
El secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, en el Congreso de los Diputados. Europa Press
Si Santos Cerdán cae, ¿qué hará Pedro Sánchez?
No estamos sólo ante un episodio más en nuestra fea historia de casos de corrupción: nos encontramos ante una crisis política profunda y sistémica dentro del PSOE.
Aunque luego hemos descubierto que siempre estuvo muy presente en el círculo de sombra de Pedro Sánchez, en esos aledaños manufactureros de su toma del PSOE en 2017, la verdad es que los españoles no empezamos a conocer el nombre y la cara de Santos Cerdán hasta que cogió la mochilita para encontrarse una y otra vez con Puigdemont.
Santos Cerdán, ese hombre de gesto rocoso que se interesa tanto por cómo van las obras en su terruño, procede de un lugar llamado Milagro. No, no hablo de aquella película de Robert Redford, sino de la Ribera de Navarra.
Muy pronto supo que tenía que formarse y ejercer como técnico de mantenimiento, pero quién le iba a decir entonces al joven Santos cómo sería de grande el aparato que iba a mantener.
Lleva veinte años en cargos políticos del PSOE, primero regionales y, desde 2019, a nivel nacional como diputado. Su consagración llegó en 2021 con su nombramiento como secretario de Organización del PSOE en sustitución de su amigo y camarada de campañas José Luis Ábalos, fulminado por el rayo presidencial sin explicaciones.
Luego ya vino el funesto año de Koldo García y Víctor de Aldama, y Cerdán empezó a girar en su vertiginosa espiral: que si le entregaron 15.000 euros en un bar, que si dos coches de marca en compensación por no respetarle como genuino cupo vasco...

Koldo García, Pedro Sánchez y Santos Cerdán, en una imagen de archivo.
Poco a poco fuimos viendo que, en realidad, Cerdán siempre ejerció como jefe de Koldo. Y que fue él quien se lo encomendó a Ábalos como chófer y hombre de confianza para todo allá por 2016, durante la campaña de las primarias de Sánchez.
En fin. La cuestión es que hoy esperamos con interés un inminente informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil para el Tribunal Supremo, que al parecer incluye conversaciones de Santos Cerdán relacionadas con comisiones sobre adjudicación de numerosos contratos de la constructora Acciona y de su socia en Navarra, Servinabar 2000 SL.
Es normal que tanto en Ferraz como en Pamplona estén de los nervios. Porque, al parecer, las puertas de la presidenta de Navarra, la socialista María Chivite, siempre estaban abiertas para el representante de ambas compañías, que hasta patrocinaban a Koldo cuando competía como aizkolari.
Si todo lo que sospechamos se confirma, no estaríamos sólo ante un episodio más en nuestra fea historia de casos de corrupción.
Nos encontraríamos ante una crisis política profunda, con una dimensión sistémica dentro del PSOE, no ya puntual o limitada a una persona. Y afectaría de lleno tanto a la línea de flotación del partido en el gobierno desde 2018 como al equilibrio del actual establishment político e institucional, con su entramado de oposición sin brújula y de socios de gobierno en extinción o a la fuga.
Y es que el impacto más inmediato lo recibirían los restos de autoridad moral del gobierno. La figura de Santos Cerdán no es menor: como secretario de Organización, es el relojero de la maquinaria interna del PSOE, además de instrumento clave en las negociaciones con los actuales socios parlamentarios de Sánchez.
La creciente fractura interna en el PSOE puede alcanzar dimensiones de garganta o cañón: espacio fecundo para nutrir quizá de forma definitiva el liderazgo crítico de Page. Por no hablar del acicate para los aliados parlamentarios del gobierno: sería poco probable que no aprovecharan la crisis para aumentar sus presiones y exigencias a Sánchez, condicionar su apoyo o incluso retirarlo con una excusa redonda.
Pero, sobre todo, significaría una nueva andanada letal para el maltrecho estado de ánimo de la ciudadanía española, con la confianza en la política y sus instituciones por los suelos, decepcionada y harta de tanta incompetencia y desprecio.
No se trata solo de que quede minada la credibilidad de un partido, sino del daño al conjunto del sistema democrático.
Alimento para el desafecto y el populismo.
Desde luego, la clave estará en cómo gestione el presidente del Gobierno socialista el dilema entre la responsabilidad ética y la supervivencia política. El problema es que, en este caso, estamos hablando de un presidente que ha cimentado su poder omnímodo precisamente sobre la resistencia de manual y la irresponsabilidad del cinismo.
La imprevisibilidad de Pedro Sánchez y su capacidad de elusión y recreación de la realidad es legendaria.

Santos Cerdán y José Luis Ábalos. Europa Press
Pero parece oportuno en este momento hacer una reflexión sobre qué puede hacer, como secretario general del PSOE y presidente del gobierno de España, en un escenario donde un informe contundente de la UCO implique a Santos Cerdán, secretario de organización del partido y diputado por Navarra, en una grave trama de corrupción.
Basándonos en su trayectoria, sobre todo la más reciente, me atrevería a pronosticar una versión extrema de la "formación tortuga". Es decir: blindaje total por los cuatro flancos, a través de tácticas que, hasta ahora, han probado su eficacia.
Desde luego, la primera será marcar distancia.
Si las evidencias, como es de esperar, se muestran abrumadoras, el presidente dejará caer a Santos Cerdán apenas mirándolo de soslayo mientras se precipita colina abajo. Alegará desconocimiento y decepción, y remarcará su “firme postura de tolerancia cero a la corrupción”.
En paralelo, es muy probable que Sánchez haga un viraje de apropiación del relato ético, proponiendo comisiones de investigación dentro y fuera del partido. Quizá hasta nuevas iniciativas y reformas para fortalecer la lucha contra la corrupción.
Y por supuesto, no dejará de apelar al victimismo respecto del acoso judicial y mediático que sufre su Gobierno (ahora también su partido, ¿por qué será?) y que corean desgañitándose sus más fieles.
Seguirá alimentando el horno de la polarización mientras reivindica su extrema responsabilidad como gobernante que no se puede paralizar el país por presuntas irregularidades individuales: este Gobierno debe continuar con su agenda progresista social, económica y europea.
En lo que a posibles escenarios se refiere, creo que básicamente serían tres.
En el primero, Sánchez logra salvar el Gobierno a corto plazo, pero pierde capital político a espuertas y llega muy debilitado a unas elecciones adelantadas en 2026.
El segundo se correspondería con una dimisión y convocatoria de elecciones porque la presión mediática, judicial y social (lloviendo sobre mojado, muy mojado) hace inviable su continuidad.
Y la tercera consistiría en convertir la crisis en una batalla electoral: Sánchez convoca elecciones para "revalidar su legitimidad", como hizo en 2019.
Créanme si les digo que no soy capaz de decantarme por ninguna. Con nuestro presidente, lo imposible no existe.