
Oliver Laxe, junto a Sergi López, y Carla Simón.
Oliver Laxe y Carla Simón se sientan en la mesa de los grandes en el Festival de Cannes
El 13 de mayo arranca una edición de Cannes en la que se consolida el relevo en la vanguardia del cine de autor español. El gallego y la catalana nos presentan las películas con las que compiten por la Palma de Oro: 'Sirat' y 'Romería'.
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Existe la idea de que el Festival de Cannes no ha hecho nunca demasiado caso al cine español, pero durante el siglo XX aparecieron en su sección oficial desde José Antonio Nieves Conde a Julio Medem, pasando por Juan Antonio Bardem, Luis Buñuel –el único director español que ha ganado la Palma de Oro, en 1961 por Viridiana–, Carlos Saura, Luis García Berlanga, Mario Camus o Vicente Aranda, por nombrar solo a nuestros cineastas más canónicos.
Sin embargo, a partir del año 2000 nuestra presencia en el certamen sí empezó a decaer, con la excepción de Pedro Almodóvar. Al manchego tan solo se le sumaron en los primeros 20 años del nuevo milenio Isabel Coixet en 2006, con Mapa de los sonidos de Tokio, y Fernando Trueba en 2020, con la colombiana El olvido que seremos, pero en la edición cancelada por la Covid. Eran tres directores veteranos, nacidos antes de la década de los 60 y que habían empezado a trabajar antes de los 90. El nuevo cine español no lograba enganchar en La Croisette.
Algo parece que ha cambiado. En 2022, Albert Serra, nacido en 1975, logró entrar en la pugna por la Palma de Oro con Pacifiction y, este año, Carla Simón y Oliver Laxe, ambos nacidos en los 80, se batirán por el gran premio con cineastas de la talla de los hermanos Dardenne, Richard Linklater, Wes Anderson, Jafar Panahi o Julia Ducournau, en una edición que debe significar un punto de inflexión para nuestro cine.
“Me siento muy afortunada por poder vivir este momento”, asegura Carla Simón (Barcelona, 1986) a El Cultural. “Ha surgido en España una nueva generación de cineastas con intenciones muy diversas en términos creativos, lo que hace que nuestra cinematografía sea de repente muy rica. Oliver y yo no somos casos aislados, en todas las secciones oficiales de los grandes festivales estamos teniendo presencia desde hace algún tiempo. Es, como te decía, una cuestión generacional”.
“Yo creo que hemos alcanzado un punto importante de madurez”, nos lanza Oliver Laxe (París, 1982). “Cuando empecé, el ICAA era una institución completamente desnortada, la televisión pública estaba muy politizada, era muy difícil financiar una película… En estos años se han abierto caminos y nos hemos trabajado al público, aunque quede mucho por recorrer en materia pedagógica. A mí, por ejemplo, me apoya ahora Movistar Plus+ de manera masiva, y me otorga una libertad extrema, exquisita. Es una institución privada, pero actúa con una perspectiva pública, de servicio al país”.
“Es muy importante que las empresas y las instituciones crean que merece la pena invertir y confiar en nuestro cine”, explica Simón. “A veces subestimamos el poder transformador de este arte”.
El mar frente al desierto
La memoria del mar frente a la aventura del desierto. Así se distancian las propuestas de ambos directores. Carla Simón pretende en Romería cerrar un ciclo de películas en las que ha abordado distintos capítulos de la historia de su familia, mientras que Laxe apuesta en Sirat por un cine tan radical como lúdico que rete al público.

