El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reacciona durante una reunión con el primer ministro canadiense, Mark Carney, en el Despacho Oval.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reacciona durante una reunión con el primer ministro canadiense, Mark Carney, en el Despacho Oval. Leah Millis Reuters

Oriente Próximo

Trump anuncia una tregua con los hutíes de Yemen pese a la amenaza de escalada de los rebeldes: "Se han rendido"

Tras su reunión con el primer ministro canadiense, Mark Carney, el presidente estadounidense anunció la “capitulación” de los hutíes… horas después de que Israel anunciara la destrucción del aeropuerto yemení de Saná.

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“Los hutíes se han rendido. Dicen que ya no van a bombardear más barcos y les tomo la palabra: si es así, nosotros dejaremos de bombardearlos a ellos”. Esas fueron las sorprendentes palabras con las que el presidente estadounidense Donald Trump anunció un supuesto alto el fuego en Yemen. Desde que llegara a la presidencia, se calcula que han sido unos 700 los ataques de Estados Unidos sobre territorios controlados por los hutíes, la milicia terrorista yemení asociada al régimen de los ayatolás en Irán.

Lo sorprendente no es que los hutíes, poco dados a la rendición, decidan esquivar el fuego norteamericano. Eso sería incluso hasta lógico. Lo sorprendente es que ninguno de sus portavoces lo haya anunciado en primera persona y que sea el propio Trump el que dé la noticia en el contexto de la visita del primer ministro electo de Canadá, el liberal Mark Carney. Aún más chocante si cabe es el momento del anuncio: horas después de que el líder de los hutíes, Mohammed Al-Bukhaiti, anunciara una escalada como represalia contra el ataque de Israel sobre el aeropuerto de Saná.

Dicho ataque, de hecho, era a su vez la respuesta israelí a la incursión con drones que realizaron los hutíes el lunes en las inmediaciones del aeropuerto Ben Gurión, en Tel Aviv. Aunque no provocara daños de entidad, el hecho de que las defensas antiaéreas —la famosa Cúpula de Hierro— no fueran capaces de derribar a todas las naves no tripuladas disparó las alarmas en el Gobierno israelí. Para equilibrar la cuestión, según el propio Gabinete de Benjamin Netanyahu, el aeropuerto de Saná, que los hutíes utilizan para el transporte de armas y bienes de todo tipo, ha quedado “completamente inutilizado”.

Marco Rubio confirma la noticia

Y aquí es donde entra Al-Bukhaiti. En declaraciones a la cadena Al-Arabiya, el líder hutí no dio muestra alguna de voluntad de paz. Al contrario. Prometió venganza y aseguró que en Israel “había muchos objetivos” y que su organización estaba capacitada para “causarles muchas pérdidas”. En otras palabras, si los hutíes están dispuestos a continuar la guerra contra Israel —son prácticamente lo único que queda activo del llamado “Eje de Resistencia” patrocinado por Irán—, ¿cómo es posible que decidan rendirse ante Estados Unidos?

Aquí, obviamente, hay dos opciones. Una, que Trump esté diciendo algo que no es cierto. Sucede a menudo. Sería lo primero que se le vendría a cualquiera a la cabeza si no fuera porque el propio secretario de Estado, Marco Rubio, confirmó la noticia al instante: “Esto siempre ha sido una cuestión de libertad de navegación. Había un grupo de individuos con armas avanzadas que estaban amenazando la navegación mundial y nuestro trabajo era lograr que pararan… y si van a parar, entonces nosotros podemos parar también”, afirmó el exsenador por Florida.

Lo que nos lleva a la segunda opción: todo es verdad, los hutíes no van a bombardear más barcos, prefieren no meterse con Estados Unidos… pero sí seguirán atacando a Israel, aún con más fuerza que antes. En ese caso, ¿qué opinará Netanyahu de la decisión de su gran aliado? Porque se podría pensar que Estados Unidos abandona de alguna forma a Israel justo cuando los hutíes amenazan con ponerse más serios y en la víspera de la anunciada operación en Gaza para tomar el control de la Franja. No es poca cosa.

Movimientos ante la visita de Trump a la zona

Sea como fuere, son acontecimientos extraños. El propio Trump visitará la zona en un par de semanas, aunque probablemente su viaje se limite a los países del Golfo Pérsico y a Arabia Saudí, por los que siente verdadera devoción. La “conquista” de Gaza estará sobre la mesa, como estará la mejor manera de asegurarse que Irán detiene su programa nuclear y que, desde luego, no desarrolla armas de destrucción masiva. Esa es una línea roja que comparten Estados Unidos, Israel… y las monarquías suníes que rodean a la República Islámica chií.

De momento, Estados Unidos no ha dicho nada respecto a los planes de Netanyahu de invadir Gaza. Joe Biden habría puesto el grito en el cielo, pero es probable que a Trump y a sus asesores les parezca bien si la cosa funciona, es decir, si ellos no tienen que poner tropas, ni tienen que aportar demasiado dinero. Dicho esto, la posición oficial de Estados Unidos, tanto con Trump —ahí están los Acuerdos de Abraham— como con Biden y Barack Obama siempre ha sido intentar involucrar a los países árabes en el conflicto como mediadores y no como parte beligerante.

¿Cuál va a ser la reacción de estos países si se consuma la ocupación militar de Gaza, el desplazamiento forzoso de cientos de miles de civiles y la creación de una administración israelí en territorio palestino? No tiene pinta de que vayan a aceptarlo de ninguna de las maneras. Por mucho que detesten a Hamás —con la excepción, tal vez, de Qatar, que siempre juega todas las cartas posibles—, no pueden permitirse ante sus opiniones públicas una posición tibia en un conflicto así.

Lo que nos lleva a una tercera opción, tal vez algo disparatada, pero no imposible. Puede que el mensaje de Trump vaya dirigido precisamente a Israel. Puede que, en vísperas de su viaje, haya querido decirle a Netanyahu: “Si haces esto, te dejo solo contra los hutíes”. Con esta Administración, todo es posible, la verdad, pero el poco tiempo que pasó entre el ataque al aeropuerto de Saná y la sorprendente rueda de prensa de Trump invita a pensar en que ambas cosas no están relacionadas. Como sucede en Ucrania, puede que lo que hoy es blanco, mañana sea negro. O al revés. Si a algo nos ha acostumbrado Trump es a la sorpresa constante.