Ines Schwerdtner, Gregor Gysi, Jan van Aken y Heidi Reichinnek, del partido de izquierdas alemán Die Linke, gesticulan en el escenario el día de un acto de campaña, en Berlín

Ines Schwerdtner, Gregor Gysi, Jan van Aken y Heidi Reichinnek, del partido de izquierdas alemán Die Linke, gesticulan en el escenario el día de un acto de campaña, en Berlín Christian Mang REUTERS

Europa

Por qué los votos de tres partidos al borde de la extinción van a marcar el destino de Alemania (y el resto de Europa)

El líder de la CDU y próximo canciller, Friedrich Merz, dependerá de la capacidad de resistencia en las urnas de Die Linke, la Alianza Sahra Wagenknetch y los liberales del FDP para diseñar su coalición de Gobierno.

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“Mi consejo para quienes sigan las elecciones alemanas: presten atención a los partidos pequeños, es ahí donde está toda la acción”, apuntaba esta semana Wolfgang Münchau en una entrevista con EL ESPAÑOL. No va en absoluto desencaminado. Serán los partidos pequeños los que decidan los colores del próximo Gobierno de coalición. Una décima arriba o abajo puede cambiar por completo la calculadora de mayorías.

Todas las encuestas anticipan una victoria holgada de la CDU/CSU, con cerca del 30% de intención de voto. Por detrás, aparecen la ultraderecha de AfD, consolidada en torno al 20%, y el SPD del canciller saliente Olaf Scholz, próximo al 15%. En cuarto lugar, muy cerca de los socialdemócratas —y con posibilidades de sorpaso—, figuran Los Verdes del vicecanciller Robert Habeck, que rondan el 13%. Algo más rezagados quedan Die Linke (La Izquierda), la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW, por sus siglas) y los liberales del Partido Democrático Libre (FDP). Tres partidos que luchan por su mera supervivencia y cuya capacidad de resistencia marcará la noche electoral.

Al democristiano Friedrich Merz ya se le ha puesto cara de canciller, pero no podrá gobernar en solitario. No conocerá hasta el domingo la coalición que le tocará liderar. Con todo, el líder de la CDU insiste en orillar a la extrema derecha. Pretende mantener en pie el cordón sanitario, a pesar de haber utilizado a finales de enero los votos a favor de AfD para sacar adelante una enmienda no vinculante en el Bundestag con medidas antimigratorias calcadas a las que propone la formación ultra de Alice Weidel. La primera muesca en el cortafuegos.

Merz prefiere tender puentes con el SPD o Los Verdes —a pesar de la inquina personal que el líder de la CSU y ministro presidente de Baviera, Markus Söder, socio de la CDU, profesa a Habeck, a quien atribuye el grueso de la responsabilidad de la crisis económica—, pero sólo tendrá capacidad de elección en función del resultado que obtengan los tres partidos menores.

El nuevo Bundestag pasará de 733 escaños a 630 después de la reducción recogida en la reforma electoral de 2023, por lo que Merz necesita hacer cálculos para alcanzar la cifra mágica de 316 que marca la mayoría absoluta. El partido que parte desde la mejor posición es, contra todo pronóstico, Die Linke. La izquierda poscomunista vive un idilio inesperado con los votantes, especialmente con los más jóvenes. Según una encuesta reciente de Forsa, Die Linke obtendría casi el 20% de los sufragios entre los electores de 18 a 29 años. La formación heredera de los comunistas que gobernaron en el este del país registra, además, un récord de afiliaciones. Unas 11.000 sólo en enero.

Die Linke se nutre de los desencantados del SPD y de Los Verdes, y compite a cara de perro con el BSW, cuya líder, Sahra Wagenknecht, exlíder del grupo parlamentario del partido, decidió abandonar la formación a finales de 2023, llevándose consigo a nueve diputados.

Los mejores sondeos atribuyen a Die Linke un 9% de intención de voto, por encima del umbral del 5% necesario para entrar en el Bundestag. Existe, sin embargo, otro mecanismo para asegurarse representación parlamentaria sin la necesidad de alcanzar ese agónico porcentaje. Consiste en conseguir mandatos directos, esto es, el mayor número de votos en las circunscripciones. Un sistema electoral combinado que juega a favor de Die Linke frente a los de Wagenknecht y los liberales. Y es que los poscomunistas podrán contar este domingo con la popularidad de Dietmar Bartsch, Gregor Gysi y Bodo Ramelow, tres veteranos que accedieron a prestar su último servicio al partido.

En los casos particulares del BSW y el FDP los pronósticos son arriesgados. Los dos partidos se mantienen ligeramente por encima del 4%. “Según los sondeos actuales, Die Linke estaría dentro y el FDP, fuera. Para BSW es muy difícil saberlo”, condensa en conversación con este periódico el sociólogo alemán Linus Westhauser.

Heidi Reichinnek, principal candidata de Die Linke, y la colíder del partido, Jan van Aken, durante el acto final de campaña electoral del partido en Berlín

Heidi Reichinnek, principal candidata de Die Linke, y la colíder del partido, Jan van Aken, durante el acto final de campaña electoral del partido en Berlín Hannibal Hanschke EFE

Escenarios abiertos

Son cuatro los escenarios posibles. En el primero, ni Die Linke ni el BSW ni el FDP entran finalmente en el Bundestag. Merz esbozaría una sonrisa. Con sólo cuatro grupos parlamentarios en la Cámara baja del Parlamento, bastaría una coalición de la CDU con socialdemócratas o verdes. El democristiano podría incluso elegir a su socio. Fin a la incertidumbre. Este es el escenario menos probable, sin embargo.