Una imagen de 'Romería'
“Tras Verano 1993 (2017) y Alcarràs (2022), me apetecía abordar en Romería la rama familiar de mi padre biológico, que es gallega”, dice Simón. “Quería entender la historia de mis padres y la de su generación, esos jóvenes que vivieron intensamente la vida y la fiesta en los 80, en algunos casos con unas consecuencias devastadoras por culpa del sida. La protagonista bucea en esa memoria familiar para encontrar su propia identidad. Se titula Romería porque es una especie de viaje espiritual”.
“Sirat también es un viaje, tanto exterior como interior”, apunta Laxe, que aborda en la película la búsqueda de Mar, una joven desaparecida meses atrás en una rave en las montañas de Marruecos a la que tratan de seguir la pista su padre (Sergi López) y su hermano (Bruno Núñez). “Me gusta el género de aventuras, tanto en la mitología como en las tradiciones sagradas y espirituales. Mi objetivo era hacer una película popular, pero con una mirada autoral, sin concesiones. Creo que tiene algo también de la tradición del cine americano de los años 70, hay algo de road movie, de suspense, pero toque sobrio y europeo”.
Tanto Simón como Laxe han afrontado ahora los proyectos más ambiciosos de sus respectivas carreras. “Sí, me gusta buscar problemas”, asegura el director gallego, que ha rodado en diversas localizaciones de Teruel y Zaragoza, y en Marruecos, pasando de las frías noches aragonesas al calor extremo del Sáhara en verano. “Pero hemos contado con más tiempo y recursos que nunca antes, lo que ha sido un lujo. Y es gracias a que Movistar no solo nos ha dado libertad, sino que han entendido la película que queríamos hacer. Explora territorios desconocidos en el cine español”.
Un equipo rodado
Por su parte, Carla Simón ha contado con la ventaja de disponer con un equipo muy rodado al que se ha añadido ahora la prestigiosa directora de fotografía Hélène Louvart, colaboradora habitual de Alice Rohrwacher. “Me he sentido muy acompañada, como si todo el mundo remara en la misma dirección”, asegura. “A nivel visual y técnico sí es cierto que puede ser la más ambiciosa de mis tres películas. Las otras dos las había rodado en el campo, en localizaciones bastante manejables y en esta de repente había mucho mar, que implica un lío importante. Toda esa parte técnica requería una preparación muy distinta a la que había vivido hasta ahora. Pero he disfrutado mucho del rodaje, cuando yo siempre los había vivido con dolor y sufrimiento”.

Una imagen de 'Sirat'
¿Y qué aportan estas películas a sus respectivas filmografías? “Mi estilo es reconocible en esa manera de narrar como si el espectador estuviera observando por un agujerito, intentando entender cómo funcionan las dinámicas y las relaciones familiares”, opina Simón. “Pero siento que Romería es una película más libre que Verano 1993 o Alcarràs, sobre todo en cuanto a la estructura narrativa, que intenta provocar cosas que quizá no me habría atrevido a provocar en un momento más temprano de mi carrera, cuando necesitaba ir por caminos más seguros. La idea era vivir la película más como una búsqueda, y que ese riesgo nos hiciera madurar o avanzar artísticamente”.
“En mi caso”, explica Laxe, “mi intención primero ha sido hacer una película que tuviera una factura atractiva para un público joven, pero que dialogara con varias generaciones. Yo conozco bien la cultura rave y quería asociar el tecno con la espiritualidad, los decibelios con camiones atravesando el desierto, que es una imagen que me atrae mucho”.
La presencia de Simón y Laxe en Cannes no es una mera coincidencia. Ambos cineastas han trabajado su estatus de figuras clave del cine de autor contemporáneo fuera de nuestras fronteras durante años. Carla Simón ha estado siempre vinculada a la Berlinale, donde se cocinaron sus dos primeras películas gracias a distintos programas de desarrollo: Verano 1993, que se llevó el premio a la mejor ópera prima del festival, y Alcarrás, que conquistó un Oso de Oro que se le resistía al cine español desde hacía 40 años.
Por su parte, Laxe ha desarrollado su carrera en el entorno de Cannes, quemando etapas lentamente: con Todos vosotros sois capitanes (2010) se llevó un Premio FIPRESCI de la Quincena de Realizadores, con Mimosas (2016) conquistó el Gran Premio de la Semana de la Crítica y con Lo que arde (2019) alzó el Premio del Jurado de la sección Un certain regard.

Carla Simón, durante el rodaje de 'Romería'. Foto: Mario Llorca
“Ha sido importante crecer despacio, porque me ha permitido perderme, equivocarme, trabajar con distintos grados de presión, conocerme…”, asegura Laxe. “Ahora hay algunos cineastas jóvenes que lo tienen muy fácil en sus primeros pasos y eso les puede impedir crecer de manera orgánica”.
“Hay que mantenerse siempre con los pies en la tierra”, añade Simón. “Hay que saber relativizar los éxitos, porque al final sin ellos la película sería la misma. Pero me siento muy afortunada de que me hayan aceptado en Cannes. De alguna manera, somos los últimos en llegar a la fiesta, porque hasta ahora habíamos estrenado en Berlín. Pero es un cambio que también apetece, porque es un festival muy distinto”.
“Cannes mantiene ese equilibrio entre mercado y verdad, entre cine hormonado y cine frágil, rompe la dialéctica entre cine de autor y cine industrial”, añade Laxe. “Cuando empezaba con mi cámara de 16 mm, siempre pensé que iba a ser un francotirador que trabajaría en los márgenes, que me parece un espacio muy digno. Era algo que tenía asumido, incluso lo busqué. No pensaba que pudiera ser un cineasta hegemónico, que hubiera dentro de la industria espacio para introducir contenidos poéticos y con alma. Si no fuera por Cannes, no hubiera hecho la carrera que he hecho, porque en el cine español me ha costado abrirme camino. A Televisión Española le ha llevado cuatro películas confiar en mí”.
El lujo de Cannes
Pero Cannes, a pesar de guardar esas esencias de la cinefilia mundial a las que hace referencia Laxe, también tiene otro lado más frívolo, marcado por el lujo y la moda. ¿Es un peaje que hay que pagar o se puede disfrutar? “Yo he aprendido a disfrutar el tema de la moda, ahora lo encuentro divertido y veo la parte artística”, dice la directora catalana. “A ver cómo lo resuelvo este año porque voy a llegar muy embarazada”.

