Lidia Otón y Nacho Fresneda en un momento de 'Los cuernos de don Friolera'. Foto: Vera Morcillo

Lidia Otón y Nacho Fresneda en un momento de 'Los cuernos de don Friolera'. Foto: Vera Morcillo

Teatro

El esperpento de Valle-Inclán 'Los cuernos de don Friolera', actualizado en los Teatros del Canal

Ainhoa Amestoy dirige una nueva versión de la obra, que forma parte de la trilogía 'Martes de Carnaval' y trata sobre la identidad, los bulos y la violencia de género.

Más información: El Teatro Español evoca con 'Luces de bohemia' el Madrid "absurdo, brillante y hambriento" de Valle-Inclán

Publicada
Actualizada

En un martes de Carnaval muy distinto al que ideó Valle-Inclán en su trilogía de esperpentos –que completan Las galas del difunto y La hija del Capitán–, y cien años después de que viera la luz por primera vez, Ainhoa Amestoy (Madrid, 1977) estrena, como directora residente de Teatros del Canal, esta “fiesta muy seria” que organizó el dramaturgo bajo el título de Los cuernos de don Friolera.

En ella, contaba la historia de un teniente que, preocupado por su reputación y su carrera, entraba en una espiral de locura tras recibir un anónimo –Amestoy habla de bulos y fake news– sobre su mujer, Doña Loreta, de quien sospechaba que le era infiel con el barbero Pachequín.

En sintonía con la “gran fiesta pagana” a la que alude el título de la trilogía de Valle-Inclán, la directora plantea ahora un montaje lúdico, que, como su autor, investiga en la metateatralidad a partir de todo tipo de géneros –zarzuela, cabaret, tango, jota...–. “Como él, jugamos desde la diversión y la crítica en ese terreno de la tragicomedia, de esa deformación grotesca de la realidad”, cuenta a El Cultural.

No tan representada en comparación con otras obras del gallego como Luces de bohemia, aunque llevada a escena en el pasado por José Tamayo, Mario Gas y Ángel Facio, entre otros, parte de la genialidad de esta pieza es que Valle-Inclán presenta la misma historia de tres maneras distintas: a través del teatro de títeres, mediante la obra en sí misma y como un romance de ciego, algo que, defiende la directora, enraíza en nuestra contemporaneidad.

“En las series de televisión estamos muy acostumbrados a ver una misma historia contada de distintas formas, perspectivas y personajes. Y aquí podemos ver cómo él, hace ya cien años, hacía esta propuesta sumamente moderna”.

'Los cuernos de don Friolera' durante un ensayo. Foto: Vera Morcillo

'Los cuernos de don Friolera' durante un ensayo. Foto: Vera Morcillo

Los cuernos de don Friolera –del 4 al 23 de marzo en los Teatros Canal–, bebe de la estética de principios de los años 20, del expresionismo hasta la nueva objetividad alemana, de una realidad que Valle-Inclán supo reinterpretar hasta llegar a su gran invención.

“Hemos partido de una verdad muy profunda para ver dónde, después de eso, surge el esperpento. Es decir, en una conversación en la cocina de una pareja, en un momento de discusión familiar de cualquier día de la semana, si te distancias puedes contemplar sus comportamientos como esperpénticos. Y ya no digamos si entramos en el mundo de la televisión o las noticias”.

"Valle se permite libertades que intentamos comprender desde una mirada encorsetada, y a veces lo afrontamos con demasiado respeto”. Ainhoa Amestoy

El honor calderoniano, los celos shakesperianos, el arte y la sociedad de principios del siglo XX son algunos de los temas que aborda este título centenario que tienen mucho que ver con nuestras inquietudes e intereses actuales. La obra aporta una reflexión importante sobre la historia y cultura de España y de Europa y establece todo un abanico de diferentes formas de afrontar la literatura y las compara”, destaca.

Por otro lado, añade, el dramaturgo “juega también geográficamente incluyendo en la obra la variada cultura de España”. Lo hace a través de las tradiciones y comportamientos, las maneras de vestir –con el impresionante vestuario diseñado por Rosa García Andújar–, de los diferentes acentos de sus personajes y de la música, bastante presente en la adaptación de Amestoy, quien a partir de las propuestas de la obra (jotas, peteneras...), investiga en las canciones populares.

También, por supuesto, este título nos habla de la violencia de género, tanto física como psicológica. “La obra tiene, en este sentido, sus momentos muy duros y serios", comenta su directora, que matiza que,"por parte de Valle-Inclán, no era su intención principal la denuncia de la violencia machista, pero la sociedad patriarcal ha formado parte de nuestra realidad e impregna también los textos que no tienen un enfoque claramente feminista, como es el caso". 

A Amestoy, además, le ha interesado "especialmente el tema de la idendidad". Una cuestión que le lleva aplantearse si don Friolera actúa por su propio deseo o llevando a cabo aquello que los demás esperan de él. “¿Somos fieles a nosotros mismos o actuamos y nos transformamos en aquello que la sociedad busca de nosotros? Probablemente, él por sí mismo no hubiese terminado cometiendo un crimen”.

Una escena de 'Los cuernos de don Friolera'. Foto: Vera Morcillo

Una escena de 'Los cuernos de don Friolera'. Foto: Vera Morcillo

Desde ahí, abunda, “quería observar ese lugar donde queda la intimidad y cómo esta se ve desbordada por lo que piensan los demás, que nos persiguen con su mirada y nos van transformando hasta que perdemos nuestra propia identidad, al estilo de Gran Hermano o de Orwell”.

De hecho, es en medio de una especie de cárcel o corrala donde se nos presenta a don Friolera, observado, sin espacio para la intimidad. “Ahí entramos en el mundo de los títeres tan importante para Valle, que refleja cómo somos manejados por los demás. También son importantes las alturas, esenciales en la teoría del esperpento parar epresentar cómo podemos contemplar una historia desde abajo, ensalzando a los personajes como Shakespeare, o desde arriba, convirtiéndolos en manejables”.

Pero en esta “sutil” adaptación, en la que se han ajustado personajes puntuales y la duración por cuestiones puramente prácticas, además de pequeñas modificaciones en el orden de las frases y la eliminación de algunas palabras “para que baile en sintonía con el movimiento, ritmo y evolución de la puesta en escena”, Amestoy no juega solo con las alturas. También los segundos planos cobran peso.

“No solamente damos la perspectiva de aquello que está sucediendo en el centro del escenario, sino que también tenemos ámbitos de fondo, donde toda esa galería de personajes que pueblan la obra y la ciudad que Valle plantea están representadas”.

Con un elenco liderado por Roberto Enríquez, en el papel de don Friolera y don Estrafalario, Nacho Fresneda (Pachequín y don Manolito) y Lidia Otón (Doña Loreta), Amestoy entra en el juego que la obra propone.

“Valle se permite libertades que intentamos comprender desde nuestra mirada encorsetada, y a veces lo afrontamos con demasiado respeto e incluso miedo. Quizá por eso no se representa en exceso”, reflexiona. “Nosotros hemos jugado enormemente a los espejos o a las cajas chinas. Todo es una especie de repetición. Igual que él nos plantea tres perspectivas distintas, nosotros también hemos querido ver esa duplicación en los personajes y los puntos de vista”.