
Foto: Nuria Prieto
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Una obra sencilla de Julio Galán en A Coruña: el número 4 de la plaza de las Atochas
Esta obra, de aspecto sencillo es obra del notable arquitecto modernista Julio Galán Carvajal. Construido en torno a 1910, esta obra toma elementos esenciales de diferentes lenguajes modernistas para crear una obra discreta
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Hay elementos capaces de definir un lugar. El muro, la cubierta o el umbral forman parte de la descripción de un lugar físico o abstracto, o como escribía Jean Lescure “Habito la tranquilidad de las hojas”. Definir un lugar mediante elementos y adjetivos ideales o abocetados basados en las emociones personales es un acto aspiracional que, de hecho, describe una realidad más profunda que la propia fisicidad de un espacio. La percepción o fenomenología establece la relación del cuerpo con el lugar, y esa experiencia es la que se fija en la memoria, a veces a través de la relación de términos por semejanza u oposición.
"Ustedes sienten qué alcance tiene ese mito de la formación de lo de fuera y lo de dentro: es el de la alienación que se funda sobre esos dos términos. Lo que se traduce en su oposición formal se convierte más allá en alienación de hostilidad entre ambos" Jean Hyppolite
La separación entre envolvente e interior es una dicotomía tradicional en arquitectura que, se ha mantenido como elemento de referencia para identificarse con el lugar. El interior frente al exterior situados a cada lado de un trazo inmóvil capaz de establecer una jerarquía formal, funcional y perceptiva. Al margen de algunas arquitecturas vernáculas, usos populares y excepciones definidas, es con la modernidad que se comienzan a trazar líneas de separación más borrosas. La separación entre interior y exterior se convierte en una relación fluida en la que la identidad del espacio se abre o se cierra mediante gradaciones planteando espacios semipúblicos y semiprivados. Pero justo antes de llegar al punto de inflexión, es decir, en el que se produce el difuminado del muro, el techo o el umbral, aparece una radicalización saturada de elementos.
El mundo aparente
El modernismo o el art Dèco son lenguajes que se apoyan en la envolvente para desarrollar un discurso que termina impregnando a todos los elementos del edificio. Sin embargo, el resto de los aspectos que componen el análisis arquitectónico del edificio: estructura, función y morfología permanecen habitualmente inalterados al margen de la estética que configura el nuevo lenguaje. El modernismo tiende, conceptualmente, a complacer a los sentidos y subrayar la sensualidad de las formas a través de líneas curvas, asimetrías y una estilización no pretendidamente realista. De alguna manera, la etapa histórica en la se contextualiza refleja una cierta tranquilidad en términos bélicos y un optimismo frente al cambio de siglo y al auge de la tecnología. Pero al mismo tiempo, esa ilusión por el futuro desborda la imaginación y la creatividad al punto de recrear una naturaleza y exotismo inverosímiles.
“Hemos eliminado el mundo verdadero: ¿qué mundo nos ha quedado? ¿acaso el aparente? ... ¡No!, al eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el aparente!” Friedrich Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos

Foto: Nuria Prieto
El mundo aparente recrea, a través del modernismo, una naturaleza imaginada que envuelve a los edificios transformando elementos mundanos como una barandilla o un remate en un alarde ornamental. Las fachadas se convierten así en imágenes de apariencia viva u orgánicamente figurativa. En el modernismo, los elementos vegetales se encuentran más presentes, mientras que en el Art Dèco los elementos aerodinámicos, modernos y geométricos crean una imagen más vanguardista. Sin embargo, existen elementos intermedios, ya que el modernismo se interpretó de formas diferentes creando un amplio catálogo ornamental. El estilo secesión, los elementos compositivos mezclan las guirnaldas con motivos geométricos, musicales y antropomórficos. La riqueza ornamental se deriva del pulso cultural del lugar en el que se inscribe, en Francia la estética se nutre de motivos florales, en Italia se incorpora además la mitología. En España, las corrientes europeas influyen de formas diversas en cada una de las ciudades.
En A Coruña, el modernismo es uno de los lenguajes arquitectónicos más apreciados de manera popular. La ciudad aún conserva magníficos ejemplos de arquitecturas modernistas que representan el esplendor de una época. Si bien la mayor parte de ellos se encuentran en las zonas próximas al ensanche o en el barrio de la pescadería, existen numerosas obras dispersas por la ciudad. Algunas son ejemplos brillantes, otras buscan componer de forma silenciosa un tejido como resultado cultural de una época.

