Una copa de vino y un vaso de cerveza.

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Salud

Consumir más de 8 bebidas alcohólicas a la semana se relaciona con lesiones cerebrales y alzhéimer

Las personas que beben alcohol en exceso tienen un 113% más de posibilidades de sufrir lesiones vasculares en el cerebro.

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El alcohol es un elemento más en cualquier reunión social o celebración. Tanto es así, que lo que se considera ‘normal’ a la hora de evaluar su consumo puede distar mucho de una persona a otra porque mucho o poco es una percepción bastante subjetiva. Lo que tienen claro los expertos es que está normalizado en exceso y que por poco que se beba, siempre hay consecuencias. Un estudio reciente ha comprobado que tomar más de ocho bebidas alcohólicas a la semana se asocia con lesiones cerebrales relacionadas con el alzhéimer y el deterioro cognitivo.

Los datos vieron la luz a principios de abril en la revista Neurology, de la Academia Estadounidense de Neurología. Solo los bebedores moderados tenían un 60% más de riesgo de sufrir lesiones vasculares en el cerebro que aquellas personas que no lo hacían nunca. En el caso de quienes tomaban alcohol en exceso, la cifra alcanza un 113% más de probabilidades.

Para desarrollar la investigación, los autores tomaron una muestra de 1781 personas con una edad media de 75 años al fallecer. A todos los sujetos se les realizó una autopsia cerebral. Los investigadores examinaron el tejido cerebral para buscar signos de lesión. También midieron el peso cerebral y la estatura de cada participante e hicieron preguntas a sus familiares sobre el consumo que hacían antes de fallecer.

A continuación, la dividieron en cuatro grupos: quienes nunca bebían; bebedores moderados, que consumían siete o menos bebidas por semana; “bebedores empedernidos”, que consumían ocho o más; y “ex bebedores empedernidos”. Estos últimos habían dejado de tomar alcohol tres meses antes de morir. Los autores definieron una bebida como 14 gramos de alcohol, que son aproximadamente 350 mililitros de cerveza (algo más de un tercio), 150 de vino (una copa) o 45 de licores destilados (un cubata).

Una de las patologías de las que hablan en el artículo es la arteriolosclerosis hialina o lipohialinosis, una condición en la que las paredes de las pequeñas arterias del cerebro se engrosan, dificultando el riego sanguíneo. Entre los que no bebían, el 40% ya presentaba este tipo de lesiones vasculares. No obstante, era más común cuanto más alcohol se consumía. Los autores vieron que ocurría en el 45% de quienes lo hacían con moderación y llegaba al 50% de quienes habían bebido en exceso, pero lo habían dejado antes de morir.

Hasta ahora, la lipohialinosis se había asociado con un tipo de infarto cerebral llamado lacunar, que es pequeño y ocurre en zonas profundas de este órgano. Con este estudio, los autores demuestran que no es necesario que ocurra este evento para que se dé la patología, explica Dolores Páramo, neuróloga del hospital Vithas de Sevilla.

Los investigadores vieron, además, que los grandes bebedores y los ex grandes bebedores, respectivamente, tenían un 41% y un 31% más de posibilidades de tener ovillos neurofibrilares. Se trata de estructuras normales de proteína tau que se acumulan en las neuronas del cerebro y se han asociado con la enfermedad de Alzheimer.

Estas personas tenían los ovillos, pero no las placas amiloides (depósitos anormales de la proteína beta-amiloide), que son la otra lesión que provoca el alzhéimer, cuenta David Pérez, director del Instituto Clínico de Neurociencias (ICN) del Hospital Universitario 12 de Octubre, en Madrid. Aun así, Páramo señala que, probablemente, estas personas hubieran acabado desarrollando la patología de no haber fallecido. “Forman parte de la cascada que lleva a la enfermedad”, dice la especialista.

Por otra parte, Pérez defiende que tenerlos no significa que se padezca la patología. Estos ovillos también están presentes en otras enfermedades neurodegenerativas. Asimismo, pueden aparecer en situaciones en las que se sufre daño neurológico, desde un traumatismo hasta el consumo de tóxicos, como este caso, apunta el neurólogo.

¿Qué es ‘lo normal’?

Páramo cree que la categorización que hace el estudio puede distar con los estándares sociales, que suelen ser bastante superiores. Cuando alguien dice que bebe “lo normal”, quizá esa cantidad se asemeje más a un consumo excesivo, indica. “Probablemente, una persona que se tome una copa al día no se considere un bebedor moderado”.

La neuróloga considera que, en general, “se le quita mucha importancia a beberse un par de cervezas al día”. Algo que cuando se hace el estudio patológico de alguien se ve que produce “bastante daño cerebral”.

Efectos inevitables

Los autores vieron una relación entre el consumo excesivo de alcohol en el pasado y una menor proporción de masa cerebral en comparación con la corporal. Estas personas también tenían peores capacidades cognitivas, según las respuestas de sus familiares. Los que más daños mostraban eran los considerados exbebedores empedernidos, a pesar de haber abandonado el consumo tres meses antes de morir.

Esto no es de extrañar, señala Pérez, ya que es bastante difícil revertir estos efectos, sobre todo en personas mayores. La mayoría de las veces se puede estabilizar al paciente y evitar que el daño vaya a más, pero no se recupera, añade. “Es como tener una cicatriz en la piel”

Es inevitable que quienes más beben pierdan capacidad de memoria y de pensamiento, entre otras, manifiesta Páramo. Esta sustancia afecta a vías muy sensibles del cerebro y ese daño se va acumulando.

La neuróloga del hospital Vithas Sevilla identifica una especie de círculo vicioso entre los que más alcohol toman. Los grandes bebedores crónicos suelen estar malnutridos, lo que les causa déficits de vitaminas y esto, a su vez, provoca más deterioro, expone.

Pérez, del ICN del hospital 12 de Octubre, pone en valor la aportación que supone este estudio. Ya se sabía desde hace tiempo que el alcohol es tóxico, pero los investigadores han confirmado sus efectos con las autopsias realizadas. “El daño es muy evidente”. Aunque el consumo excesivo sea puntual, el cerebro sufre daños en regiones estratégicas que implican la memoria, insiste Páramo.

Ambos expertos coinciden en que este estudio viene a confirmar lo que la Organización Mundial de la Salud, advierte desde hace tiempo. No hay una cantidad segura de consumo cuando se habla de alcohol.