En el segundo escenario, quizá el más probable, sólo uno de los tres partidos menores —quien más papeletas tiene es de momento Die Linke, según la media de las encuestas— conseguiría obtener representación en el Bundestag, lo que reduciría de manera considerable las probabilidades de que la CDU/CSU y Los Verdes alcanzaran los 316 escaños requeridos. Llegados a este punto, los de Merz sólo podrían gobernar con el SPD.

En el tercer escenario, son seis los partidos que ingresan en el Bundestag. Esto es, que además de Die Linke, también superan el umbral del 5% los de Wagenknecht o los liberales. Esta ecuación caería como una losa para Merz, que necesitaría casi con total seguridad incorporar a un tercer partido a la coalición de Gobierno. Este tercer partido podría ser el BSW o los liberales del FDP, aunque la CDU tendería hacia el SPD y Los Verdes. Sería la famosa coalición keniana, inédita a nivel federal.

“Si entra el FDP es probable que puedan formar parte de un Gobierno, porque en ese caso la CDU no tendría mayoría ni con SPD ni con Verdes (dando lugar a lo que se llama coaliciones Jamaica o Alemania)”, explica Westhauser. “Es muy improbable que Die Linke y BSW entren en un Gobierno, pero si entran, las mayorías de la CDU con SPD o Verdes también se hacen mucho más difíciles. En ese caso, las conversaciones de coalición serían interminables y si se rompen podrían tentar a la CDU a considerar a AfD como socio”, advierte.

En el cuarto y último escenario, tanto Die Linke como BSW y el FDP obtienen representación. Habría en ese caso siete partidos en el Bundestag. Un caos que forzaría sí o sí a reeditar una coalición a tres bandas como la que encabezó Scholz con verdes y liberales en la última legislatura. Una coalición de tres miembros dejaría a AfD prácticamente en solitario en la oposición. Un precedente peligroso teniendo en cuenta el reciente fracaso del Gobierno semáforo.

“Si Linke y BSW consiguen entrar, junto con AfD también tendrían una minoría que podría bloquear los cambios en la Constitución necesarios para reformar el freno de la deuda (requiere una mayoría de dos tercios)”, traslada Westhauser a EL ESPAÑOL. “Tanto Linke como BSW están en contra del freno de la deuda, pero podrían condicionar su apoyo a que la reforma no se centrara en permitir un mayor endeudamiento para aumentar el gasto militar”.

Liderazgos señalados

El exministro de Finanzas, Christian Lindner, cuyo cese el pasado noviembre por parte de Scholz propició la ruptura del Ejecutivo y el adelanto electoral, se juega su propia supervivencia al frente del FPD. Es probable que los suyos vuelvan a la nevera, como sucedió en 2013.

La formación populista de corte proempresarial, fiscalmente conservadora, se ha ido radicalizando a marchas forzadas. Algunos diputados liberales votaron en el mismo sentido que AfD a la moción antimigratoria impulsada a finales de enero por Merz, siguiendo las órdenes de su jefe de filas, pero la mayor parte del grupo parlamentario desertó. Lindner se justificó alegando que “el escándalo no es que AfD aceptara una propuesta correcta” para el endurecimiento de las políticas migratorias, “sino que el SPD y los Verdes no lo hicieran”. El propio Merz dice ahora tener “serias dudas” a la hora de pactar con los liberales.

El presidente del Partido Democrático Libre (FDP) y exministro alemán de Finanzas, Christian Lindner, pronuncia un discurso durante el acto final de campaña de su partido de cara a las elecciones federales, en Dusseldorf

El presidente del Partido Democrático Libre (FDP) y exministro alemán de Finanzas, Christian Lindner, pronuncia un discurso durante el acto final de campaña de su partido de cara a las elecciones federales, en Dusseldorf Fabian Strauch EFE/EPA

Lindner ha intentado convencer al 30% de los indecisos con el argumento de impedir la entrada de Los Verdes en el Gabinete, a los que responsabilizan —como Söder— de la mala situación económica que atraviesa el país. “Su permanencia en el Gobierno sólo puede evitarse si los Demócratas Libres están en el Parlamento: una mayoría negro-verde sería entonces matemáticamente imposible”, expresó Lindner el pasado martes durante un mitin en Múnich.

La otra cara de la moneda es la de Wagenknecht. La exlíder de Die Linke prometía romper la baraja combinando recetas económicas de izquierda con ingredientes sociales de la derecha, menú poco ortodoxo, pero la formación de carácter personalista que lidera se ha estancado en las encuestas después de cosechar buenos resultados en su primer año de vida. Obtuvo grandes porcentajes de voto en las elecciones regionales de Brandeburgo, Turingia y Sajonia, así como en las elecciones europeas. Ahora, en cambio, tiende a la baja. Un estado de ánimo que contrasta con la euforia anticipada de Die Linke.