Rafel Berrio en 1991. Foto: Isabel Azkarate

Rafel Berrio en 1991. Foto: Isabel Azkarate

Música

Rafel Berrio, el legado inédito de un poeta del rock

Ve la luz un doble disco con 47 canciones que el músico donostiarra, fallecido en 2020, grabó a lo largo de su carrera pero nunca publicó.

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Artista de culto, poeta del rock, un crooner bohemio, un espíritu libre y un lúcido comentarista de la realidad. Todo eso era Rafael Berrio (1963-2020), figura admirada en los círculos musicales —especialmente en su ciudad, San Sebastián, donde fue uno de los miembros clave de la hornada fundacional del llamado Donosti Sound— que tenía un público fiel y selecto pero nunca logró llegar a las masas. 

Berrio falleció a los 56 años en marzo de 2020, en los primeros compases de la pandemia, aunque no de Covid, sino del cáncer de pulmón que padecía. Cinco años después se acaba de publicar, este viernes, un doble disco con 47 canciones, muchas de ellas inéditas, titulado No es para menos.

Editado por Warner, producido por Joserra Senperena y diseñado por Cheli Lanzagorta —ambos colaboradores habituales de Berrio—, el proyecto surge de la ingente cantidad de grabaciones inéditas que dejó el cantante, un legado compuesto por cerca de 90 casetes y cientos de archivos digitales.

El primer disco, Adiós, hola y adiós, contiene canciones acabadas, grabadas entre 1984 y 1992, y Cabaret Utopía, incluye apuntes de composiciones que en esa primera versión ya sonaban bien formadas y estructuradas, aunque eran grabaciones de una única pista y en muchas ocasiones con una pobre calidad sonora, por lo que el trabajo de limpieza de audio y masterización ha sido tan arduo como crucial. 

El músico donostiarra tocó muchos palos. “A mí me gustan todas sus facetas: hizo new wave, rock and roll clásico, pop orquestal y hasta se atrevió a cantar una zarzuela, Adiós a la bohemia”, señala Senperena a El Cultural, que firmó junto a él ese peculiar proyecto, además de producir sus discos 1971 y Diarios.

“Yo, poeta fracasado, tengo que dar unas ligeras explicaciones por la parvedad de materia de mi obra. Yo, que voy en el metro y medio de mi producción literaria, tengo que contentarme con mostrar ante el público un par de centímetros de ella”. Estas palabras no son de Berrio, sino del libreto que su admirado Pío Baroja compuso para la mencionada zarzuela de Pablo Sorozábal. El cantautor probablemente se identificaba con esta confesión, a la luz de todo el material que dejó sin dar a conocer y que ahora ve la luz.

Berrio era un personaje poliédrico, solitario pero también sociable, artista maldito que vivía sin televisor y amaba la literatura del siglo XIX pero estaba conectado con las nuevas generaciones de músicos de su ciudad, aunque no tuvieran mucho que ver artísticamente con él.

Eso explica, por ejemplo, que sea el autor de la letra de una de las primeras canciones de La Oreja de Van Gogh (“Qué puedo pedir”, 1998). Lo querido que era en el mundillo cultural de su tierra quedó patente en el concierto de homenaje póstumo de 2021, en el que participaron, además de ellos, músicos como Mikel Erentxun, Abraham Boba (León Benavente) o Miren Iza (Tulsa).

Berrio fundó a finales de los setenta el grupo UHF, que junto a Puskarra y Mogollón formó parte de la primera hornada de lo que se dio en llamar Donosti Sound, “un invento” del promotor musical Santi Ugarte, “el tipo más importante en la industria musical” de la ciudad, como recuerda Senperena. “Donosti era la tercera plaza del Estado en conciertos, Ugarte fue el que trajo a todos los grandes nombres de los 70 y 80”. Él creó la etiqueta Donosti Sound —que se consolidaría con bandas como Family, Le Mans o La Buena Vida— para demostrar que la efervescencia musical de la ciudad, que asimilaba a toda velocidad las últimas tendencias británicas, podía competir con la incipiente Movida madrileña.

Después de UHF, Berrio formó las bandas Amor A Traición y Deriva. Ya en su etapa en solitario, adquirió cierta popularidad en determinados círculos melómanos y actuó con asiduidad en Madrid, además de participar en la película La reconquista, de Jonás Trueba, donde no solo compuso la banda sonora sino que además aparece en pantalla interpretando una de sus canciones, que dedica a la protagonista femenina, interpretada por Itsaso Arana.

“A Rafa hay que escucharlo porque tiene canciones buenísimas, de primer orden. Hacía buenas letras, buenas melodías y se movía en muchos registros. A cada cosa que decía le ponía la melodía exacta”, afirma Semperena, que señala que es el único músico de todos con los que ha trabajado que primero componía la letra y después la música.

Este doble disco, del que el productor cree que Berrio se sentiría orgulloso a pesar de que expone la intimidad de su proceso creativo, es una buena ocasión para adentrarse en el universo de un músico irrepetible.