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El número 4 de la plaza de las Atochas
El edificio situado en el número 4 de la plaza de las Atochas es una obra del arquitecto Julio Galán Carvajal (1875-1939), quien entre 1901 y 1911 ocupó la plaza de arquitecto municipal de A Coruña. Aunque este edificio es discreto, Galán es autor de obras tan singulares como la Casa Rey (1911), la Casa Cabanela, el número 22 de la plaza de Lugo, la Casa Viturro, y los ayuntamientos de Carballo y Ribeira.
La casa de la plaza de las Atochas es sencilla, un edificio de apenas dos alturas y planta baja son un ritmo de huecos regular y ornamentación discreta. Construido en torno a 1910, este edificio incorpora elementos sencillos de estilo modernistas que presentan ecos de la secesión vienesa. A pesar de la imagen orgánica de la fachada, y la libertad creativa propia del modernismo, la composición de este edificio se basa en un orden y proporciones repetitivas que solo se ven alteradas por el hueco de la puerta de acceso. Además, utiliza la repetición para componer una fachada de mayor dimensión.

Foto: Nuria Prieto
Los elementos más destacables del edificio son aquellos que sirven de soporte para la ornamentación, es decir, los balcones y la cornisa. Los balcones, presentes en todos los huecos que no se encuentran en planta baja, incorporan una ornamentación formada por dos círculos tangentes decorados con ‘botones’ y dos barras verticales, una a cada lado. Este elemento decorativo, tradicionalmente ejecutado en forja, se enmarca con dos pequeños postes de remate, uno a cada lado. La cornisa, sin embargo, introduce elementos decorativos modernistas vegetales con conjuntos de hojas e incluso, maceteros. Para completar el conjunto ornamental, el color introduce contraste para separar el recercado de los huecos y balcones del lienzo de la fachada y la decoración. En los huecos de la planta baja también aparecen elementos florales, esta vez en forja, y de manera más discreta.

Foto: Nuria Prieto

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El edificio de viviendas es muy sencillo y discreto, pero representa la esencialidad de un estilo arquitectónico que siempre es vibrante y saturado. Es decir, el arquitecto toma los elementos más sencillos del lenguaje arquitectónico para construir una estética inscrita en el modernismo.
El límite de la realidad
Habitar el interior o el exterior, leer esa dicotomía desde la arquitectura es una acción intuitiva. La percepción del límite como el lugar donde suceden las transiciones o evoluciones de la percepción espacial define un rasgo fundamental de la arquitectura, que separa la estética pura propia de la escultura o la pintura. Faustino Saldaña escribe en torno a este aspecto a raíz del análisis de la obra de Eduardo Chillida: “todas las cosas se hacen importantes en los bordes, en los límites, fuera, cuando las cosas dejan de ser (…) El límite es esa realidad sin dimensión que posibilita y al tiempo limita.” Y es que tal y como indica Tony Smith: “La arquitectura tiene que ver con la luz y el espacio, no con la forma; esto corresponde a la escultura”.
Atravesar el umbral de un edificio modernista es adentrarse en una envolvente fantástica y orgánica que dibuja una atmósfera aparente. El modernismo no trabaja sólo con la forma, a pesar de que el interior no refleje, en ocasiones las vibraciones del exterior, sino que introduce la luz y el espacio desde la transición del exterior al interior. Y es que quizás no sólo sea una envolvente, aunque se contemple así desde el exterior, sino la voluntad de penetrar en un mundo aparente de fantasía y naturaleza.