insulto a la inteligencia.

No hay libertad sin valores, ni valores sin libertad. Los de Vox no renunciarán a su poder y, por tanto, no aceptarán a los populares, y los del PP no delegarán sus programas en Vox.

Este último dilema, expresado en la fórmula "la derecha suma" en muchas portadas según se acerca el periodo electoral, desgasta, no obstante, más al PP que a Vox. Es el efecto de las fotos de Colón que, cada vez que se producen, lanzan el mensaje de que el PP es el cuerpo de la derecha, y Vox la cabeza.

Es una concesión gratuita de los populares a los de Abascal regalarles la renovación ideológica de la derecha española. Esta es la gran derrota del PP, a la que debe hacer frente con urgencia.

Su reto es hacerse también conservador sin volverse reaccionario. Defender la familia, la libertad, la cultura, la historia y la tradición sin hacerse comunitarista, autoritario, identitarista, reaccionario y tradicionalista.

No se tiene que contentar con ganar a Sánchez en las urnas, sino que debe aspirar a vencer a Vox en las ideas.

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