Oliver Laxe, en el desierto.
“No negaré que el narcisismo forma parte de mi estructura psicológica”, confiesa Laxe, “y no sería sincero si dijera que no me gusta toda la exposición que te da Cannes. Trato de aprovecharlo para proyectar más mis películas pero, afortunadamente, no es esto lo que más me motiva”.
Carla Simón está viviendo en Barcelona unos días frenéticos desde que recibió la noticia de la selección en Cannes, pues le toca correr para terminar de pulir Romería. “Estamos grabando el sonido y la previsión es que acabemos la mezcla el día 9, justo la semana antes de que empiece el festival, y aún nos queda terminar el color, los efectos… Estoy bastante entretenida, hasta el punto de que no he tenido tiempo de ponerme nerviosa”.
Todo lo contrario es el caso de Oliver Laxe, que, con la película prácticamente acabada desde hace meses, se dedica a gestionar Casa Quindós, la asociación cultural que tiene en Os Ancares, en Lugo. “El cine es una profesión muy desestructurante y necesito equilibrar, tener una toma de tierra”, explica el gallego. “Ahora estoy con varios proyectos arqueológicos y también tengo la huerta”.
Dos maneras de afrontar la competencia en un festival que puede significar un punto de inflexión en la carrera de cualquier cineasta, aunque a ambos les cuesta proyectarse con la Palma de Oro. “Sería muy bueno para la película, pero no sueño con ello”, asegura Laxe. “Por experiencia, diría que mi cine nunca tiene una respuesta unánime: a unos les gusta mucho y a otros les deja un poco fuera. Y en Cannes hay gente menos cinéfila en los jurados y mucho telefilme para todos los públicos, que suele conseguir más unanimidad. Confío en nuestra propuesta, pero estar ahí ya es un premio”.

Hélène Louvart y Carla Simón rodando 'Romeria'. Foto: Mario Llorca
“Yo, después de ser jurado en Berlín [en 2023], me di cuenta de que los premios son circunstanciales”, apunta Simón. “Hay que abrazarlos cuando vienen pero, si no llegan, no pasa nada. Hay que ser ambicioso con las cosas que puedes controlar, como intentar hacer una buena película”.
Además, este año la competencia por la Palma es francamente imponente. “Hay mucho cine realista, pero estoy deseando ver que entregan los más tronaos, como Ari Aster, cuyas dos primeras películas me parecen una locura, o Julia Ducornau”, explica Laxe. “Pero lo más fuerte para mí son todos los directores que se han quedado fuera para hacernos un hueco. Por ejemplo, sonaba Terrence Malick, Jim Jarmusch va fuera de competición…”.
“A mí me interesan mucho los nuevos trabajos de Kelly Reichardt y de Lynn Ramsay o de los hermanos Dardenne”, apunta Simón. “Y me hace mucha ilusión estar con Richard Linklater, que fue el padrino de graduación de mi promoción en la escuela de Londres, aunque seguramente ni se acuerde. Y, por supuesto, Oliver Laxe, por nuestra proximidad y por lo que significa. Además, de alguna manera, hemos estado conectados, porque yo rodé en Galicia, y él vino un día a vernos junto a Lois Patiño. Tengo muchas ganas de ver Sirat”.
Añade el gallego:“Hoy muchos cineastas parecen que están diseñados con inteligencia artificial, pero Carla tiene verdad, coherencia, humildad para hacerse preguntas. A mí el final de Verano 1993 me parece uno de los momentos cumbres del cine español contemporáneo”.