
Los palestinos cargan suministros de ayuda que recibieron de la Fundación Humanitaria para Gaza, respaldada por Estados Unidos, en Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza, el 28 de mayo de 2025. Reuters
Netanyahu aparta a la ONU para poner en manos de una "oscura" contratista de EEUU el reparto de ayuda humanitaria en Gaza
La Fundación Humanitaria para Gaza, la organización encargada de distribuir los suministros básicos en la Franja, tiene sede en Ginebra, menos de tres meses de vida y vínculos con ex militares estadounidenses.
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Israel ha conseguido desplazar a la ONU como garante de la distribución de la ayuda humanitaria en Gaza. El plan forma parte de los esfuerzos denodados de Benjamin Netanyahu por deshacerse del control de Naciones Unidas, un organismo crítico con la ofensiva israelí en la Franja, en la que han muerto cerca de 55.000 personas, según el recuento de las autoridades sanitarias locales.
Sirve como precedente el caso de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos a la que Israel prohibió el pasado mes de enero trabajar en su territorio, cuyo comisionado, Philippe Lazzarini, volvió a denunciar esta semana las acusaciones “infundadas” del Gobierno de Netanyahu que la vinculan con Hamás.
En la operación para apartar a la ONU y el resto de las organizaciones humanitarias internacionales del reparto de ayuda humanitaria, el primer ministro israelí cuenta con la asistencia de los Estados Unidos de Donald Trump. El sustituto de la agencia de Naciones Unidas sobre el terreno es la Fundación Humanitaria para Gaza (GHF, por sus siglas en inglés), una organización sin ánimo de lucro con sede en Suiza estrechamente vinculada con ex militares, compañías de seguridad privadas y operadores logísticos estadounidenses.
Registrada el pasado mes de febrero en Ginebra, de forma en absoluto transparente, la Fundación Humanitaria para Gaza pretende entregar, dice, un total de 300 millones de comidas en los primeros 90 días. Cuenta desde este martes con la asistencia de la compañía logística Safe Reach Solutions (SRS) y de la empresa de seguridad privada UG Solutions.
El CEO de SRS es Phil Reilly, un antiguo agente de la CIA que, durante sus casi treinta años de experiencia en la agencia, sirvió en la estación de Afganistán y, según la prensa estadounidense, intervino en la búsqueda de Osama bin Laden. Reilly aparece, de hecho, en el documental American Manhunt (Cacería estadounidense, en español) que Netflix estrenó la pasada semana.
En el vértice de UG Solutions, fundada por boinas verdes, aparece el nombre de Jameson Govani, quien, según su perfil de LinkedIn, sirvió once años en el Mando de Operaciones Especiales del ejército de EEUU antes de fundar Sentinel, otra empresa de seguridad privada.
Nadie sabe a ciencia cierta quién financia las organizaciones de las que, a partir de ahora, depende la distribución de la ayuda humanitaria en Gaza. Ni siquiera el embajador de Estados Unidos en Israel, Mike Huckabee. “No sé quiénes son los donantes, pero muchos quieren ayudar. Quieren aliviar el hambre, pero por diversas razones no quieren ser identificados tan pronto. No entiendo por qué la gente encuentra eso tan objetable”, declaró el ex gobernador de Arkansas.
“Cuando escucho que hay gente muriéndose de hambre en Gaza, me pregunto: ¿Cuál es la forma más directa de poner pan en sus platos? Y honestamente, si tienes hambre, ¿realmente te importa de dónde viene ese pan? Solo los críticos desde la distancia discuten sobre quiénes son los donantes”, añadió.
Desde el primer momento, la ONU se desmarcó del nuevo método de reparto, un método que, en palabras del portavoz adjunto de la ONU, Farhan Haq, no respeta los principios del organismo “para la distribución de ayuda humanitaria, incluidos la humanidad, la imparcialidad, la independencia y la neutralidad”.
En concreto, Naciones Unidas denuncia que la iniciativa diseñada por Netanyahu viola los principios humanitarios al exigir que los gazatíes recorran largas distancias para recibir ayuda y limitar la distribución al sur de Gaza, lo que, en la práctica, forzaría el desplazamiento de la población palestina. La ONU pone énfasis, además, en la nula experiencia de los nuevos responsables en labores humanitarias.
Tampoco Jake Wood lo tenía claro. El ex agente de la CIA, que dirigía desde su registro en Ginebra la Fundación Humanitaria para Gaza, presentó este lunes su dimisión al considerar que “no era posible entregar ayuda cumpliendo los principios humanitarios de humanidad, neutralidad, imparcialidad e independencia”. Su salida forzó a las autoridades israelíes a aplazar un día la implementación del nuevo plan de distribución.
El sustituto de Wood a la cabeza de la organización es John Acree, un antiguo funcionario de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), una agencia que, ahora, Trump pretende disolver. Acree, que era hasta la fecha jefe de la misión de la GHF, toma las riendas de manera interina, según confirmó la propia fundación, que lo describe como “un veterano humanitario con más de dos décadas de experiencia en campo a nivel global en respuesta a desastres, programas de estabilización y coordinación civil-militar”.
A pesar del alud de críticas, la Fundación Humanitaria para Gaza asumió este martes la distribución de la ayuda humanitaria en el sur de la Franja. Las escenas fueron de caos. La organización, deshumanizante, provocó que los miles de palestinos, desesperados por conseguir ayuda después de casi tres meses de bloqueo israelí, quedaran atrapados entre las vallas de alambre que protegían el acceso a los centros de reparto.
“Es una trampa”, dice al otro lado del teléfono Salah Awad El Sousi, cónsul honorario de España en Gaza, que consiguió abandonar la Franja poco después de que comenzara la guerra. El Sousi denuncia que las fuerzas israelíes aprovechan la ocasión para registrar a los palestinos que acuden a recoger la ayuda.
De hecho, este miércoles, los soldados israelíes que custodian los cuatro complejos habilitados para la entrega de los suministros, tres en el sur y uno en el centro de Gaza, abrieron fuego contra la multitud que abarrotaba uno de ellos a las afueras de Rafah. Según el diario israelí Haaretz, un civil palestino murió y 48 personas resultaron heridas.