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María Borbolla, maquilladora: "Solo necesitas dos productos para conseguir un efecto 'lifting' y abrir tu mirada"

Dos productos que, cuando se combinan correctamente y se difuminan dirección ascendente, transforman el rostro de manera sutil pero muy efectiva.

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En el mundo del maquillaje, la práctica es la herramienta más poderosa. A pesar de que cuando empezamos nuestros mayores aliados son los productos más sencillos, como la máscara de pestañas y el pintalabios, el paso del tiempo nos obliga a ir un paso más allá y probar con aquellos que realmente marcan la diferencia en el rostro: lo esculpen y definen.

Aunque en un primer momento den más respeto, el corrector y el bronceador son dos de los productos más transformadores dentro del maquillaje. Su correcta aplicación no solo realza los rasgos naturales del rostro, sino que también permite jugar con la luz y las sombras para modificar visualmente la estructura facial, generando una apariencia más despierta, elevada y fresca.

Sin embargo, su aplicación no es sencilla y para conseguir el efecto deseado debemos seguir las técnicas correctas. Según la maquilladora experta María Borbolla, existen algunos puntos clave que nos permitirán lograr un efecto lifting en cuestión de segundos.

El truco de la experta para abrir la mirada y marcar el pómulo

El corrector y el bronceador son dos productos estrella en el mundo del maquillaje. El primero de ellos, especialmente cuando lo elegimos un tono más claro que nuestra base de maquillaje, actúa como un iluminador sutil. Al aplicarlo en puntos estratégicos, como el contorno inferior de los ojos, el arco de la ceja o los pómulos, consigue atraer la luz hacia esas zonas, generando un efecto visual de volumen y elevación.

Cuando se traza en líneas ascendentes, como desde la comisura del ojo hacia la sien o desde la parte baja del rostro hacia la oreja, ayuda a guiar la atención hacia arriba, creando la ilusión de un rostro más firme y tonificado. Además, al colocar corrector bajo el arco de la ceja, se levanta ópticamente la mirada, haciéndola parecer más abierta y descansada, como si los ojos estuvieran más grandes y definidos.

Por otra parte, el bronceador cumple una función complementaria pero igual de importante. Con su tono más cálido y profundo, crea profundidad y dimensión, esculpiendo el rostro al aportar sombra donde naturalmente la habría. Aplicado en zonas como la parte alta del pómulo, las sienes o el pliegue del párpado, acentúa las formas naturales del rostro, afina y marca los contornos.

Este producto, en contraste con los puntos de luz dados por el corrector, potencia el efecto lifting al reforzar la estructura facial y dar la ilusión de una piel más estirada y firme. Además, cuando usamos el bronceador líquido o en crema, logramos un posicionamiento más estratégico.

Una vez hemos escogido estos dos productos, podemos pasar a ver la técnica utilizada por la maquilladora. Borbolla comienza con el corrector, un tono más claro que su base, y lo aplica estratégicamente en zonas donde la luz naturalmente tocaría el rostro o donde queremos atraer la atención.

La maquilladora coloca pequeñas cantidades formando líneas ascendentes que parten desde distintos puntos: una línea desde el final de la ceja hasta llegar a la sien, otra desde la línea de agua inferior del ojo extendiéndose también hacia la sien, y una más que va desde la comisura de la boca hacia la oreja, siguiendo la línea inferior del pómulo.

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Además, rellena ligeramente la parte inferior de la mejilla, lo que ayuda a reforzar ese volumen ascendente que buscamos y que posteriormente complementaremos con el bronceador. Estas líneas y puntos no solo aportan luz, sino que moldean visualmente el rostro, haciendo que parezca más elevado y definido.

Una vez aplicados estos toques de luz, el siguiente paso fundamental es el difuminado. Esta técnica debe hacerse con movimientos ascendentes, siguiendo la dirección de las líneas que hemos trazado, para reforzar el efecto lifting.

Es importante que el corrector se funda de manera natural con la base, sin dejar líneas marcadas, pero sin perder el propósito de levantar ópticamente el rostro. En esta misma etapa, también aprovechamos el corrector para dar un pequeño toque bajo el arco de la ceja, lo que produce un efecto inmediato de ceja más levantada y mirada más abierta.

A continuación, incorporamos el bronceador para aportar calidez y mayor definición. La experta lo aplica en puntos muy específicos: dos pequeños toques en la zona alta del pómulo, donde naturalmente se marcaría la estructura ósea, otro en el párpado móvil que hemos dejado sin color para crear profundidad, y uno más en la frente, buscando enmarcar el rostro de manera sutil.

El bronceador debe difuminarse con la misma suavidad y dirección ascendente, para que se integre perfectamente con los productos ya aplicados y contribuya al efecto de rostro estilizado y elevado. Una vez terminado, tenemos que pasar a otros productos como el colorete.

El colorete es un paso imprescindible para refrescar y naturalizar nuestro maquillaje, pero también para realzar nuestro rostro. Mientras que si lo aplicamos erróneamente podemos conseguir un aspecto cansado y la imagen de unos pómulos caídos, si lo hacemos correctamente tensaremos la piel, a través de un efecto óptico inmediato.